Nakba: 60 Aniversario de una de las mayores operaciones de limpieza étnica de la historia reciente

2
369

Estos días se conmemora en Oriente Medio el robo de la tierra palestina para su entrega a los inmigrantes ilegales israelíes por parte de las potencias occidentales y una operación de limpieza étnica de lo que desde entonces algunos conocen como estado de Israel del que fueron expulsados sus habitantes con operaciones de terrorismo que hoy harían sonrojar a cualquiera.

Europa y Estados Unidos pretendían así lavar su cara por permitir el surgimiento de Hitler y para ello nada mejor que robar las tierras a gentes que no tenían nada que ver con esas atrocidades, a las que hicieron víctimas inocentes de otra atrocidad de descomunales proporciones. Centenares de miles de personas fueron desterradas de sus hogares mediante el uso y abuso del terror para tratar de conseguir un estado de pura raza aria judía con métodos parecidos a los usados por el III Reich. La Nakba, el desastre, como la conocen los palestinos sigue aún presente en la mente de muchos millones de personas y es uno de los principales problemas para la estabilidad del mundo, un problema creado hace sesenta años que no ha hecho sino aumentar de manera exponencial de la misma manera que Israel. A modo de un cáncer se ha ido extendiendo por fuera de las tierras que en principio le fueron asignadas por la ONU despreciando sistemáticamente al organismo al que debe su propia existencia. Su innata avaricia le ha llevado a ocupar permanentemente tierras de Palestina, Siria y Líbano y no tiene intención ninguna de devolverlas. Se está mofando permanentemente de planes de paz, de resoluciones de la ONU, del derecho internacional. Pero a pesar de todo, es un estado fallido. Sin una retirada a las fronteras anteriores al 67 no hay posibilidad de existencia de un estado palestino y más pronto que tarde tendrán que asumir la realidad de que únicamente es posible la existencia de un estado multiconfesional y multiétnico, nada que ver con los abominables sueños de pureza de raza o religión que anidaron en mentes intolerantes y enfermas de los padres de la patria judía.

Han pasado 60 años, suficiente tiempo para saber que un estado no se inventa de la nada, por mucho que los dólares y las bombas americanas quieran hacernos ver lo contrario. Se les ha acabado el tiempo. Si en sesenta años no han sido capaces de vivir en paz con sus vecinos a los que sólo les han propinado destrucción y muerte, nunca van a ser capaces de hacerlo. Los problemas de Líbano, Irak o Irán no serían tales sin la presencia de Israel y la subordinación de la política exterior norteamericana a sus intereses. El terrorismo yihadista encuentra en el estado hebreo su principal coartada para la propia existencia.

En sesenta años ha cambiado mucho el mundo, ya no es posible ocultar hechos como la Nakba, por mucho que literalmente expulsen a los historiadores judíos que valientemente estudian aquellos bárbaros hechos, por mucho que controlen a medios de comunicación o impongan la ley del silencio a gobiernos enteros. Hoy, en la era de internet, les será más difícil cada día imponer su halo de mentiras e ignominia como han hecho siempre. Por muchos museos del holocausto que abran en los puntos más alejados del mundo no podrán por más tiempo tapar las vergüenzas del pecado original de la creación del estado de Israel y su inhumana actuación con aquellos árabes que osaron quedarse en sus casas, con los palestinos de los territorios ocupados y con las poblaciones civiles vecinas, a las que no ha dudado en masacrar cuando ha creído conveniente sin ningún tipo de consideración ética o humanitaria. Han pasado sesenta años, su tiempo se les acaba.