El mensaje de Tsipras: «Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza»

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TOPSHOTS-GREECE-VOTEHasta hace unas pocas semanas, Alexis Tsipras era un loco peligroso que ponía en riesgo a la Unión Europea y había condenado a su pueblo a la ruina perpetua. La derecha incluso lo había convertido en un espantajo para agitar y hacer cundir el miedo ante cualquier intento interno de disidencia contra la doctrina oficial, del dictat alemán. Hoy, sin embargo, medios y políticos conservadores alaban sin tapujos la moderación del ex primer ministro griego y, posiblemente, en breve, ya sea considerado un estadista de talla internacional.

¿Qué ha cambiado en tan poco tiempo para que haya podido acontecer una transformación tan profunda? No es complejo de adivinar: Tsipras ha traicionado dos veces al pueblo griego, la primera cuando renunció a cumplir el diáfano programa electoral con el que se presentó a las elecciones; la segunda, cuando obvió el nítido no al referéndum sobre el programa de recortes impuesto por los acreedores y se plegó a las exigencias de la apisonadora europea. No es cuestión de matices, de medias tintas, de interpretación, de eufemismos o de neolenguaje. Cuando se produce un giro de naturaleza copernicana no valen simples explicaciones. Para algunos se trata incluso de alta traición y comentan que debería ser encarcelado por ello, por mucho que la renuncia de Tsipras a sus compromisos y a cumplir la voluntad popular complazca a la Troika y sus voceros.

Curiosamente, una parte de la izquierda española incluso alaba la supuesta coherencia de Tsipras al presentar su dimisión y por dar de nuevo la voz al pueblo griego. ¿Acaso no lo ha hecho dos veces en los últimos meses? ¿Les van a estar preguntando hasta que diga lo que todos los líderes de fuera de Grecia quieren oír? No, no es coherencia, es tacticismo de vieja escuela. El ex primer ministro ha dinamitado la coalición que lo ha llevado al poder hasta el punto de que casi la mitad de su Comité Central y alrededor de una treintena de los diputados y diputadas de Syriza ha osado desafiarlo aún sabiendo lo que les esperaba tras votar en contra del tercer e inútil rescate. Ese y no otro es el fin de la convocatoria, expulsar a la disidencia del partido y tener las manos libres para seguir aplicando el programa de Merkel para hacerse con el país y laminar cualquier tipo de esperanza de cambio para los países del sur.

La invasión germana de Grecia ya ha comenzado, no con divisiones de panzers, sino con capital financiero. Catorce aeropuertos regionales viables ya han caído en manos alemanas y lo poco que quede rentable en manos del estado correrá la misma suerte en breve. Pero no sólo Berlín va a enriquecerse a través de compras futuras a precio de saldo de los sectores productivos griegos, ya lo ha estado haciendo y mucho. Institutos de investigación y análisis económico cifran en más de 100.000 millones de euros lo que Alemania se ha ahorrado en intereses durante el último lustro al convertir al bono alemán en un valor refugio y bajar las tasas de interés por la alta demanda. El victimismo alemán es pura pose.

Pero si hay algo peor que la rendición total de Tsipras o la ruptura de Syriza es el fin del sueño de la construcción de una nueva Europa. Por mucho que se haya abierto cierto tímido debate en el seno de la Unión liderado por Francia, por mucho que el FMI haya dado signos de apostar por una quita de la deuda, nada va a cambiar a corto o medio plazo. Austeridad hasta la muerte, austercidio es lo que significa esta Europa de los mercaderes y los lobbies. Poco o nada va a diferenciar a Alexis Tsipras de Antonis Samarás, de Panagiotis Pikramenos o Lucas Papademos. Es cierto que lo ha intentado, pero cuando el pueblo griego dijo no de manera tan rotunda, debería haber llegado hasta el final, incluso si ello conllevaba la salida del euro. Con la recuperación de la soberanía monetaria, Grecia saldría del agujero antes de lo que lo hará dentro de la Unión, si es que algún día lo hace.

Lo admirable de esta farsa es que todo el mundo sabe que lo es, pero nadie se atreve a decirlo. Es como la fábula del rey desnudo. Este rescate no servirá para nada, fracasará como los dos anteriores. El dinero que acaba de llegar a Grecia estos días ya ha salido de ella excepto apenas unas migajas insignificantes. Los nuevos ajustes y subidas de impuestos lastrarán más la economía, la recaudación y la deuda se harán más y más impagables en un país cada vez más hundido y sin capacidad de reacción. Obviamente, Tsipras también lo sabe, pero prefiere estar dentro del club de los austericidas convencido de que, cuando decidan darse cuenta de lo inviable de sus propuestas, los socios vendrán al rescate.

De momento es una vana ilusión, no hay señales de que pueda ocurrir tal cosa, no hay nadie al otro lado. Como escribió Dante Alighieri en la Divina Comedia, «Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza», una frase que flanqueaba la entrada al campo de concentración de Mauthausen y que ahora debería hacer lo propio en la sede de la Comisión Europea en Bruselas.