El Partido Popular, una mafia en toda regla

El que el Partido Popular se ha comportado durante sus años de vida como una auténtica organización mafiosa para conseguir poder con el que financiar su maquinaria y deshacer las conquistas sociales de la mayoría para favorecer a los de su clase política, es un hecho de sobra conocido y hartamente constatado. En estos días, gracias al caso Bárcenas —o al caso PP—, conocemos incluso cómo tenían su versión del «impuesto revolucionario» para los ricos a los que, mediante cartas oficiales, se los conminaba a aportar fondos al partido que mejor defendería sus intereses de casta. El aparato financiero del PP era, si cabe, más certero que el aparato electoral —militar— del partido, a tenor de los resultados que incluso obtenían cuando ni detentaban la responsabilidad  en la mayoría de las instituciones del estado. Tampoco era muy difícil, si por algo se caracterizan los ricos es porque acumulan mucho en pocas manos, es más fácil tener dinero que votos y al PP le ha entrado dinero a espuertas por donaciones que, más que otra cosa, eran comisiones ilegales para la consecución de contratos disfrazadas de aportaciones altruistas.

Ha habido momentos en que les sobraba tanto dinero que no tenían otra cosa que hacer con él que repartirlo entre la cúpula popular en sobres A y en sobre B para compensar los «sacrificios» que les suponía la dedicación a la cosa pública. Quizá ahora se entienda el monolitismo del partido, la ausencia de corrientes, de disidencia interna, la omertá, los congresos a la búlgara o cómo nadie hablaba de la falta de democracia interna y de la gestión digital autocrática del PP. Quien se movía no sólo no salía en la foto, sino se quedaba sin el sobre… todo atado y bien atado con cintitas de papel.

Pero, como dice un compañero, no hay mafia que se precie sin muertos,  son los delitos de sangre los que otorgan carta de naturaleza a una organización tipo cosa nostra. Ahí quería yo llegar. Si no los ha habido ya, parece que ha sido por bien poco. Me refiero al caso Lapuerta, el predecesor de Bárcenas en la tesorería del PP que ha sufrido, al parecer, hasta dos tentativas de asesinato en los últimos tiempos. Y lo que me extraña es que el asunto haya tenido tan poca repercusión mediática, sobre todo desde el momento en que han sido sus propios hijos los que han denunciado las «extrañas» caídas sufridas por el ex tesorero y los golpes recibidos en la cabeza que lo han mantenido impedido o incluso en coma durante una buena temporada y al borde mismo de la muerte. Obviamente, podría tratarse de simples coincidencias y de problemas derivados de la avanzada edad de Álvaro Lapuerta, pero no podemos olvidar que este hombre estaba amenazado de muerte desde septiembre de 2012 presumiblemente por sus actividades políticas y profesionales vinculadas con el PP y que, justamente en estos días, se ha confirmado que la contabilidad B de los populares contaba con su visto bueno o el visado junto a los apuntes contables que demostrarían el proceder corrupto de la dirección del partido y de la naturaleza mafiosa de toda la organización.

Para arreglarlo todo y despejar las dudas que pudieran surgir, la intervención en diferido de la locuaz Cospedal no hizo sino enmarañarlo aún más, al declarar que la mala salud de Lapuerta “puede haber sido provocada o no”, admitiendo la posibilidad, o no —algo aprendido de su maestro y mentor Rajoy—  de que pueden ser ciertos los intentos de asesinato de su ex tesorero. Repito, lo que de verdad me alucina del caso es la poca atención que ha suscitado y suscita en los medios esta noticia, a mi modesto entender, verdaderamente capital en el mayor caso de corrupción de la historia de la democracia.