Las recetas de la derecha contra la crisis

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Austeridad, reducción del gasto público, mantener el superávit y bajar los impuestos son las medidas estrella del PP para capear el temporal económico en el que estamos inmersos. No es que me agraden ciertas medidas de las que ha tomado el gobierno —esos 400€ de marras para ricos y pobres—, pero el caso es que la derecha siempre usa la misma medicina para todas las enfermedades, es como esa famosa pastilla que daban en la mili: menos estado y más liberalismo. Es lo que se viene en llamar arrimar el ascua a su sardina. 

No escarmientan, este personal cree que somos unos pardillos indocumentados. La actual crisis es hija de los abusos del liberalismo y de la falta de control de los estados sobre la economía financiera. Cuando los analistas económicos casi sin excepción hablan de la necesidad de una mayor regulación de los mercados, tal y como ahora dicen del comercio virtual petrolero, nuestra marca local neocon pretende todo lo contrario, dar más libertad y autonomía a las corporaciones.

El sacrosanto objetivo del déficit cero no debe ser una meta en sí misma. En nuestro estado hemos sido más papistas que el papa cuando vecinos como Francia y Alemania se lo han pasado por el arco del triunfo para poder afrontar momentos delicados. Tener superávit cuando hay carencias en educación, sanidad, I+D, infraestructuras, etc., debería ser delito de prevaricación. Personalmente no es que me emocione cambiar hormigón por ladrillo pero lo único que puede frenar un desastre en el empleo es un aumento de las obras civiles, lo que puede hacer la vivienda más asequible es la construcción de promociones públicas o de precio protegido, en momentos como estos el estado debe proteger todavía más a los más débiles. El liberalismo ha provocado esta burbuja inmobiliaria cuyo estallido está llevando a la ruina a miles de familias y ha imposibilitado a millones la consecución de un derecho constitucional como el acceso a una vivienda digna.

La austeridad y la bajada de impuestos sólo provocará el mismo déficit pero con más paro y con menos armas para encarar el futuro. Las familias saben que, aunque no se pueda vivir eternamente endeudadas, para tener cierta calidad de vida, no está mal vivir un poco por encima de las posibilidades inmediatas sin poner en riesgo todo el presupuesto doméstico. Todos lo hacemos.