Historia General de Al Andalus

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alandalus11No suelo hacer muchas recomendaciones de lecturas en los biTs, de hecho creo que es la primera que hago en los años que llevo actualizando el blog, pero esta vez sí que merece la pena. Este libro se refiere a un hecho local en el sentido actual de la palabra, pero es fiel reflejo de un principio universal: la Historia la escriben los vencedores, a veces incluso hasta directamente se la inventan; luego, el paso del tiempo se encarga por pura repetición goebbeliana de que las ruedas de molino intragables se conviertan en apetecibles rosquillas y nadie se atreva a cuestionarlas so pena de ser considerado un freak en el sentido literal de la palabra, en alguien extravagante movido por oscuros intereses. Ni la opinión pública ni el mundo académico, habituados a vivir cómodamente en la mentira, ve bien que se muevan los cimientos en los que se asientan muchos de sus conocimientos y pensamientos. Antes de aceptar un cambio radical es necesario tener la mente muy abierta, presentar cierta tendencia a lo iconoclasta o —por qué no— tener predisposición a aceptar giros tan profundamente copernicanos como los que propone Emilio González Ferrín en su Historia General de Al Andalus.

En mi caso había una mezcla de todo, desde hace años venía oyendo con interés a ciertos historiadores y pensadores que echaban abajo todo el corpus de pensamiento de la supuesta conquista árabe de Hispania y la posterior reconquista cristiana. De entre ellos Olagüe era el más conocido, su libro «La Revolución Islámica de Occidente: Los Árabes no Invadieron España» fue un auténtico hito allá por los años sesenta del siglo pasado. Como libro pionero es posible que tuviese errores u omisiones importantes, pero no hay duda de que plantó una semilla que ha ido creciendo lentamente hasta dar frutos tan importantes, maduros y apetecibles como este libro que ahora nos ocupa.

Puedo imaginar las caras de muchos de los lectores del ensayo cuando se les enfrenta a la posibilidad de que el famoso general Tarik, supuesto responsable de las milagrosas tropas árabes que invadieron la Península Ibérica, en realidad se llamase Tarico, fuese visigodo, hablara latín y rezara al dios de los cristianos. Personalmente he lanzado este mensaje sin anestesia a diferentes personas con ánimo provocador para estudiar su reacción. Generalmente oscila entre la más absoluta incredulidad hasta el oír una especie de clic en el disco duro mental del interlocutor que parecer decir ¡eureka!, como si acabara de encontrar el eslabón perdido que le permitiese conectar tiempos remotos de su pasado hasta la fecha inconexos.

Y es que, si algo permite esta publicación, es precisamente considerar a este periodo de renacimiento dentro de la oscuridad general del medievo, no como algo extraño y ajeno, sino como algo consustancial a nuestra tierra y a sus gentes, que ni comenzó en el año 711 ni terminó en 1492. Que la historia de un pueblo no se define a saltos ni en cortes drásticos de periodos totalmente diferentes o contrapuestos. La historia de Andalucía y la de España no se define por el color de un supuesto invasor, como yo mismo escribía en 2004 en la Guía Didáctica del PN Los Alcornocales:

(…) no se puede caer en el reduccionismo de plantear nuestra historia como una sucesión de invasiones alóctonas, (…) cada grupo humano que se asomaba por estas tierras se iluminaba con el mestizaje con la población local y alcanzaba cotas de esplendor inimaginables previamente por ambas partes.

No podemos ni debemos olvidarnos del sustrato original, del poso que la población nativa andaluza lleva a cuestas tras 3.000 años de vida urbana y de la organización social que ello implica. Sin él no podrá comprenderse debidamente ningún periodo de nuestra historia. A pesar de los esfuerzos por eliminar o menospreciar todo rastro o huella de lo autóctono, trabajos como el de Emilio González Ferrín nos hace reconciliarnos con nuestro pasado, por eso no es de extrañar que se esté convirtiendo en un libro de culto, en una publicación de lectura obligada para todas aquellas personas que pretendan encontrar explicaciones a los hechos del pasado desde una perspectiva alejada de los mitos y leyendas escritos siglos después con intenciones que nada tienen que ver con la narración o interpretación de unos hechos, sino con la tergiversación de los mismos en beneficio propio, en muchos casos para crear o reforzar identidades nacionales laxas o artificiosas, a la vez que se ahogan sentimientos de pertenencia nacidos a contracorriente del orden establecido o se perpetra el robo de la identidad de todo un pueblo y su apropiación por otras colectividades mayores o más poderosas.