Los virus de Bush

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El caso Valerie Plame y el bloqueo republicano de la investigación sobre las motivaciones que impulsaron la guerra de Irak van a destapar por fin ante la opinión pública norteamericana que el argumentario utilizado para justificar la invasión ilegal de un país soberano fue sólo eso, un cúmulo de invenciones —no de errores de inteligencia— destinadas a cumplir con un viejo cometido que figuraba en las líneas programáticas de los republicanos y de los Think tanks integrados por ellos mucho antes incluso de la toma del poder: el derrocamiento del régimen baasista de Sadam Hussein, el esquilmo de sus recursos petrolíferos y la instauración de un orden político en la región más favorable a los intereses de Israel.

Dos fueron las razones esgrimidas para ganarse el favor de la opinión pública de los EEUU a esta aventura de incierto final: las conexiones del gobierno iraquí con Al Qaeda y el 11S; y la posesión de armas de destrucción masiva de naturaleza biológica, química y nuclear. Posteriormente, según se iban conociendo nuevos hechos sobre el terreno e iban dando fruto determinadas investigaciones, los argumentos se tornaron vagos y erráticos: la instauración de una democracia que ilumine a los vecinos de la región, los crímenes del régimen de Sadam contra su propio pueblo… o cualquier otro clavo ardiendo sobrevenido.

La opinión pública europea, desde sus inicios supo captar la magnitud del intento de manipulación a que estaba siendo sometida. La diversidad de medios de comunicación y de sensibilidades políticas existentes en el viejo continente facilitó el posicionamiento de la población y el que mantuvieran una actitud crítica a pesar incluso de los intentos desesperados de gobiernos absolutamente alineados con las tesis belicistas del imperio. Por contra, años después del inicio de la contienda, incomprensiblemente la mayoría de los norteamericanos aún asumen como propios los embustes republicanos. En cada intervención pública relacionada con la guerra, Bush y los suyos aún juegan con esas masas crédulas y les lanzan mensajes ambivalentes o equívocos destinados a alimentar el nivel de miedo necesario para que sigan siendo dóciles y permeables a las soflamas que les lancen sus responsables públicos.

La esquizofrénica opinión mantenida por los demócratas en relación a la guerra, sin duda ha facilitado tal grado de desinformación. Nunca se han atrevido a enfrentarla abiertamente para no aparecer como liberales antiamericanos e irresponsables. La marea mediática conservadora les hubiera embestido con la fuerza de varios huracanes, y sin un líder carismático creíble, probablemente les hubiera arrollado inmisericordemente. Tampoco ayuda el hecho de que los demócratas puedan plantear una clara alternativa, no ya a la invasión, sino al lodazal en que se ha convertido la cuestión iraquí.

Pero hete aquí que el caso Plame desenlaza —en su primer acto— en el momento en que Bush se encuentra en la peor situación de sus dos legislaturas. Y aunque no están en la mejor tesitura para iniciar el definitivo asalto a la Casa Blanca, hoy más blanca que nunca, sí parece que han decidido presentar batalla para que el caso de perjurio no afecte sólo a Libby, ex-jefe de gabinete de Cheney, sino a éste, al asesor de Bush, Karl Rove e incluso a la presidencia. Puede parecer curiosa la intentona desde el punto de vista europeo, pero es que en los Estados Unidos no es delito provocar directa o indirectamente la muerte de decenas de miles de personas, algunas de ellas norteamericanas, pero sí lo es el mentirle a su población. Imagino que es un reflejo de la mojigatería religiosa que atenaza a buena parte de sus sociedades.

Así, diversos senadores demócratas han manifestado que «el gobierno de Bush distorsionó y falseó la información de inteligencia para justificar una guerra que EEUU nunca debió librar», que «fabricó y manipuló los datos de inteligencia para vender la guerra en Irak», que el Comité de Inteligencia del Senado «ha escogido varias veces proteger al gobierno republicano en vez de llegar al fondo de lo ocurrido». Por ello, han solicitado en una insólita sesión a puerta cerrada —pues afrimaban que afectaba a la seguridad nacional— que agilicen la presentación de los resultados de la investigación eternamente postergada sobre los errores de inteligencia que llevaron al país a entrar en una guerra que les ha costado más de dos mil vidas y doscientos mil millones de dólares. Finalmente la maniobra mediática demócrata funcionó y consiguieron arrancar el compromiso de que el Comité emitirá un dictamen el próximo 14 de noviembre correspondiente a la finalización de la segunda fase de la investigación.

Mientras, Bush, como siempre ajeno a todo, desviaba la atención y la acción de gobierno en la propagación del nuevo e inminente peligro que acecha al pueblo norteamericano y que puede matar —dicen sus expertos— hasta dos millones de personas: la gripe aviar. El presidente ha osado afirmar, no se si por indicación divina, que la pandemia indefectiblemente se producirá en uno u otro momento y que tienen vacunas para, sólo, veinte millones de personas. Una vez más se ha comportado como el más peligroso vector de su virus favorito: el virus del miedo, responsable de una enfermedad que tiene ya infectados a muchos millones de compatriotas. Desgraciadamente, mientras no logren superar los efectos de la pandemia endémica norteamericana por excelencia no podrán sacudirse a gobernantes de la calaña que ahora los dirigen.

Copyleft Juanlu González
Bits RojiVerdes

3 Comentarios

  1. lo patetico de todo esto es q es un gobierno y un sistema democrattico el valedor de todos estos genocidios vale ya de manchar la Democracia de sangre y luto CONTRA ESTOS DICTADORES Y TERRORISTAS

  2. Donald Rumsfeld es accionista de la empresa que posee la patente de la vacuna contra la gripe aviar. Lo quereis mas claro? Para ms datos ver «El secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, es el dueño de la patente del medicamento para tratar la gripe aviar»
    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=22194
    Rebelion (04-11-2005)

  3. […] El responsable de las «victorias» electorales de Bush y su principal consejeros político, Karl Rove, abandona el barco de la Casa Blanca, una nave que ya hace aguas por todas partes. Su excusa oficial es la misma de la mayoría de los politicuchos: la socorrida familia aunque nadie duda de que el caso Valerie Plame y el fracaso estrepitoso de la guerra de Irak que va a acaparar la próxima campaña electoral están en el origen de su marcha. […]

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