No es que sea una evidencia que los políticos de occidente vayan pregonando a los cuatro vientos, pero los hechos hablan por sí solos. La coalición invasora de Irak hace aguas por todos lados en un momento en que sólo para la provincia de Al Anbar sería necesario al menos el envío de otra división de 15.000 personas una vez que se ha alcanzado el máximo de tropas desplegadas en el país desde enero de este año con 130.000 invasores usamericanos y varias decenas de miles de mercenarios y contingentes de varios países en un proceso menguante sin retorno.
Es justamente entonces, cuando la situación no cesa de empeorar en el frente iraquí y se hace poco menos que ingobernable, cuando surge la resistencia afgana contra la ocupación y se reactiva una guerra que nunca acabó del todo. Los soldados de la OTAN estacionados en el país, unos 20.000, no son suficientes para impedir el avance de las milicias talibanes y de aquellos «señores de la guerra» que tan generosamente untaron para que cambiaran de bando durante la invasión.
Así las cosas, han solicitado al menos un refuerzo de 2.500 soldados más que, muy probablemente, tampoco sean suficientes para controlar el mismo montañoso país que expulsó a la Unión Soviética. Pero con los precedentes de movilizaciones anteriores, las presiones de la opiniones públicas respectivas y los esfuerzos movilizadores que determinadas naciones ya realizan en la actualidad en las aventuras imperiales (Irak, Líbano, África, Balcanes, etc.), no va a ser fácil llevar esta operación de reclutamiento a buen puerto para los intereses usamericanos.
Algunos analistas hablan en tono catastrofista del fin de la OTAN, de un problema de fondo que obligará a replantearse el futuro del organismo militar. No comparto esa visión, por más que fuera deseable para la Humanidad, pero lo que sí indica es que tanto EEUU como la UE está llegando al límite de su compromiso en misiones de guerra fuera de sus fronteras y eso, por sí mismo ya es interesante.
Es necesario recordar que EEUU invadió Afganistán con la excusa de que daba soporte a al-Qaeda, a quien responsabilizó de los atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas con unas pruebas «altamente secretas e irrefutables» que, a pesar de las promesas nadie conoce y que el resto del mundo tenemos que aceptar como acto de fe en unos líderes caracterizados precisamente por sus públicas y notorias mentiras.