De guerras frías y calientes

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Cuando analizamos la cobertura que los medios occidentales corporativos están dando de la crisis ucraniana, no puedo evitar retrotraerme a los años de la guerra fría y subsiguientes, donde Rusia era el enemigo a batir y la raíz de todos los males de la humanidad. No es posible prever si el testigo que al Qaeda recogió de la URSS tras el 11S, el trono del eje del mal, podrá mantenerlo en su poder mucho tiempo más o, de nuevo, caerá en manos de Rusia, pero no cabe duda de que durante estos últimos meses está siendo así.

La presión mediática contra Putin es tal, que cualquier persona que trate de desmontar la infame participación occidental en Ucrania, tiene que estar pidiendo perdón constantemente por coincidir, aunque sea coyunturalmente, con la posición rusa para no caer en el descrédito, la ignominia o la irrelevancia. Personalmente estoy más que acostumbrado a este tipo de acusaciones. En diferentes momentos de mi vida me han pretendido vincular ideológicamente con gentes tan dispares como Jomeini, Castro, Gadafi, Arafat, Chávez, Sadam Hussein, Milosevic… cuando he denunciado guerras y operaciones de desestabilización del imperio contra los países que estos líderes representaban.

Obviamente, esta clase de comportamientos deriva de una visión maniquea de la existencia y de la compartimentación del mundo en bloques o bandos enfrentados. Psicológicamente es muy cómodo apuntarse a una filia concreta y dejarse llevar por la corriente, es como quien escoge unos colores de un equipo deportivo en la niñez y no los abandona hasta su muerte. En geopolítica esto no deja de ser un absurdo, asentado más en la víscera que en la razón y que nos conduce a situaciones del todo ilógicas y a la admisión de dobles o triples raseros que no soportan el más mínimo análisis serio.

Pongamos por caso la imagen pública de Obama. Fue —increíblemente— galardonado con el premio Nobel de la Paz, a pesar de estar implicado en varias guerras que han provocado y provocan miles de muertos inocentes cada año. Podemos citar en su haber las guerras de Libia, Siria, Yemen, Irak, Afganistán, Pakistán… pero también los vuelos de la muerte, los asesinatos selectivos con drones, las cárceles secretas o las torturas en Guantánamo. Lógicamente, el nombramiento causó cierto estupor en ciertos círculos de las izquierdas, pero no mucho más. Sin embargo, se le considera un líder carismático asumible perfectamente y con el que cualquier persona le gustaría comerse una hamburguesa con una cola, ¿verdad?

Ahora pensemos en Putin. Algunos colectivos lo han propuesto también para el Nobel de la Paz, sobre todo por su papel evitando la guerra total contra Siria en Naciones Unidas y los esfuerzos por buscar una salida diplomática a la crisis. ¿Ha sido la repulsa causada por la iniciativa proporcional a sus méritos o deméritos personales? ¿Por qué nos molestaría tanto ese supuesto en occidente a nivel de opinión pública si al colocarlo objetivamente al lado de cualquier presidente norteamericano podría parecer como un angelito?

«Bueno, es que Putin era un peligroso agente de la KGB, tiene pinta de peligroso, sus imágenes a caballo a pecho descubierto son impresentables en nuestros esquemas políticos» —podría responder un interlocutor cualquiera—

Seamos serios o ecuánimes al menos, ¿acaso no es sabido que Obama es también un producto cien por cien de la CIA? ¿por qué no nos molestan igualmente sus posados marcando tabletas en la playa?

«Pero, ahí están los casos del asalto al Teatro de Moscú, la detención de las Pussy Riots o de miembros de Greenpeace para demostrar la baja calidad democrática, su autoritarismo personal» —continuaría nuestro interlocutor—

¿Y qué hay de la tortura practicada y cuasi legalizada en Estados Unidos? ¿y de la Patriot Act? ¿y de la represión brutal a movimientos sociales alternativos? ¿por qué importantes pensadores norteamericanos reconocidos mundialmente tienen que publicar sus libros en Canadá y no encuentran editoriales en su país? ¿qué calidad democrática tiene el sistema hipermayoritario que impide de facto la existencia de partidos reales? ¿por qué hay que ser millonario para ser candidato a unas elecciones? ¿por qué gobiernan los lobbies por encima de los «partidos»?

