El 90% de los judíos de Israel está de acuerdo con la masacre de Gaza

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Hoy el diario Haaretz publica una encuesta que pone de manifiesto cuán enferma está la sociedad hebrea israelí. Cuando la práctica totalidad de una población está de acuerdo con una masacre genocida o con crímenes de lesa humanidad, se pone en evidencia sola. Es posible que las crudas imágenes que hemos visto estos días de familias enteras asesinadas, de niños quemados o aplastados bajo sus casas derruidas no alcancen los medios israelíes como pueden hacerlo aquí. Es posible que la manipulación y la censura sea particularmente dura en el estado sionista. Es posible que la empatía con sus dirigentes o que el sentimiento de pertenencia a un país supuestamente atacado les haga cerrar filas con la soldadesca. Pero que sólo haya un 10% de personas que se opongan a la guerra significa que el país entero no tiene solución.

Siempre se ha comentado en los círculos de política internacional que la solución al conflicto palestino no puede venir de dentro de Israel, pero basta ver los datos de una encuesta como esta o los sucesivos resultados electorales para comprender que Israel es un estado fallido incapaz de encontrar su sitio en el mundo ni de encontrar la paz con sus vecinos. La creciente radicalización de sus habitantes y sus líderes, la irremediable deriva hacia un estado fascista y racista, el control del ejército por parte de los religiosos, de los políticos por los colonos de los territorios ocupados… han convertido a Israel en un peligroso país absolutamente ajeno a su entorno, ajeno a las leyes, a los principios del derecho internacional humanitario y a las normas más elementales de la diplomacia. Solo con una contundente presión externa es posible acabar con un pequeño país que se atreve a vulnerar más de 60 resoluciones de la ONU sin que le suceda nada parecido a, pongamos por caso, a Irak, que fue literalmente demolida hasta sus escombros y su estado borrado del mapa por poseer unas supuestas armas de destrucción masiva que todo el mundo sabía que era un vil montaje norteamericano.

Ese es el problema. La complicidad criminal de EEUU con la ocupación y con todas las guerras, los trasvases ilimitados de fondos públicos y privados para un estado inviable por sí mismo, alimentado con población radical y extremista de países extranjeros que expulsan de sus tierras a la población nativa y saben de sobra que viven sobre tierra robada y que si se devolviese se quedarían directamente en la calle o deberían volver a sus países de origen. Últimamente se especula con la posibilidad de que si Estados Unidos consiguiese —como está anunciando— la independencia energética con las nuevas técnicas extracción de hidrocarburos mediante fracking, Medio Oriente dejaría de  de ser tan atractivo para el imperio y dejaría a Israel a su suerte.

Pero mientras eso sucede —si es que no es sólo un sueño húmedo y negro—, a Israel le quedan muchos crímenes que cometer, mucha propaganda por intoxicar, mucho suelo por robar, mucha miseria que provocar. Mientras, sólo la opinión pública, sin el apoyo de los grandes medios ni de apenas unos pocos gobiernos (salvo, cómo no, los bolivarianos y poco más) puede revertir la situación. Sólo mediante el uso de medios alternativos de contrainformación, de redes sociales, de la presencia en la calle… será posible doblegar la voluntad secuestrada de unos dirigentes políticos, en manos de la voluntad de superpotencia a su vez doblegada por un pequeño país, epicentro de la inestabilidad mundial desde su artificiosa e ilegal  e injusta creación.

Siempre se ha comentado en los círculos de política internacional que la solución al conflicto palestino no puede venir de dentro de Israel, pero basta ver los datos de una encuesta como esta o los sucesivos resultados electorales para comprender que Israel es un estado fallido incapaz de encontrar su sitio en el mundo ni de encontrar la paz con sus vecinos. La creciente radicalización de sus habitantes y sus líderes, la irremediable deriva hacia un estado fascista y racista, el control del ejército por parte de los religiosos, de los políticos por los colonos de los territorios ocupados… han convertido a Israel en un peligroso país absolutamente ajeno a su entorno, ajeno a las leyes, a los principios del derecho internacional humanitario y a las normas más elementales de la diplomacia. Solo con una contundente presión externa es posible acabar con un pequeño país que se atreve a vulnerar más de 60 resoluciones de la ONU sin que le suceda nada parecido a, pongamos por caso, a Irak, que fue literalmente demolida hasta sus escombros y su estado borrado del mapa por poseer una supuestas armas de destrucción masiva que todo el mundo sabía que era un vil montaje norteamericano.

Ese es el problema. La complicidad criminal de EEUU con la ocupación y con todas las guerras, los trasvases ilimitados de fondos públicos y privados para un estado inviable por sí mismo, alimentado con población radical y extremista de países extranjeros que expulsan de sus tierras a la población nativa y saben de sobra que viven sobre tierra robada y que si se devolviese se quedarían directamente en la calle o deberían volver a sus países de origen. Últimamente se especula con la posibilidad de que si Estados Unidos consiguiese —como está anunciando— la independencia energética con las nuevas técnicas extracción de hidrocarburos mediante fracking, Medio Oriente dejaría de  de ser tan atractivo para el imperio y dejaría a Israel a su suerte.

Pero mientras eso sucede —si es que no es sólo un sueño húmedo y negro—, a Israel le quedan muchos crímenes que cometer, mucha propaganda por intoxicar, mucho suelo por robar, mucha miseria que provocar. Mientras, sólo la opinión pública, sin el apoyo de los grandes medios ni de apenas unos pocos gobiernos (salvo, cómo no, los bolivarianos y poco más) puede revertir la situación. Sólo mediante el uso de medios alternativos de contrainformación, de redes sociales, de la presencia en la calle… será posible doblegar la voluntad secuestrada de unos dirigentes políticos, en manos de la voluntad de superpotencia a su vez doblegada por un pequeño país, epicentro de la inestabilidad mundial desde su artificiosa e ilegal  e injusta creación.