Los Alcornocales: Un Parque de futuro

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1989 está siendo el año de Los Alcornocales. La conjunción de una serie de coyunturas y factores de tipo sociopolítico, así como la puesta en valor del inmenso patrimonio natural y cultural del Parque entre amplios segmentos poblacionales, lo han puesto de moda en los contextos regional y nacional.

Sin duda, la grabación de un documental para la National Geographic, el primero rodado sobre fauna europea, supuso un punto de inflexión decisivo en su divulgación más allá de los límites estrictamente circunscritos a su ámbito de influencia. Pero la elección como parque piloto para la puesta en práctica de políticas estandarizadas para el conjunto de parques integrantes de la RENPA, o la decisión de ADENA-WWF y la C.M.A. de dar a conocer los implicaciones de la Directiva Hábitats entre los colectivos sociales y profesionales que intervienen en su gestión, promoción y conservación, están contribuyendo igualmente a ello.

La mayoría de los documentos sobre turismo en Andalucía coinciden en señalar las potencialidades de los Alcornocales para atraer en un futuro no muy lejano una masa de visitantes importantes y diversificados. En este sentido, el Programa de Uso Público, actualmente en fase avanzada de redacción, contribuirá a planificar la inevitable expansión de un sector que ya está causando problemas en determinados parques declarados antes de la promulgación de la Ley 2/89.

Pero, ¿responde realmente el Parque a todo lo que se espera de él?¿o son simplemente el resultado de operaciones de marketing a las que estamos bastante habituados?

Para no ser exhaustivos, pueden resumirse en cuatro los factores que convierten lal P.N. Los Alcornocales en lo que algunos científicos denominamos como una de las diez maravillas naturales de Europa.

En primer lugar, merece destacarse el excelente estado de conservación de sus masas forestales. A diferencia de los montes alcornocales de otras latitudes, esta especie halla en el Parque su óptimo climácico, formando parte de ecosistemas maduros, con una densidad y cobertura sin paragón. El calificativo de “la última selva mediterránea” usado en la promoción del Parque Natural le viene como anillo al dedo, sobre todo en los lugares especialmente húmedos, donde se alcanza alrededor de los 1400 litros por metro cuadrado al año, aunque no es raro que en periodos especialmente lluviosos, se superen los 2000 litros. Historicamente, el mayor valor del corcho sobre otros aprovechamientos como el carbón o la madera, menos respetuosos con la sostenibilidad del recurso, ha contribuido a preservar más o menos intactos los ecosistemas en los que se asientan. Su particular orografía, de relieves abruptos, el sustrato edáfico y la climatología han hecho el resto.

La explotación y gestión del alcornocal es una de las actividades más generadoras de empleo y riqueza en los pueblos interiores del Parque. Las labores selvícolas, ejecutadas en su mayor parte por la empresa pública EGMASA en el 25% de los montes de titularidad pública, convierten al Parque en el mayor empleador de municipios como Alcalá de los Gazules, Jimena de la Frontera o Cortes de la Frontera. Si a ello unimos la ayudas europeas a la mejora del monte alcornocal, el auge de la actividad cinegética, la explotación de las ganaderías vacuna retinta y porcina ibérica, y la producción de determinadas manufacturas, se completa una economía en contínuo auge, aunque, todavía a la espera de líneas más claras de promoción y comercialización que discriminen los productos y les proporcionen un sello de calidad acorde con sus caracterísiticas intrínsecas. En este sentido, el Instituto Andaluz del Corcho —aún en fase de concreción— y la creciente incorporación de productores a asociaciones y entidades normalizadoras o promocionales, auguran cierta bonanza para las economías serranas.

Retornando a los valores que hacen realmente singular a este espacio, no podemos dejar de lado a los ecosistemas relictos que aún subsisten en Alcornocales. Los quejigares de roble andaluz, o la vegetación de ribera de los canutos (arroyos de montaña), son magníficos ejemplos de ello. Las especiales condiciones climáticas del Parque han permitido la pervivencia de restos de vegetación tropical gracias al invernadero natural que se conforma en los bosques galería de los valles serranos. Temperaturas muy constantes y suaves durante todo el año por causa de la termorregulación de las masasde agua oceánica y mediterránea; una ditalada época de lluvias, y la presencia de frecuentes nieblas durante la estación seca, permiten el desarrollo de elementos vegetales “impropios” de estas latitudes, a veces más relacionados con areales tropicales o subtropicales. Ese es el caso de numerosos helechos, verdaderas joyas florísiticas del Parque que hacen de Alcornocales una de las zonas pteridológicas más importantes de la Europa continental.

La riqueza ornítica también es destacable. A la lógica abundancia permanente de aves, dado el estado de pureza de los ecosistemas, se le une el que, por su privilegiada situación geográfica, puente entre dos mares y dos continentes, alrededor de trescientos millones de aves se ven obligadas a cruzar el Estrecho de Gibraltar. El Parque Natural se convierte así en el lugar idóneo para descansar y alimentarse en las migraciones pre o postnupciales anuales. Actualmente, la espectacularidad de los pasos migratorios está derivando de los círculos meramente científicos para llegar a amplios sectores de la población. La construcción de observatorios ornitológicos o el programa MIGRES, ya en su segundo año de funcionamiento, son algunas de las iniciativas adoptadas en tal fin. Aún resta la cristalización definitiva de programas de educación ambiental destinados fundametalmente a la población del Parque y su entorno.

El patrimonio histórico y etnográfico es otro legado de valor incalculable en Alcornocales. La condición de puerta de entrada desde el continente africano, ha propiciado la penetración de numerosas etnias y civilizaciones que dejaron sus restos por todo el Parque Natural. Dos épocas muy distintas fueron especialmente prolíficas para la arqueología. La Prehistoria (Neolítico y Edad de los Metales), de la que se conservan fundamentalmente abrigos con pinturas rupestres esquemáticas, y la Edad Media, que configuró la tipología arquitectónica actual de muchos de los municipios de Alcornocales.

Del casi centenar de cuevas existentes, tres de ellas están incluidas en los senderos ofertados por el Parque. A través de sus dibujos, pueden observarse escenas de caza y pastoreo, fauna de la época, danzas, ritos… y un sin fin de aspectos de la forma de vida prehistórica hasta los albores mismos del nacimiento de nuestra era, ya que en la Laja Alta (Jimena de la Fra.) podemos admirar las embarcaciones que, viniendo del mediterráneo oriental, colonizaron el sustrato ibérico y dieron lugar a míticas culturas como Tartessos.

De la época árabe son la mayoría de los pueblos de Alcornocales. Desde su denominación (Alcalá, Medina…) hasta la disposición de sus calles perfectamente adaptadas a la orografía del terreno, con sus laberínticos callejones y sus casas coronadas por tejas. En la cima del pueblo, un castillo domina el entorno. El calificativo “de la frontera” con el que se denomina a 5 de los 16 pueblos del Parque, delata la importacia de la zona en los años del reinado nazarí, cuando la línea de frontera del pueblo andalusí de Granada con los reinos cristianos se situaba justamente en estas comarcas.

Los Alcornocales, el gran espacio desconocido al sur del sur, está dejando de serlo a marchas forzadas. Aprovechar las fortalezas y oportunidades del Parque Natural para la elevación del nivel de vida de sus habitantes es una ocasión histórica que no debe dejarse pasar desde una perspectiva respetuosa y sustentable. La experiencia acumulada en otros espacios, debe servir para planificar correctamente las líneas maestras del futuro, un futuro que será tanto más prometedor cuanto más se implique a la población en su definición y concreción y cuanto más coordinación exista entre las administraciones competentes.

Juan Luis González Pérez
Publicado en la revista Andalucía Ecológica