Votar por las ideas es el único voto útil

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que vote Rita

A pesar de que soy un animal político desde que era sólo un cachorrillo, he pasado la práctica totalidad de mi vida sin acudir a las urnas, practicando una abstención consciente y combativa. He coincidido activamente con aquellos postulados anarcas que se reflejaban en aquel histórico cartel de la CNT, que con una espectacular foto de la inolvidable diva del cine en una escena de la película Gilda y un encabezado que rezaba  “Que vote Rita”, pedía la abstención. Recuerdo también aquella pegata histórica, diseñada para colocar en las papeleras y contenedores de basura con el lema “Deposita aquí tu voto”.

Y es que aún pienso que el principal problema de la cosa política es inherente a la propia existencia del poder y la desigualdad. Mientras ambas cosas existan habrá corrupción, habrá violencia estructural e institucional, habrá opresión, injusticia… y si miramos más hacia arriba, guerras, colonialismo e imperialismo. Sin embargo, también pienso —a veces— que no es solidario desentenderse del todo de la manera que se nos ha dado para organizarnos y que hay un pequeño margen para detener la involución conservadora que nos estrecha, cada vez más, los ámbitos de decisión en los que, graciosamente, se nos deja opinar y los derechos que nuestros padres y madres conquistaron años atrás.

Por eso, no sin dudas, desde hace 4 o 5 años estoy yendo a votar cada vez que hay una convocatoria electoral. Y lo he hecho invariablemente por Izquierda Unida y, en menor medida, por Equo, cuando la candidatura de la coalición de izquierdas en mi ámbito territorial concreto era sencillamente impresentable. Me alegré sobremanera de la sacudida que supuso la irrupción de Podemos en el panorama político y de la manera que influyó en el resto de partidos. Así lo dejé reflejado en varios artículos que publiqué en los biTs Rojiverdes y en algunos medios más con los que colaboro. Sin embargo, la endeblez de sus programas electorales, sobre todo en los temas que más trabajo, me hizo mantenerlos en la nevera, a la espera de una mayor concreción, consciente de que el diablo está en los detalles.

Y así ha sido, hasta hoy. Entiendo que un partido tiene que hacer ciertas renuncias para ejercer el poder, que es necesario aceptar las reglas y no saltarse las líneas de juego marcadas de antemano. Pero una gran duda me sobrecoge, si para llegar al gobierno Podemos es capaz de renunciar a tantísimos principios irrenunciables ¿qué no será capaz de hacer, si llega al poder, por conservarlo? Muchos compañeros y compañeras me repiten que no es hora de empantanarse en guerras fútiles, que hay que llegar arriba para, cuando se detente, ser capaz hacer estos cambios sin que sea posible frenarlos. Aunque se trate de un loable ejercicio de buenismo, no puedo creerlos. Quizá sea por la experiencia vivida en este tipo de situaciones, quizá por mi mala hostia, quizá por ser más diablo que viejo… pero creo que será todo lo contrario: las renuncias programáticas se harán más y más grandes. Se aducirá la necesidad de pactos con otras formaciones, se aducirá falta de soberanía, obligatoriedad de consensos más amplios, etc., etc.

Ojalá me equivoque y mi ojo clínico se haya vuelto vago, pero no espero nada. Las giros dados en algunas cuestiones centrales han sido copernicanos. Ahora la OTAN es necesaria, las bases militares de EEUU se respetarán, la escuela concertada es digna de apoyo, la campaña se hace presumiendo de que Podemos, como los Lanister, siempre pagan sus deudas —las legítimas y las ilegítimas—. Se pone al frente de listas a militares atlantistas copartícipes de guerras de agresión como la de Libia, a guardias civiles, a jueces que procesan sindicalistas por protestar contra las políticas liberticidas del PP, a ideólogos de las guerras de Estados Unidos… ¿qué será lo siguiente?

Para mí, que llevo manifestándome contra la OTAN y las bases ininterrumpidamente más de 30 años, la deriva militarista ha sido la línea roja que no voy a cruzar para asaltar un cielo de saldo. Para administrar el purgatorio ya hay muchos voluntarios. Al parecer, el problema es que tengo mochila y que no pienso renunciar a ella. Mi mochila es mi tesoro, mi bagaje, mi memoria, mi yo más profundo. Soy de izquierdas, me sitúo más a la izquierda que IU y no quiero más viajes al centro que los de Julio Verne. Quizá Podemos prefiera gente menos polarizada, más intercambiable, menos ideologizada, más amnésica… es lo que tiene pescar en los caladeros del PSOE otánico o situarse donde dicen los estudios demoscópicos que se sitúa la población española, en el centro izquierda pero rascando el 5, que sería la centralidad absoluta.

Por eso, aunque le desee suerte a Podemos, optaré por votar a Alberto Garzón, no se avergüenza de ser de izquierdas, no quiere engañar a nadie para conseguir más votos, no se disfraza. El programa de IU es, con diferencia, el mejor de todos (tanto el escrito como el implícito). Su campaña ha sido la más brillante, imaginativa y exitosa de todas. A pesar del boicot activo al que ha sido sometido por la casta mediática, su equipo ha sabido sobreponerse y ha arrasado como nunca en todas las convocatorias y mitines que han organizado. Han colado sus mensajes en las redes sociales con un admirable ingenio. Y desde luego que no ha sido bendecido por la cúpula empresarial —como ha hecho Rosell con Podemos—, no ha sido domesticado. Como Izquierda Unida sigue siendo un problema para los poderosos, ha sido condenado por estos a la invisibilidad mediática más absoluta, no es la primera vez que ocurre. En igualdad de condiciones su resultado sería espectacular pero creo, espero y deseo, que al menos salvarán los muebles y podrán seguir dando caña otros cuatro años más contra los oligarcas que nos quieren pisar el cuello.

Quién sabe, quizá uno no esté preparado para salir de la trinchera, para cambiar el boli por el maletín. Quizá mi voto no sirva de mucho, pero en conciencia no puedo hacer otra cosa. Ese soy yo. Como diría Gilda: put the blame on me. Votar por las ideas es el único voto útil, para tener que taparme la nariz antes de coger el voto, me quedo en casa.