Panamá es uno de los pocos países de América Latina en los que las oligarquías apenas han encontrado resistencia para ostentar el control total del estado, la economía, el gobierno, la política… da la sensación de que los Estados Unidos tras una larga historia colonial que tuvo su punto álgido en la invasión militar de 1989, dejó todo bien atado para conservar por siempre el control estratégico del Canal mediante la implantación de un sistema en el que movimientos populares nunca tuvieran una representación que hiciera dañar o peligrar sus intereses. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua e incluso la Honduras anterior al golpe de estado, han devuelto la esperanza a la política como método de superar las desigualdades estructurales de Latinoamérica y, por qué no decirlo, del mundo entero. Sin embargo, Panamá siempre permaneció blindada a los movimientos libertadores que han sacudido las políticas de patio trasero en la región… hasta ahora.
Parte de la derecha acaba de finalizar el proceso para elegir a su candidato. El elegido para esa misión es Juan Carlos Varela, el empresario, actual vicepresidente y miembro del Partido Panameñista. La izquierda tradicional, representada por el Partido Revolucionario Democrático, no cuenta con ninguna credibilidad ni proyecto con el que ilusionar a los sectores más necesitados del país. Incluso está implicada en la represión mortal de sindicalistas. Por eso, parte de la sociedad panameña se ha lanzado a inscribir un nuevo partido, el Frente Amplio Democrático, con un ideario de corte netamente bolivariano. Sin embargo, lo que sería un simple trámite burocrático en la mayoría de los países, la ley electoral panameña lo complica hasta límites insospechados que han sido diseñados para limitar el libre ejercicio democrático. Inscribir un nuevo partido supone la entrega de 63.500 firmas debidamente cotejadas, lo que en la práctica deben ser bastantes más y en un país que no llega a los 3,5 millones de habitantes, no es tarea fácil, sobre todo para una joven fuerza sin el poder ni las redes clientelares de las formaciones tradicionales.
Como amigo de FRENADESO en FaceBook, llevo bastantes semanas viendo cómo se instalan mesas de firmas en decenas de localidades, ciudades o aldeas de todo el país. Contra lluvia y viento, una marea roja ha llegado a todos los rincones del país. Pocos pensaban que se conseguiría la cifra necesaria, pero a estas horas ya hay alrededor de 55.000 adhesiones y aún queda tiempo suficiente, más de un mes, para superar los 63.500 obligatorios. Sabemos que sólo es el primer paso, pero sin duda es un paso de gigante para construir una alternativa popular y democrática con la que enfrentar el poder omnímodo de una minoritaria oligarquía partitocrática que ha sumido al país en una espiral de corrupción, pobreza, desigualdad y exclusión.