Personalmente, he sido sometido al mismo bombardeo informativo sobre Putin que cualquier otro habitante de occidente y es obvio que me puede afectar de igual manera. He de reconocer que no tengo argumentos objetivos para calificar al personaje en uno u otro sentido, entre otras cosas porque no he estudiado su figura o la he sometido a un análisis riguroso partiendo de información independiente. Pero es que tampoco me interesa en absoluto. Caer en los personalismos para señalar políticas globales de estados no deja de ser una trampa intencionada. Cuando los medios responsabilizan a un gobernante de lo que sucede en un país, suele coincidir con una estrategia estructurada para demonizarlo. ¿Qué imagen tendríamos del presidente norteamericano si cada día que un drone asesina a un civil inocente, los telediarios abrieran con una noticia que dijera «Obama mata a 5 niños en Afganistán»?

Sigamos adelante. Ha quedado demostrado que Estados Unidos tiene un programa de espionaje global de las comunicaciones informáticas y telefónicas de todo el mundo, incluyendo líderes políticos de los que podríamos denominar «aliados». También ha quedado claro que el espionaje tiene carácter político pero también económico y militar. Es decir que se está utilizando para controlar recursos naturales o ganar concursos internacionales para sus propias empresas. ¿Qué pensaríamos si estas actividades ilícitas hubieran sido protagonizadas por Rusia? ¿qué no habría sucedido o estaría sucediendo todavía a nivel informativo o diplomático? Es seguro que hablaríamos de sanciones, de bloqueo… de un estado paria.

Sin embargo, en el ideario colectivo occidental persiste la imagen de que Putin, el malvado, está intentando recomponer la Unión Soviética conquistando por la fuerza los territorios junto a sus fronteras. Si se pudiera ver en una animación de infografía las bases o las infraestructuras militares de la OTAN que se han ido colocando alrededor de Rusia a lo largo del tiempo, veríamos que es justamente lo contrario: que es la OTAN quien está ocupando sistemáticamente todos los países de la antigua URSS para cercar a Rusia e inhabilitar su poderío militar y económico. Sólo los esfuerzos propagandísticos continuados, a modo de martillo pilón goebbeliano, pueden desvirtuar un hecho hasta lo indecible, dándole la vuelta hasta presentar como víctima al agresor.

Por todo lo que antecede, queda claro no me molesta en absoluto coincidir en algunos de los planteamientos de la política exterior rusa y que ni eso me acompleja ni voy a pedir perdón cada vez que hable o escriba sobre ello. Es más, tengo que decir que, durante los últimos años, Rusia mantiene unos posicionamientos mucho más sensatos que los del bloque atlantista. Al margen del garrafal error en Naciones Unidas con el tema libio, donde no impidió con su voto una encerrona que derivó en otra intervención ilegal e ilícita de la OTAN, a la vista está que ha sido Rusia quien ha paralizado una guerra total en Siria que hubiera llevado al poder a grupos afines al al Qaeda y ha solventado la crisis del armamento químico, ya prácticamente inutilizado en su totalidad.

En estos momentos EEUU y la Unión Europea están apoyando claramente a un gobierno neonazi en Ucrania y es Rusia quien está oponiéndose a la llegada del fascismo al poder en el corazón del continente. Siento auténtica vergüenza de pertenecer a un país y a unas instituciones supranacionales que están tratando por todos los medios de esconder este hecho y que se fuerzan en reeditar una guerra fría regional para conservar un status quo de supremacía y dominación global que solo se corresponde con el poderío militar, con la fuerza bruta, no con la realidad actual del mundo, mucho más multipolar, equilibrado y diverso.