No contentos con mentir, difamar, amenazar, manipular, ser la correa de transmisión de un partido político, reírse de inmigrantes que mueren en nuestras fronteras, ridiculizar presidentes democráticamente elegidos y un sin fin de fechorías de toda índole, ahora han dado un paso más en su intento por desacreditar cualquier institución que no les venga bien a sus intereses materiales o terrenales, ya que de los celestiales parecen haber abjurado hace tiempo.
Como han tocado techo en el incremento de niveles de audiencia a pesar de los trasvases de RNE al dejar esta su anterior época, la más oscura de la democracia, han pretendido sin éxito falsear los datos de oyentes del Estudio General de Medios (EGM) infiltrando a falsos encuestadores entre sus filas para manipular los resultados. Sin embargo, han sido pillados in fraganti y han tenido que improvisar una salida medianamente honrosa optando por denunciar lo fácil que es interferir en las mediciones de audiencia sin haber culminado una estrategia que, seguramente, hubieran hecho pública al airearse los datos de la nueva oleada del estudio prevista para el mes que viene.
Así pues, les ha salido el tiro por la culata. No sólo los han pillado sin demostrar que haya ninguna conspiración para favorecer a los medios de la competencia, sino que el organismo responsable del EGM, la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC), ha recibido la solidaridad de profesionales, de la patronal de las radios y de los anunciantes. Literalmente se han quedado nuevamente solos. Pero es que además el bumerán ya les está volviendo contra ellos y es posible que les pegue donde más les duele a los obispos: en la saca. De momento los datos de la COPE van a ser obviados en el próximo estudio y, depende de la reacción de los obispos, es hasta posible que sean expulsados definitivamente de los procesos de investigación de audiencias que, a la postre, son usados para cuantificar el valor de la publicidad contratada… y hasta el salario de algún que otro telepredicador.