¿A que tienen tanto miedo?

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Desde las 4 de la tarde del 14M, las presiones norteamericanas sobre los socialistas españoles han ido ganando en intensidad. Sigo sin explicarme cómo Powell sabía tan claramente que ZP iba a alcanzar el gobierno a esa hora temprana del día electoral, aunque claro, a un representante del poder omnímodo es difícil que nada se le escape, y menos en asuntos de tanta relevancia. Días después, el corderito de Wolfowitz nos ha tenido que recordar —por si lo estábamos olvidando— que España es un país de valientes, que para eso inventamos las corridas de toros. Incluso Kerry, especie de Bush descafeinado como lo llaman por aquellas tierras trasatlánticas, le ha recordado a Zapatero Prodigioso que no ceda ante el terror y que mantenga en Irak las tropas invasoras del Plus Ultra.

Pero la paciencia se les está agotando tras cada negativa recibida. El emperador ya ni se acuerda en los discursos de que aún hay tropas desplegadas dentro del contingente de invasores. No se acuerda de los 11 militares que han dejado su vida para ayudarles a robar el petróleo. Sus infiltrados, esos que aún hoy osan ver en ETA a los responsables —contratadores— de la masacre terrorista de Madrid, tocan a arrebato desde los medios que tantos euros les costó controlar durante estos ocho años de involución democrática para crear cierto grado de alarmismo que haga adeptos a la causa del belicismo preventivo.

¿De que tienen tanto miedo? No recuerdo si fue Caldera o Blanco, para el caso es lo mismo, quien dijo que con la llegada al gobierno de los socialistas se abría camino una nueva forma de concebir las relaciones internacionales, un nuevo orden mundial. A pesar de la lógica sorna con que los analistas de la derecha acogieron el anuncio, el auténtico pavor que está desatando en el gobierno yankee indica que se camina en la buena dirección. Obviamente el poderío militar desplegado por el ejército español no tiene relación proporcional con el grado de cague que desata su retirada. Las repercusiones de una eventual retirada hay que buscarlas en la sacudida diplomática y en aspectos políticamente más ejemplificadores para otros países occidentales.

La decisión del envío de tropas fue un acto antidemocrático tomado por un gobierno con marcados y progresivos tintes autoritarios. Ahora han sido literalmente expulsados por una ciudadanía harta de mentiras, de manipulaciones, de soberbia y, sobre todo, harta del desprecio hacia su opinión. Imagino que cuando los populares pedían el voto masivo como acto democrático supremo en respuesta a los atentados del 11M lo hacían con la boca pequeña. La abstención siempre ha sido de izquierdas. La ministra en funciones Pilar del Castillo ya se ha retratado en este sentido. ¿Qué pasaría si otras opiniones públicas tomaran ejemplo de lo sucedido en España?. Si además de nuestro país, algún otro estado europeo retirara sus tropas de Irak, los EEUU irían perdiendo capacidad de presión para retener a esa miríada de pequeños países que contribuyen a internacionalizar un conflicto básicamente unilateral desde su concepción. El emperador quedaría desnudo ante sus súbditos.

Moratinos, posible nuevo ministro de exteriores del gobierno de Zapatero, ha declarado en varias ocasiones que la guerra ha sido un fracaso. La inestabilidad de Irak, el aumento del terrorismo internacional dentro y fuera de sus fronteras son hechos fácilmente constatables. Sería pues la hora de ceder la responsabilidad a los iraquíes y a la ONU como garante de la legalidad internacional. Nada más que con admitir tal posibilidad o si ésta fuera refrendada por una mayoría de países en el Consejo de Seguridad, Bush y sus lobbys perderían las elecciones. La vuelta al multilateralismo después de más de 500 muertes, muchos millones de dólares dilapidados y con un botín más exiguo del planeado sería algo que nunca podrían asumir en la Casa Blanca.

Esa es la razón por la que la diplomacia, en la acepción más abyecta pero habitual del término, se ha puesto a trabajar para frenar los compromisos del futuro gobierno socialista con su población o las dudas que empiezan a surgir en Polonia y otros países de la santa alianza contra el Islam. Cuando la bota yankee apriete con fuerza, de los de abajo depende que no se olviden de una de sus más fundamentales promesas y de la causa fundamental que los ha llevado a recuperar un poder que apenas si tenían esperanzas de alcanzar. Ahora más que nunca, no debemos bajar la guardia.

Publicado en Cartas a Rebelión