El fin de la guerra contra Siria

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Tanto si se tenga la convicción de que la guerra en Siria sea la consecuencia directa de una planificación e invasión exterior, como si se tenga la visión edulcorada e ingenua de que se trata de una revuelta interna democrática apoyada desde el exterior —aunque posteriormente haya sido secuestrada por elementos extremistas— lo cierto es que la cosa toca a su fin y que este no debe estar muy lejos. El desenlace definitivo todavía es incierto, pero todo apunta a que el gobierno sirio saldrá victorioso de la afrenta, aunque con un país seriamente dañado en sus infraestructuras básicas y con un sector de la población que le costará volver a la vida civil pacífica una vez que han sido partícipes de las brutales atrocidades que todos y todas hemos visto en los medios que se han atrevido a publicarlas.

Hay muchas señales que inducen a pensar en este escenario, aunque cualquier salida diferente sería posible si cambia la dirección en la que soplan los vientos actuales.

En primer lugar, es de destacar la cohesión tan grande que ha demostrado el pueblo, el gobierno y el ejército sirio frente a la división confesional que han tratado de provocar agentes desestabilizadores internos y externos. A pesar de los millones de petrodólares que se han puesto en juego para fomentar las deserciones y las traiciones, estas han sido escasas y muy poco significativas. El Baath en el poder siempre se ha caracterizado por su apertura e integración de todas las religiones y visiones del Islam. Al contrario de lo que nos contó la falsimedia, no se trata de un gobierno alauita que domina por entero a un país discriminando a otras mayorías confesionales. Salvando elementos mas extremistas del sunismo más militante, descontentos con el laicismo baasista, la gran mayoría del país está cómodamente representada por su estado.

No hay más que ver la postura tomada por los cristianos, nunca se unieron a la operación de desestabilización de los Hermanos Musulmanes e incluso tomaron las armas para defenderse del integrismo cuando vieron cómo perseguian directamente su expulsión del país, cuando no la pasada a cuchillo. Prácticamente lo mismo ha sucedido con los kurdos, de principio neutrales pero tampoco dudaron en defender sus poblaciones cuando el yihadismo trató de hacerse con el control de las regiones donde son mayoría. Qué decir tampoco de los palestinos, a pesar de la traición de la oficialidad dirigente —de ambas—, volcada estratégicamente sobre el Golfo que prometía dinero a espuertas y situarlos en la cresta de la ola de la nueva situación en la región con el apoyo de EEUU (e Israel), el Frente Popular de Liberación de Palestina ha defendido heroicamente los campos de refugiados de los ataques de los secuaces de al Qaeda, contando con el apoyo del ejército regular sirio.

Se da incluso el caso de que, sectores que inicialmente apoyaron las revueltas contra el gobierno, ante las evidencias de crímenes de guerra y violaciones sistemáticas de los derechos humanos de los “rebeldes”, se distanciaron de ellos o incluso ahora apoyan claramente a su gobierno. Son conocidos algunos casos de deserciones inversas que, obviamente, no han sido aireadas por la falsimedia.

Otro factor nada desdeñable para comprender la actual situación es la fortaleza del ejército regular del país. Es lógico que tardaran cierto tiempo en poner su maquinaria a punto para el tipo de guerra de guerrills usada por los rebeldes, aderezada con múltiples actos de terrorismo. Estos venían en buena parte de luchar en Libia o en Afganistán y contaban con modernos equipos de telecomunicaciones suministrados por las potencias occidentales, que también le aportaban datos de inteligencia sobre el terreno. Así pudieron asestar algunos duros golpes iniciales. Sin embargo, no tardaron mucho en adaptarse al tipo de guerra impuesta por los agresores. Aunque poco conocida, es seguro que asesores militares rusos e iraníes han proporcionado cierto tipo de ayuda, aunque la más significativa ha debido ser la de los miles de militantes de Hezbollah que entraron desde Líbano, quienes han sellado la frontera entre ambos países al tráfico de armas y mercenarios y controlan las principales carreteras de esa región para facilitar así los desplazamientos seguros del ejército sirio, que tomó la determinación de establecerse en las principales ciudades evitando así la debilidad que provocaba la dispersión cuando se empeñaban en controlar cada centímetro del territorio. Los heroicos guerrilleros de Hezbollah, curtidos en varias guerras victoriosas contra Israel, han supuesto una crucial ayuda para Siria, responsabilizándose de eliminar a varios miles de yihadistas sólo en los últimos meses.

En estos momentos, el ejército sirio controla, contrariamente a lo que se ha afirmado recientemente, la inmensa mayoría del país. El momento elegido para el último discurso del doctor Assad no fue, ni mucho menos, arbitrario, sino que respondía a una clara situación de ventaja militar y de ahí, su tono triunfalista de extrema dureza contra los criminales que asolan Siria, para los que no deja ningún futuro político a pesar del apoyo internacional que aún retienen en lo formal. No es de extrañar que, como ha sucedido otras veces, cuantas más pérdidas militares reciben y mientras llegan más avalanchas de terroristas internacionales, lo único que pueden hacer es lanzar ataques terroristas execrables como el de la Universidad de Alepo o dedicarse a intentar organizar nuevos montajes mediáticos para la prensa occidental que se desmontan  indefectiblemente a las pocas horas después como ya ha sucedido en tantas ocasiones.

