Soberanas razones

Curiosamente hoy he visitado la ciudad de San Fernando de Cádiz, la «Isla de León. Y digo curiosamente porque tenía previsto escribir algo sobre la venta de armamento español a Venezuela consumada hoy con la visita del ministro Bono al país americano. ¿Y qué tienen que ver ambas cosas? —se preguntará el lector. Es bien fácil de responder, San Fernando es una ciudad que ha vivido de la actividad naval desde sus orígenes, pero es que además su devenir ha estado indisolublemente ligado a las relaciones españolas con las tierras americanas.

La historia es muy tozuda. Hoy como antaño, los astilleros isleños van a construir buques con destino a Latinoamérica. La diferencia es que ya no se enviarán a mantener a sangre y fuego las metrópolis de un imperio cruel y ajeno, sino a defender la integridad territorial de una nación soberana y sus recursos naturales amenazados por el nuevo imperio global estadounidense.

Y no, no es una exageración visceral. Pensando de otra manera no podrían entenderse las presiones recibidas por el gobierno español para que impidiera la venta de buques y aviones construidos por empresas como Navantia y CASA, respectivamente. El embajador Aguirre ha lanzado toda clase de advertencias, descalificaciones y amenazas contra nuestro país, tratándonos como una república bananera o petrolera cualquiera. El argumentario utilizado ha sido más bien penoso. Se ha basado, como casi siempre, en premisas falsas como que la venta del armamento español va a desequilibrar toda la región.

La verdad es que no entiendo mucho de armamento, tampoco me apetece, pero que expliquen cómo unas patrulleras y unos pocos aviones de transporte pueden hacer decantar la balanza hacia un lado u otro. Por cierto ¿cuáles son esos bandos? Que se sepa, Venezuela no tiene grandes problemas con sus vecinos. Ni siquiera con Colombia, el mayor aliado gringo en la región (bien conocido por cierto por sus violaciones de los derechos humanos y sus carencias democráticas).

Pero es que tampoco se trata de armamento sensu strictu. Los expertos en la materia denominan a este material «equipamiento militar» ya que es de naturaleza exclusivamente defensiva y de apoyo logístico. Es decir, no se han vendido misiles, torpedos o carros de combate. Durante la anterior operación de venta de armamento ligero, los EEUU justificaron su oposición diciendo que los fusiles acabarían en manos de las FARC, la guerrilla colombiana. En esta ocasión no han llegado tan lejos, entre otras cosas porque es absolutamente inverosímil. De ahí que hayan recurrido a otra excusa que pretende encubrir una verdad absolutamente obvia para la opinión pública española medianamente informada: en la agenda del gobierno norteamericano figura la posibilidad de participar o alentar una intervención militar para desalojar a la democracia más valorada de América Latina y volver a los tiempos en que el destino de Venezuela se decidía —otra vez— lejos de sus fronteras, donde la corrupción era el hecho económico más usual y donde centenares de miles de venezolanos y venezolanas permanecían al margen de la historia. ese es el verdadero motivo de esta nueva escalada de tensión diplomática entre España y Estados Unidos. Lo demás es pura falsedad y demagogia.

Y volviendo de nuevo a mi tierra, no me puedo olvidar de los recientes conflictos laborales que protagonizaron los trabajadores de los astilleros isleños cuando defendían con vehemencia su derecho al trabajo. La firma de hoy les asegura casi un decenio de trabajo para varios cientos de sus operarios. Algo parecido sucederá con la también vecina factoría de Construcciones Aeronáuticas (CASA). ¿Quien es el gobierno norteamericano para aguarles la fiesta a esas miles de obreros y familiares que hoy celebran la firma del acuerdo? Sobre todo viniendo del país que ha vendido armas a los gobiernos más brutales y tiránicos del continente ¿qué derecho se arrogan para intervenir en las decisiones de dos países soberanos?