Por qué voy a votar a Izquierda Unida

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Después de sopesar mucho si iba o no a votar, después de pensar muy mucho qué podía votar, me he decantado finalmente por la opción de Izquierda Unida. Tampoco pensaba hacerlo público, pero dada la efervescencia actual del debate entre grupos de la izquierda, he creído conveniente airear mis razones y mis temores por si son del interés o del desinterés del cualquiera que pueda leer estas letras. No he militado nunca en partido político alguno (salvo un breve escarceo de tierna juventud con el independentismo andaluz del que fui directamente expulsado por un aparato en proceso de derechización) y probablemente no lo haga nunca. A pesar de que he tenido algunos ofrecimientos más o menos jugosos, siempre he preferido mantener mi libertad e independencia. Y en esas estamos.

Sin embargo, en estas elecciones europeas el panorama se ha abierto enormemente. Además de IU, otras dos formaciones interesantes (realmente son muchas más), se disputan el voto de la izquierda real: Podemos y Equo (Primavera Europea). ¿Por qué he decidido finalmente obviarlas en esta ocasión?

En primer lugar, por la convicción personal de la necesidad de unión de la izquierda. Si la derecha se presenta en bloque, lo peor que nos puede suceder es tener enfrente una izquierda disgregada. Con los sistemas mayoritarios de representación, ello equivale a tirar bastantes cientos de miles de votos a la basura, un lujo que no podemos permitirnos en la actual tesitura de involución democrática y social.

Pero es que, además, ni Equo ni Podemos dicen representar nítidamente a la izquierda. Unos se escudan en que el movimiento verde debe ser transversal, otros en que el debate derecha-izquierda ya está superado. La deriva de los verdes alemanes ya me defraudó ampliamente en el pasado, en mi opinión perdieron el norte hace mucho —y todo mi interés— desde la extraña muerte de Petra Kelly y la derrota de los suyos a manos de la corriente de los «realos». Confieso que oír al verde Joschka Fischer,  de ministro de exteriores, defender las guerras de la OTAN coaligado con los socialdemócratas teutones me produjo un profundo asco y decepción.

En cuanto a Podemos, he leído con asombro algún artículo de Monedero tratando de justificar su posición sobre las derechas y las izquierdas y he de reconocer que, ni me ha logrado convencer, ni pienso que el mismo se creía lo que escribía. Más bien se trata de una maniobra oportunista para atraer el voto de algún despistado que de una convicción real dada su reconocida trayectoria personal y política. Mal empezamos, la insinceridad no es una buena cualidad para un político, en absoluto.

El discurso de Pablo Iglesias suele ser bastante impecable, bien articulado y puedo compartirlo ampliamente. Sin embargo, implementar un discurso de lugares comunes convincente para la izquierda actual es lo más fácil de todo. La praxis ya es otra cuestión, por eso necesitaría tiempo antes de poder decidirme a apoyar un embrión de proyecto así. Quizá dentro de 4 años podría replantearme la cuestión, pero no ahora, me asaltan muchas dudas, demasiadas.

Montar un partido en base a una cara no me parece sano ni aceptable. Pero sobre todo si analizamos qué grupo está detrás de la proyección mediática del personaje. Sin La Sexta ni Público sería imposible del todo pensar en la actual posición de Podemos. Aún a riesgo de parecer conspiranoico, no cabe duda de cuáles son los intereses espurios que puede haber  detrás de la operación: dividir el voto de la izquierda y poner palos en las ruedas al ascenso de Izquierda Unida, la única formación de izquierdas que puede poner en riesgo el bipartidismo y en peligro al sistema creado desde la transición. Y no, no me valen los increíbles argumentos machacones de que Podemos e IU pescan en aguas diferentes. El perfil de sus votantes potenciales coincide mayoritariamente. De hecho, en las últimas encuestas conocidas el ascenso de Podemos resta varios diputados a IU y de ahí su preocupación real en la recta final de la campaña.

Maniobra del PSOE o no, con apoyo oportunista del PSOE o no, lo único cierto es que Podemos atomiza el voto progresista y eso sólo es bueno para el bipartidismo que sustenta a «la casta» esa que tanto denigran cada vez que tienen ocasión. Un compañero no duda en afirmar en tono jocoso que Podemos es poco más que un proyecto de tesis doctoral, una investigación sociológica, un juego salido de un departamento de la facultad de ciencias políticas de la Complutense aprovechando el descontento social y la inercia del 15M. No me ha gustado nada oír a Iglesias contando una batallita en la presentación del libro ‘¡Abajo el régimen!’, en la que se vanagloriaba de su posición económica y de su clase social y luego acto seguido atacar a la casta política. Cosas así sencillamente, me hacen desconfiar de todo su discurso, no cuadran. Como decía antes, probablemente sea cuestión de tiempo que se resuelvan mis temores, quizá es que la experiencia me hace desconfiar en demasía, no lo podría decir con certeza.

El hecho innegable es que han logrado ilusionar a mucha gente bien intencionada con ganas de cambiar las cosas y conectarlas con su formación. Obviamente ellos y ellas merecen el mayor de los respetos, tenemos el mismo rumbo aunque vayamos en barcos diferentes. No obstante, entre un grupo testimonial ambiguo y una organización fuerte y estable, que tiene claro dónde se sitúa y cuál es su papel en la política, yo, evidentemente, se a quien quiero apoyar mañana. Y es a Izquierda Unida, sin ambages, a pesar de que siempre haya mantenido que se quedan a mi derecha y su candidato no me despierte pasiones…