Mientras la prensa occidental lo oculta o directamente sigue mintiendo acusando al legítimo gobierno sirio de no cumplir con al alto el fuego, la oposición siria (al Qaeda, mercenarios extranjeros y yihadistas del país armados desde el exterior) no han cesado un segundo en sus ataques contra el pueblo y sus instituciones. Basta echar un vistazo a medios no controlados por occidente para ver cómo los entierros de miembros de las fuerzas de seguridad se suceden en Damasco, Alepo o Idleb, cómo se cifran más y más secuestros, o como Turquía sigue enviando terroristas a través de sus fronteras para atacar al país.
Los países agresores —Qatar, Arabia Saudí, EEUU, Turquía, Francia…— saben que sin un triunfo militar nunca van a poder conquistar el poder, por eso están trabajando por todos los medios para reventar el alto el fuego culpando al gobierno de Assad y vendiendo al mundo la versión de que no hay otra salida que la militar en un artificial conflicto que han creado desde el minuto cero. Sin embargo, la fortaleza militar de Siria y la defensa cerrada que el pueblo está haciendo de su gobierno (en palabras del propio Kissinger) van a tener que hacer cambiar la estrategia de la intervención, ampliando las sanciones económicas y los bloqueos para deteriorar la calidad de vida del pueblo con la esperanza de que se vuelva contra sus dirigentes y apoyen la salida orquestada desde el exterior con ayuda del yihadismo patrio. En cualquier caso, no van a tenerlo fácil. El pueblo sirio no está solo como lo estuvieron otros estados invadidos y masacrados recientemente. Tampoco toda la opinión pública va a dejarse engañar tan fácilmente como en el caso libio, una vez puede resultar fácil, dos no. Mientras más tiempo logre resistir el gobierno baasista, más difícil será ocultar la verdadera naturaleza y el alcance de la agresión contra Siria.