Pero en el plano diplomático las cosas podrían ir incluso aún peor. Nadie puede pensar que la inclusión por parte de Estados Unidos de la mayor fuerza de los rebeldes en la órbita de al Qaeda puede ser algo casual e inocente. De hecho, deslegitima a la oposición militar, que sabe que sin los terroristas no tienen absolutamente nada que hacer. Pero también deslegitima al reciente engendro de Washington, el Consejo Nacional Sirio, que apoya sin fisuras a al Nusra por las mismas razones de conveniencia señaladas. El reconocimiento cocinado por EEUU y la OTAN (incluyendo a su delegación del CCG) de la nueva oposición política siria se ha venido abajo en muy poco tiempo. Hoy cualquiera podría acusarlos, con razón, de ser el brazo político de al Qaeda en Siria, algo mortal de necesidad para alguien que aspira a gobernar un país algún día. Pero aún más, es posible que la denominación oficial de terroristas en Estados Unidos alcance próximamente a otros grupos de la oposición siria.

La nueva era de Obama al frente del gobierno norteamericano no es nada tranquilizadora para el frente anti sirio. El sucesor de la sionista Hillary Clinton a la cabeza de las relaciones exteriores,  es John Kerry, al que muchos definen como amigo personal de Assad. Colocar, como pretende Obama, a un antibelicista como Chuck Hagel como responsable del Pentágono y a un “defensor de Hezbollah”, John Brennan, de jefe de la CIA, es más que una declaración de intenciones futuras. Supone cuando menos un intento de cambio en la política exterior que tiene que causar pavor en muchos gobiernos y en no pocas cloacas de estados con intereses en la demolición de la nación siria. Se habla de la existencia de tensiones internas en la fase final del primer mandato de Obama, de cómo ha sido literalmente quitado de en medio el general Petraeus por un escándalo del tipo inside job y de que, a partir del mes que viene, todo puede cambiar con Siria e incluso con Irán. Sin embargo, es necesario que desaparezca de la escena Hillary Clinton y su séquito para que la maquinaria pueda ponerse en marcha. Los más atrevidos sostienen que su reciente enfermedad no ha sido casual, aunque es demasiado suponer…

Otra sombra planea sobre todo Oriente Medio. ¿Podrá Estados Unidos independizarse del oro negro de la región? Seguro que ese sería el fin de muchos conflictos en aquella zona e incluso algunos afirman que también el fin del estado de Israel. Obama ha logrado disminuir el nivel de importaciones de petróleo más de un 25% en los últimos años (del 57% al 42%), pero tiene la intención de seguir aumentando ese porcentaje hasta llegar al máximo posible. Desde luego, no va a ser nada fácil, pero con la generalización de la peligrosa técnica del «fracking», esperan que el país se pueda convertir en exportador neto de gas y petróleo en pocos años, disminuyendo así el interés por la siempre tensa región de Oriente Medio.

Si EEUU se desengancha del conflicto sirio, ¿podrá el resto de países que apoyan la guerra mantenerla con garantías de éxito?. En ese caso, Francia, Turquía y los países del Golfo lo tendrían especialmente complicado. La operación militar está dirigida por la OTAN, como desveló oportuna y tempranamente Wikileaks. Sólo con dinero y reclutas mercenarios de la yihad aportados por el CCG sería muy difícil mantener el conflicto mucho tiempo. La agresión se dirige desde bases controladas por Estados Unidos en Turquía, informes de inteligencia, entrenamiento, equipo de comunicaciones… esos son los apoyos declarados, pero es seguro que también armas y pertrechos estén siendo enviadas a eso que llaman «rebeldes». Tampoco podemos olvidarnos de la cobertura diplomática y la guerra de la propaganda, a veces más valiosa que algunas operaciones sobre el terreno, esas están casi en las exclusivas manos norteamericanas. El daño de la retirada sería, pues, crucial.

Pero no sólo EEUU puede estar reculando en el conflicto sirio, el histórico discurso de Assad no ha incluido en ningún momento referencias a Arabia Saudí, lo que ha desencadenado no pocas interpretaciones de todo tipo. Al parecer, existen en la actualidad cauces abiertos para poner fin al apoyo saudí a los rebeldes y tienen viso de ir por buen camino, por lo que el presidente sirio parece que no ha querido enturbiar el proceso de diálogo en marcha. Sin ambos países apoyando desde fuera, el conflicto acabaría en unas pocas semanas.

¿Cuál puede ser la salida política definitiva al conflicto? Obviamente no hay otra plausible que la implementación del Acuerdo de Ginebra que contemplaban la constitución de un gobierno de transición hasta la celebración de nuevas elecciones. Assad ha mostrado su intención de presentarse a ellas, algo que disgusta a la oposición y a sus hooligans porque es bastante seguro que las ganaría sin dificultad. Por eso quieren eliminarlo desde la formación del gobierno de integración, algo que no contemplaban los acuerdos alcanzados a mediados del pasado año por EEUU, Rusia, la Liga Árabe, China, la ONU, Turquía, Francia y la UE. Assad y los suyos, conscientes de su creciente posición de fuerza no van a dejar al país en manos de los que están tratando de destruirlo y desmembrarlo. Es la soberanía popular la que tendrá que decidir quien sigue y en qué condiciones, ese condicionante debe presidir cualquier tipo solución que se persiga. Es insostenible que alguien quiera ganar en los despachos lo que no ha conseguido imponer con la guerra.