De los pocos epítetos que me quedaban por oír para definir las políticas del PP era la de extravagante. Desleal, guerracivilista, artera, monotemática, oportunista, apocalíptica, manipuladora, jacobina, maniquea, fascistoide, simplista… son calificativos que pueden venirle como anillo al dedo; pero lo de extravagante confieso que no lo había oído hasta el momento ni se me había ocurrido.
A pesar de su carácter suavón, casi eufemístico, el calificativo le ha de saber bastante doloroso a los populares teniendo en cuenta su procedencia: el Tribunal Constitucional. Máxime cuando con él designa al recurso presentado por el gobierno del País Valenciá contra el estatuto andaluz por su sistema de financiación, una de las piedras angulares de su acción opositora durante la presente legislatura, cómo no, vinculada también a ETA y al servicio de la destrucción del «país conocido como ex-paña».
Así que no puedo más que regocijarme por tamaño varapalo venido nada menos que de las manos de la institución en la que nuestros neocons patrios tienen depositadas las esperanzas para acabar con los avances (tímidos, que todo hay que decirlo) en la clarificación del mapa autonómico del estado llevados a cabo por el gobierno socialista. Sólo falta que los juristas del tribunal digan algo parecido sobre el recurso de inconstitucionalidad presentado contra la carta magna catalana para hundir definitivamente el periodo más nefasto de oposición de nuestra última –y todavía corta– trayectoria democrática. Ya sería la caña.