Ha muerto Ariel Sharon. El sanguinario general ya no podrá seguir asesinando más personas impunemente. Como decÃa el genial Krahe: «mil años tardó en morirse, pero por fin la palmó».
Sharon comenzó su andadura polÃtica militando en organizaciones terroristas, para pasar luego al ejército más terrorista de la historia y, finalmente, acabó en la polÃtica, como tantos militares israelÃes. Pero hasta hoy llevaba 8 años sin matar a nadie, los mismos que duró en estado vegetativo, aunque toda su vida como animal estuvo ligada a la muerte.
El asesinato a sangre frÃa de centenares de mujeres, ancianos y niños refugiados en Sabra y Chatila fue una de sus grandes obras. La muerte de civiles en la invasión de LÃbano en 1982, otra. Fue Sharon quien comenzó con un acto de provocación la II Intifada, que se saldó con la muerte de más de 5.000 palestinos (y 1.000 israelÃes). También se le atribuye el envenenamiento con polonio de Arafat. Vamos, un angelito.
En el otro lado de la balanza, algunos sitúan la desconexión fÃsica de Gaza y la expulsión de unos 8.000 colonos israelÃes, pero como tal, nunca existió desconexión alguna. El control fronterizo, el control de las aguas territoriales y del espacio aéreo, ha convertido a la Franja en un gueto, en la mayor cárcel al aire libre del mundo y recursos como los yacimientos marinos de gas palestino, siguen todavÃa hoy en manos de Israel.
Como dirÃa Krahe, hoy «los muertos del cementerio, están de fiesta mayor». Que Sharon encuentre en la muerte lo mismo que sembró en vida…
O como dijo el también genial Lluis Llach:
Assassins de raons, de vides,
que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies
i que en la mort us persegueixin les nostres memòries.