Ucrania y los problemas de memoria de la prensa corporativa

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Recuerdo un thriller de culto del cine independiente norteamericano denominado Memento, donde un investigador que trata de esclarecer el asesinato de su mujer, tiene que lidiar con un problema de pérdida de memoria a corto plazo, derivado del golpe en la cabeza que recibió cuando trataba de protegerla del sicario que le dio muerte. En la compleja trama, Leonard, interpretado magistralmente por Guy Pearce, se tiene que enfrentar a sus olvidos mediante el uso de una cámara y las notas que iba escribiendo sobre su cuerpo.

El caso es que parece que el extraño síndrome descrito en Memento se ha extendido peligrosamente entre la clase periodística o quizá incluso se haya convertido en un requisito imprescindible para poder ejercer tan noble y desprestigiada profesión. No cabe otra explicación a la general desmemoria de los medios de comunicación para con Ucrania. Y es que no imagino cómo se puede vulnerar tan alegremente el código deontológico del periodista sin que actúen de oficio los defensores del lector o incluso otras instancias de los poderes públicos.

No me refiero sólo al obvio respeto a la verdad, que debe presidir todas las acciones del oficio, sino a la diferenciación clara entre información y opinión, la contrastación de los datos con múltiples fuentes y enfrentar las distintas versiones de un mismo hecho. Veámoslo, a modo de aquellos famosos cursos de ética periodística, aplicando estos principios del código del buen hacer al peligroso conflicto que vive Ucrania.

El actual gobierno que preside Alexander Turchinov no es democrático ni ha sido elegido por nadie, por el contrario, es el resultado de un golpe de estado «blando» que se inició con revueltas populares en Kiev que culminaron con la toma del poder por milicias fascistas fuertemente armadas que, la mayoría de los media occidentales se cuidaron de ocultar debidamente. No obstante, el hecho de que ahora se pida desde la oficialidad la desmovilización de las tropas de choque de Maidan o su integración en la renacida Guardia Nacional de Ucrania, debería hacer pensar a cualquier persona con dos dedos de frente de los 4 o 5 reglamentarios, que la toma del poder fue violenta y que hordas neonazis fueron las encargadas del asalto final en la capital. ¿Por qué no se relacionan los hechos y se mencionan para contextualizar la situación? ¿Tanto cuesta hacer ese simple ejercicio lógico?

Pues bien, la amnesia mediática es absolutamente general. Obviamente porque existe el temor de que, conociendo los hechos en su totalidad, la legitimidad de Turchinov quede reducida a las mismas cenizas de la desaparecida democracia ucraniana y la opinión pública pueda hacerse preguntas incómodas. ¿Cómo puede un presidente golpista reprimir a su pueblo que protesta en las calles como él mismos hacía hace unos pocos meses? ¿por qué ellos eran considerados demócratas y los del este son sólo «terroristas»?

Todos conocimos las grabaciones interceptadas donde miembros del gobierno de EEUU fueron pillados planificando el futuro del país tras el golpe de estado como si ellos fueran los responsables de todo el proceso. ¿Cómo es posible que ya se hayan olvidado del caso y nadie lo relacione con los hechos que acontecen en estos momentos? La noticia dada esta misma tarde acerca del apoyo del gobierno norteamericano a las operaciones militares contra el este de Ucrania indudablemente tendría otro formato distinto al puramente aséptico con el que ha sido presentado. Podría haber sido algo así como: «Como no puede ser de otra manera, el gobierno norteamericano bendice la represión militar contra el pueblo ucraniano que ha iniciado su gobierno títere y golpista tras a visita secreta del director de la CIA».

Más hechos curiosos e incontestables, en otra de las conversaciones interceptadas por la inteligencia rusa, se admite que los francotiradores usados para atizar las revueltas y deshumanizar al presidente electo Yanukovich fueron «contratados» por los propios opositores. ¿Acaso sirvió la divulgación de tal información para rehabilitar la figura del tirano y criminal presidente? O mejor aún ¿sirve para poner en duda la legitimidad del presidente interino Turchinov? Obviamente no, no conozco medio alguno de comunicación de masas que haya hecho tan simple disquisición.

Sigamos un poco más. