Mañana podría llegar el fin de Mubarak

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Al dictador se le están acabando los apoyos internacionales. Ya sólo le queda Israel como aliado incondicional, ellos siempre han sido de la opinión de que Mubarak “a medio plazo logrará acabar con las protestas utilizando las vías más o menos brutales a su disposición”, dios los cría y ellos se juntan, dice el refranero popular. EEUU es el mejor termómetro para diagnosticar el estado del moribundo presidente y, por lo que se ve, ya está reculando visiblemente, al menos en público. Su postura oficial ha ido deslizándose desde el apoyo incondicional al régimen, pasando por la petición de reformas inconcretas hasta la demanda inmediata de cambios hacia una democracia plena.

Bajo ningún concepto quiere una revolución popular similar a la liderada por el Ayatollah Jomeini en Irán. Por eso no quiere parecer alineado con Mubarak a pesar de haber sido su principal soporte durante 30 años. EEUU ha sido el cómplice necesario del faraón para mantener la represión contra la población egipcia y las manos que han manejado a distancia los hilos de la política exterior de El Cairo que ha servido, entre otras cosas, para encarcelar en un gran gueto al pueblo palestino de Gaza y perpetrar contra él todo tipo de crímenes contra la humanidad. Con su hipocresía habitual, el mismo imperio que ha subcontratado a Egipto para torturar a sospechosos de terrorismo y combatientes ilegales, exige ahora el respeto absoluto a los derechos humanos para apaciguar los ánimos de la hastiada y enfervorizada población.

Mientras EEUU e Israel esperan atentos el desenlace de la compleja trama desencadenada en la calle, paralelamente juegan la baza de El Baradei fabricando un líder alternativo casi de la nada para evitar que la única oposición política real, los Hermanos Musulmanes, lleguen al poder.  Si no les sale bien, ya están valorando detener la ayuda económica anual de alrededor de 1.500 millones de dólares para gasto militar, es obvio que no desean armar a un enemigo potencial. Mañana podría ser un día clave, se espera una respuesta popular masiva a los cambios de fichas efectuados por Mubarak. La policía está acuartelada y los militares han anunciado que no atacarán al pueblo, incluso han calificado la revuelta como legítima. Todos los ingredientes están preparados para que se cocine el triunfo del segundo levantamiento en una dictadura del Magreb y Oriente Medio.

Si todo cuaja como se prevé, habría que convocar cuanto antes elecciones generales libres y transparentes, no parciales como ha ofrecido el nuevo vicepresidente Suleiman en algunos distritos e iniciar un nuevo proceso constituyente para la redacción de una constitución más garantista. Poner a dedo presidentes interinos nombrados por Mubarak o por occidente para controlar un proceso espontáneo de fuertes convicciones democráticas y libertadoras sería repetir otro error garrafal de inesperadas consecuencias.