Parece que Ratzinger, el gran inquisidor, comienza a dar la cara con lo que todos sabíamos que era, un yihadista cristiano mucho más a la derecha que Juan Pablo II y que aún va a alejar más a la religión de la sociedad. Aunque se le llena la boca con su apoyo al Concilio Vaticano II, cualquier reducto de la iglesia del pueblo y de los pobres que pudiera quedar en pie, será eliminado con toda seguridad durante el reinado de este nuevo papa.
Una de las prácticas habituales que le disgustan a Benedicto XVI es la vulgarización del rito eucarístico. Eso de profesar en las lenguas vernáculas es privar a la misa de parte del boato necesario para omnubilar las mentes de los fieles. Así que, tras la vuelta de vacaciones se celebrará un sínodo ordinario de obispos donde se tratarán este y otros temas.
Así las cosas, es posible que haya que sellar un carné al confesar que te permita ir a comulgar, que se establezcan listas negras de divorciados para privarles del derecho a recibir la comunión; es posible que se presten a la entrada de los templos chales y velos para cubrir partes impúdicas del cuerpo ese que tanto asusta y avergüenza a los integristas cristianos, como escotes, hombros o piernas; que se impida tocar la sagrada forma con la mano; y a hasta es posible que de aquí en adelante puedan verse sólo las espaldas de los sacerdotes durante la misa, ya que lo contrario banaliza y atenta contra lo sagrado.
Lo que no sabemos es, si en aras de la vuelta a lo auténtico, el Tribunal para la Defensa de la Fe, que era la institución que presidía como cardenal Ratzinger, volverá a llamarse Santa Inquisición ya proclamado pope. Esa es precisamente la iglesia que necesitamos los ateos, una iglesia moderna, que viva con los tiempos presentes. Larga vida a Ratzinger!
Copyleft Juanlu González
Bits RojiVerdes
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