A dos años de las revoluciones árabes, algunos siguen aún confundidos

0
538

Resulta curioso ver cómo, tras ver los resultados reales de las mal llamadas revoluciones árabes, todavía haya gentes que se llaman de izquierda que, contra viento y marea, sigan apoyando con pocas fisuras los procesos de cambio iniciados supuestamente por masas populares en demanda de democracia y mejora de la calidad de vida. Quizá sea terquedad, quizá dificultad en reconocimiento de un error, quizá una muy alta apuesta personal y pública en defensa de una primavera que pronto se convirtió en invierno y que puede ser seguida de una completa glaciación. Podría pensarse que procesos electorales, allá donde se han realizado, han sido ganados en buena lid por el integrismo islámico y que eso es mejor que cualquier otro tipo de sistemas de partido único o donde las elecciones no son reconocidas como válidas según los cánones occidentales. Sin embargo, analizando por ejemplo el paradigmático caso de Egipto y el que más esperanzas despertó, se observa cómo está derivando peligrosamente de una dictadura laica militar a una dictadura religiosa que no respeta la diversidad del país y los derechos individuales, supeditándolos a la sharía aún para laicos o cristianos y a la interpretación de que ella haga la madraza de Al Azhar. La constitución, que ha sido aprobada apenas por el 20% de la población con derecho a voto, a occidente le parece perfectamente democrática, a pesar de la falta absoluta de legitimidad con la que ha nacido, todo vale con tal de que los Hermanos Musulmanes no se salgan de los márgenes del terreno de juego marcado por Estados Unidos e Israel.

Pero volvamos a los orígenes de todo este tinglado. ¿Cómo empezó todo? Obviamente, toda la región sufría desde hace años un descontento social derivado de la falta de libertad, del empeoramiento de las condiciones de vida y de la generalización de la corrupción. Todo un caldo de cultivo para el surgimiento de algún tipo de estallido popular en demanda de cambios. Sin embargo, la generación espontánea, tantas veces aducida o esgrimida es harto improbable en la historia de los movimientos populares. Hace poco Le Figaro publicó cómo los servicios secretos franceses y de otros países de la OTAN mantuvieron reuniones con los Hermanos Musulmanes para hacerlos más digeribles ante la opinión pública y política occidental a cambio, supuestamente, de convertirlos en los triunfadores absolutos de las involuciones árabes. Pero no es todo, las actividades de la CIA a través de sus fundaciones y ONGs son de sobra conocidas. De hecho se publicaron hasta listados de asociaciones tunecinas receptoras de fondos de Estados Unidos con sus cantidades en dólares durante los últimos años.

Los instrumentos son de sobra conocidos, pueden preguntarle a los cubanos o venezolanos y a todos los movimientos populares de Latinoamérica, por la Fundación Nacional por la Democracia (NED) y Freedom House (FH) y sabrán decirle a la perfección a qué se dedican y a qué se han dedicado durante los últimos lustros: a derrocar gobiernos incómodos para Washington. Pero el dinero, aunque sirva para comprar voluntades, no lo es todo. Otra fundación norteamericana, la Albert Einstein, sirvió a los propósitos del necesario entrenamiento para iniciar movilizaciones políticas, en principio noviolentas según los planteamientos gandhianos. Sin embargo, la noviolencia, en manos de la CIA es únicamente un instrumento al servicio de un fin, no un planteamiento revolucionario en sí mismo, como fue concebido para dotar de verdadera capacidad de decisión al pueblo en todos los sentidos. De hecho, la estrategia completa contemplaba el uso de la violencia cuando la desestabilización inicial no era suficiente, como se ha visto por ejemplo en Libia o estamos observado ahora en Siria.

Tras el fiasco de la intervención en Irak, donde millones de personas en todo el mundo se mofaron de las absurdas excusas de EEUU para intervenir en el país, apropiarse de sus reservas de crudo y subvertir su papel geoestratégico, el imperio destinó ingentes recursos a impedir que cualquier movilización de la opinión pública pudiera estropear sus planes, así que puso toda la maquinaria de desinformación al servicio de su política. El uso de la mentira y el engaño es práctica habitual frente al enemigo y, en este caso, el peor enemigo de Estados Unidos es la opinión pública internacional, principalmente la occidental, por lo que las campañas de propaganda son la punta de lanza de cualquier intervención militar. Creación del Consenso, así las denomina Noam Chomsky en sus ensayos donde desenmascara los instrumentos de la prensa norteamericana para conciliar a la población con la práctica habitual de la injerencia con tintes humanitarios o libertadores. Lo extraño es que la prensa y parte de la opinión pública caiga una y otra vez en las mismas trampas, en las mismas manipulaciones y en los mismos subterfugios. Ahí tenemos en caso de Irán y su programa atómico nuclear fantasma, la farsa montada para justificar la destrucción de Libia o lo que actualmente acontece en Siria.

Podríamos preguntarnos dónde están los miles de civiles asesinados por la aviación libia mientras se manifestaban pacíficamente, curiosamente ni ONGs por la paz europeas, ni Ocampo, ni Catherine Ashton, encontraron pruebas de lo repetido hasta la saciedad por la prensa occidental en una especie de mantra goebbeliano. Finalmente, el  fiscal de la Corte Penal Internacional dijo que encontró menos de 10 evidencias de crímenes de guerra individuales a investigar en el caso contra Muamar el Gadafi, una total ridiculez a tenor de lo contado en los medios cortesanos, que manejaban supuestas pruebas de miles y miles de delitos con que crearon la imagen de un tirano ávido de la sangre de su propio pueblo.

Si hacemos caso de las declaraciones de agentes de la inteligencia italiana que confesaron en Malta haber disparado contra manifestaciones islamistas en Bengasi, tenemos completo el cóctel de mentiras usadas para iniciar una guerra de agresión a Libia, manipulando burdamente una Resolución del Consejo de seguridad por la que sus transgresores deberían haber sido juzgados, precisamente por la misma Corte que acudió a rebuscar con lupa delitos que apenas logró ni atisbar en el fragor de una batalla orquestada en los salones de la OTAN. ¿El resultado? Un país en manos de al Qaeda y del islamismo salafista más extremo, un país rico, el más rico de África atendiendo a la calidad de vida de sus habitantes, reducido a cenizas donde aún hoy gobiernan bandas armadas que nunca aspiraron a practicar la democracia ni nada parecido, sometido a la voluntad de Estados Unidos y con el petróleo a buen recaudo en las reservas de Occidente. Aún hoy se sigue masacrando a las tribus que no se han sometido al poder de los wahabistas, usando incluso armas químicas contra la población civil, ante la complicidad manifiesta de EEUU y sus aliados, quienes recientemente vetaron en el CS una resolución de condena en defensa de la población civil de Beni Walid sitiada y masacrada por las ratas de Misrata. Ahora, esa izquierda que apoyaba una guerra humanitaria permanece en silencio ante tamaño fraude, pero sin duda, su apoyo fue fundamental a la hora de vender la intervención y la injerencia extranjera en ciertos sectores de la población tradicionalmente reacios a apoyar aventuras imperiales.

Justamente por eso sigue sorprendiendo el apoyo a los rebeldes sirios —a pesar de que buena parte de ellos no son ni siquiera de ese país— que cierta parte de la izquierda aún manifiesta abiertamente. Es justamente lo mismo que creer en la propaganda contra Irán después de haber sufrido la de Irak, un verdadero sinsentido. Los paradigmas en política internacional no cambian así como así. En cualquier caso mutan y se adaptan para evitar ser reconocidos o descubiertos, nunca cambian en lo esencial. Por hablar rápido y en plata, un imperio necesita perpetuarse apropiándose de los recursos de terceros países y sus enemigos serán todos aquellos estados que nieguen a ponerse a su servicio y/o destinen sus riquezas a satisfacer las necesidades de su propia población. Ese es el principal pecado de buena parte de los países atacados por Estados Unidos en los últimos años. Nadie en su sano juicio creería que los intereses de Arabia Saudí o Qatar en Siria son expandir la democracia en la región, cuando ellos mismos representan parte de lo peor de las tiranías mundiales. De hecho, armas de EEUU están usándose en la represión de los levantamientos populares en Bahrein o Arabia. Pero no solo eso, su complicidad o dirección es crucial en el apoyo a las tiranías del Golfo frente a sus pueblos o partes de él. La ocupación militar de Bahrein para sofocar su primavera particular está directamente orquestada por Estados Unidos, de eso no cabe duda.

No, no se trata de democracia, no se trata de proteger civiles indefensos, no se trata de derechos fundamentales, nunca se ha tratado de eso. Siempre se trata de intereses bastardos, casi siempre inconfesables o, al menos, nunca coincidentes con los expresados por la maquinaria de propaganda y desinformación. Cualquier persona medianamente informada de izquierdas debería saberlo. En cualquier caso, parafraseando a Chossodovsky, se trata de cambiar al títere, pero nunca al tirititero

Y en esta ocasión, los nuevos títeres son los Hermanos Musulmanes. Quizá a algunos les cueste creerlo pero, invariablemente, son los beneficiarios de las revoluciones orquestadas desde occidente. Pensemos si no en lo sucedido en Egipto, la cofradía acaba de abrazar a uno de sus enemigos más acérrimos, el Fondo Monetario Internacional. El paso de Rafah está cerrado y Gaza sigue sitiada por Israel con la inestimable colaboración de El Cairo. Los acuerdos de Camp David siguen vigentes a pesar de los incumplimientos de Israel en relación a Palestina. El gas sigue circulando por los gasoductos hacia Israel a precio de saldo y el dinero de Estados Unidos fluyendo a espuertas hacia Egipto. Los lobos se han convertido en corderitos, lo único que conservan es parte de su retórica, pero nada más. Ese ha sido el único cambio real en toda este invierno árabe: la domesticación de los Hermanos Musulmanes, convertirlos en los ejecutores de las políticas de EEUU en la región a cambio de ser entronizados en el poder de estados antaño laicos y con tintes más o menos izquierdistas, sustituidos ahora por estados islámicos sunitas, ya sea por el poder de los alzamientos populares dirigidos desde fuera o por la fuerza de las armas y el dinero de EEUU, Israel, la OTAN, Turquía y el CCG.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.