Apuntes para el día después

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Pocos se acuerdan ya de la Guerra del Golfo, el ser humano tiende a borrar de su subconsciente todo aquello que le pueda resultar incómodo o desagradable. Pero esta vez se lo han puesto más fácil que nunca. La espectacular farsa maquinada por los militares con la complicidad de los media ha propiciado la visión de un conflicto bélico de manera similar a la batallita de un videojuego. Tanto es así que algún periodista la ha denominado “la guerra que nunca existió” por la débil impronta que ha dejado en la conciencia colectiva de los occidentales cómplices del genocidio del pueblo iraquí. Sin embargo, esta calificativo no es el único que ha quedado después del fragor de la masacre. “La más cobarde de las guerras”, como la denominó un rotativo del Tercer Mundo, también cuadra perfectamente a los hechos que allí sucedieron: aplastamiento de un ejército preparado para luchar a la manera de los años cuarenta a mano de las élites de los países más avanzados del mundo con armamento de la Guerra de las Galaxias.

¿Para cuándo las cifras reales de muertos de soldados y civiles iraquíes? ¿para cuándo las imágenes de destrucción de objetivos militares estratégicos en las milenarias ciudades de Mesopotamia? ¿Cuándo podremos ver lo que sucede de veras con una población desabastecida que muere de hambre y enfermedades? ¿Y el alcance de las catástrofes ecológicas en Irak y Kuwait?

No, no interesa que veamos —aún al menos— el estado de una población que ha recibido más bombas que toda Europa durante la II Guerra Mundial. Sólo nos han invadido con las imágenes más crudas del éxodo kurdo provocadas por el tirano. Imágenes parecidas en horror a las ocurridas hace algunos años pero en aquel entonces tapadas con el tupido velo de la doble moral hipócrita que entonces protegía al aliado Sadam, freno a la expansión del integrismo árabe.

Ya nadie habla o escribe sobre el secular conflicto fronterizo sobre el que se iba a discutir una vez finalizada la contienda, unas fronteras trazadas en una tienda de campaña en 1922 con objeto de castrar para siempre el desarrollo de Irak. Tampoco se dan demasiada prisa en anular el embargo. Estratégicamente es interesante prolongar aún más el sufrimiento de la población para que se subleve contra su incombustible dirigente que permanece al frente de un país arrasado, ocupado militarmente y en una guerra civil provocada, en cierto modo, también por occidente.

Mientras tanto, ¿qué ocurre en Kuwait?, ¿qué es de aquellas promesas de democratización y de la creación de un estado de derecho?. Si mi memoria no me falla, las justificaciones morales y éticas a la intervención militar se basaban en el restablecimiento del orden internacional y en la defensa de la libertad, de la justicia y de otra serie de valores que, como apunta Chomsky, no son sino las perogrulladas tradicional que Bush, el presidente norteamericano, utiliza para justificar su política internacional que en la praxis nada tienen que ver con el contenido real de los conceptos por él utilizados.

Bandas organizadas de militares kuwaitíes se han paseado por las calles deteniendo, interrogando, asesinando y deportando a palestinos sospechosos o no de colaborar con el invasor. Los mismos palestinos que, en su diáspora, se establecieron en aquel país trabajando como esclavos, sin derechos laborales, cobrando menos de la cuarta parte del salario que cobraría un kuwaití por el mismo trabajo, sin posibilidad de adquirir una casa propia o unas tierras aún a pesar de haber nacido allí y haber colaborado al engrandecimiento de Kuwait.

Sólo 60.000 hombres de los casi dos millones de residentes en el emirato tienen derecho a voto, no existen los partidos políticos, está limitado el derecho de reunión, existe la censura en los medios de comunicación… La Asamblea Nacional puede ser disuelta a voluntad de Al Sabah, familia que controla tanto el gobierno como los consejos de administración de las mayores empresas del país. Las promesas que hicieron a la oposición de democratización han caído en saco roto con la complicidad norteamericana que no puede actuar porque sería una ingerencia en los asuntos internos de otra nación. ¿Qué continúa haciendo si no en Irak?

Por último, veamos en qué situación está el conflicto árabe israelí, el cual iba a tener pronta solución una vez finalizada la guerra en el marco del nuevo orden internacional. Ya ningún gobierno occidental importante considera fundamental la participación de la OLP, la legítima representante del pueblo palestino, como reconocen más de cien países, en las conversaciones de paz con Israel. Sin embargo, olvidan que hace unos años si reconocieron a la organización sionista como representante ante la ONU en el momento en que fueron robadas las tierras a los palestinos.

También, en su desfachatez, todavía van más allá. Se niegan a la presencia de la ONU en las negociaciones, ya que la postura del citado organismo sería el estricto cumplimiento de las resoluciones 242 (1967) y 338 (1973), cosa que Israel nunca hará.

Sin embargo, la culpa del bloqueo negociador es absolutamente de Siria por no aceptar las condiciones de Israel. Ahora incluso plantean la posibilidad de realizar la conferencia de paz de Oriente Medio sin la participación Siria, nación en parte ocupada por Israel, que está siendo presionada diplomáticamente por los EE.UU. y sus aliados en el Golfo para que abandone su postura intransigente.

Las posturas anteriores a la Guerra del Golfo es fácil comprobar que no se han movido un ápice. Ante la brutal demostración de fuerza norteamericana, ante esa bestial matanza colectiva desde el aire —que no guerra— se ha reforzado el papel preponderante del Imperio en todo el mundo, el cual seguirá dividido, ya no por un mundo como el de Berlín, sino otro más infranqueable situado más o menos hacia el norte del Ecuador: el muro de la explotación, el muro de la desigualdad, de la miseria y de la insolidaridad entre los pueblos.

Copyleft Juanlu González
Publicado en Tribuna Abierta de Europa Sur
13/07/1991