La segunda década del siglo XXI parece contagiada del espíritu de cambio de aquellos “locos años 20” del periodo de entreguerras mundiales, tan glosados en el cine y en la literatura. Una profunda crisis capitalista mal resuelta y en proceso de cronificación, se remata con una pandemia mundial que pone en cuestión los cimientos mismos del liberalismo. Pero, cuando el pulso del mundo parecía volver a normalizarse, se desata la guerra de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania, que augura movimientos de naturaleza tectónica que trocarán la escena internacional hasta convertirla en irreconocible. Incluso el ínclito Fukuyama ha tenido que salir a la palestra a desdecirse de las palabras vertidas en el libro “El Fin de la Historia”, reconocer los errores de los neocons y las virtudes del marxismo. ¿Se hiela el infierno?
El mundo unipolar está despareciendo a marchas forzadas, especialmente en sus aspectos económicos, tecnológicos y también —más lentamente— en los militares. No es flor de un día, pero tampoco tiene marcha atrás. Los procesos geopolíticos se cuecen a fuego muy lento y a este plato le falta poca cochura. Que nadie sueñe con detener en seco a un transatlántico a toda máquina o parar una riada con las manos. Un nuevo futuro ya está aquí para quedarse, nos guste o no, lo queramos o no. Aunque muchos pensamos que no veríamos el advenimiento de un nuevo mundo o de un Nuevo Orden Mundial, este ya se abre paso en las cumbres de los BRICS, en las reuniones de la OCS o de la OPEP+, en la ola soberanista que recorre Nuestramérica y, por qué no decirlo, en las trincheras de Ucrania. Aún resta atravesar una fase de transición, esa en la que Gramsci anuncia el surgimiento de los monstruos. En fin, nadie dijo que fuera fácil y que el hegemón no opondría resistencia…
Sin embargo, existe un frente en el que el imperio y sus aliados no van a soltar el bocado tan fácilmente. Me refiero a la hegemonía cultural y académica, a los paradigmas sobre los que fundamentamos nuestro marco de referencia con el que analizamos el mundo y a las bases mismas del conocimiento, a la epistemología. Es aquí donde el libro de Carlos Midence —actual embajador de la Nicaragua sandinista en Argentina—, “Revolución, contribución del sandinismo al concepto y otros ensayos”, se bate el cobre con toda su bravura. Y es que esa batalla puede ser mucho más larga y duradera, ya que, como señala Midence, el colonialismo occidental no solo saqueó los recursos naturales del Sur Global, sino que también los despojó de sus epistemologías propias, haciéndoles adoptar visiones eurocéntricas a las que hicieron pasar por realidades universales.
Los tres ensayos que componen este libro parten del análisis de las vivencias personales y políticas del autor, del estudio de la historia contemporánea revolucionaria de su país, para trastocar los cimientos de estatus quo global. Y lo tiene verdaderamente fácil. A través del legado de las figuras de dos nicaragüenses con proyección universal, cuyas vidas, mensaje y proyección lleva investigando durante toda su trayectoria académica: Sandino y Darío. Los más grandes héroes que ha parido Nicaragua para el mundo. Dos verdaderos iconos, en principio muy distintos, pero unidos por un sentir decolonial, antiimperialista, soberanista e identitario, que los une dentro del ámbito revolucionario con mayúsculas, sin trampas semánticas ni trivializaciones burguesas.
Es necesario, pues, descolonizar las mentes como requisito imprescindible para caminar a la liberación de la opresión a la que han estado sometidos tantos y tantos pueblos para satisfacer las ansias depredadoras de las metrópolis del norte. El teatro de operaciones de esta guerra son los medios de comunicación de masas y la producción de la Academia. Afortunadamente, en los rankings de calidad de las universidades mundiales ya se están situando con fuerza instituciones no occidentales. Ese es el camino, pero también son necesarias publicaciones valientes que apunten a la línea de flotación de los paradigmas de pensamiento occidental y a su visión unidimensional del mundo. Probablemente, durante un periodo de tiempo, no alcancen el impacto que se merecen, dado su carácter heterodoxo, crítico y demoledor contra el actual estado de las cosas, pero serán reconocidos por abrir el camino hacia el futuro que está por llegar.
Es el momento de no amilanarse, de dar un paso al frente. Como decía Mao: “reina un gran desorden bajo el cielo; la situación es excelente” para que vean la luz ensayos como este y se incorporen a nuestras bibliotecas y a nuestro bagaje personal. Porque, aunque no lo creamos, nuestras mentes occidentales también deben sufrir un proceso de emancipación. No será tarea fácil, hemos estado siglos bajo la influencia del yugo invisible de los dogmas de un estado opresor, saqueador e invasor, presentado a sí mismo como civilizador, paternalista benefactor y parte integrante del excepcionalismo de un pueblo tocado por la gracia divina. Por eso “Revolución, contribución del sandinismo al concepto y otros ensayos” es tan útil y necesario en la vieja y decrépita Europa, como en las tierras de Nuestramérica.
* Juanlu González es colaborador geopolítico de medios públicos internacionales de múltiples dictaduras, de países del Eje del Mal y del Frente de la Resistencia, así como de diversas webs de información alternativa en castellano del Estado español, América Latina y Oriente Medio. Miembro de la «Red de Artistas, Intelectuales y Comunicadores Solidarios con Nicaragua y el FSLN»; de la «Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad» y de la «International Campaign To Return To Palestine», entre otras organizaciones. Autor del libro «El Gran Juego, claves para entender los conflictos internacionales de nuestro tiempo» y otras publicaciones.