El negocio de las víctimas

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La dimisión de Ana María Vidal-Abarca, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, esa especie de casa común de las asociaciones de víctimas, ha puesto de manifiesto el doble negocio generado en nombre o alrededor de los damnificados por las acciones de ETA.

El negocio más conocido es la explotación o instrumentalización del dolor de las víctimas para la búsqueda de réditos partidistas. Un inicial lobby españolista en Euskadi poco a poco ha ido derivando en una alineación patente con la más rancia derecha nacionalista centrípeta y en el aliado necesario para la ruptura del autodenominado “Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo” que pretende patrimonializar la lucha antiterrorista del lado de las filas del Partido Popular. Ese precisamente parece haber sido el origen de la dimisión de Vidal-Abarca, tal y como se desprende de sus propias declaraciones. El punto álgido de esta estrategia rupturista ha sido la convocatoria de la manifestación contra la posibilidad de apertura de negociaciones con ETA y el MLNV para tratar de lograr la disolución de la banda y la superación definitiva del conflicto político vasco. Las coincidencias en el tempo y el argumentario del PP y su cohorte de hooligans mediáticos son más que evidentes.

Pero, además de la puesta a disposición de las víctimas al servicio de un proyecto político de agitprop con función de ariete junto a la Conferencia Episcopal, a determinados periódicos y emisoras de radio, otros turbios asuntos hacen dudar de la honestidad, credibilidad y objetivos de muchas de las asociaciones de víctimas, principalmente la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la organización mayoritaria y con más peso específico de todas.

Con las escuetas palabras de Abarca al hacer efectiva su dimisión, también se abrió el melón de las irregularidades en la gestión económica de los fondos que nutren las arcas de las distintas instituciones que pretenden representar los intereses de las víctimas. Hace pocos días, el presidente de la AVT, José Alcaraz puso una denuncia en los juzgados contra una junta directiva anterior por presuntos delitos pecuniarios. Pero, a la vez, el hecho se relaciona con la petición de una auditoría de las cuentas de la AVT por parte de la Fundación, con lo que la maraña parece tiene más flecos de lo que pudiera parecer inicialmente.

Y lo peor es que llueve sobre mojado. Revisando las hemerotecas es posible encontrar antecedentes cuando menos curiosos sobre irregularidades pasadas de la AVT: gastos de representación astronómicos, nepotismo familiar, dineros sin justificar, notas de reparo oficiales, subvenciones paralizadas por malas praxis, etc. Y es que 300.000 pesetas de las de antes por una noche de hotel pagados por una ONG parece, como poco, excesivo. Máxime cuando el dinero procede básicamente de las arcas públicas. La austeridad, ejemplaridad y transparencia no debe ser una obligación impuesta, sino una norma básica de funcionamiento.

En abril de 2002, Abarca, entonces vocal de la Asociación de la que había sido fundadora y presidenta, dimitió para favorecer una investigación de las cuentas de la organización, de nuevo bajo sospecha de malversación. Parece que la historia se repite de manera tozuda y machacona. Lo que no debe permitirse esta vez es otro laisser-faire de las autoridades, los media y la sociedad en general, acallada o amordazada por la tiranía de lo políticamente correcto.

Los extraños números de la AVT , de Interviú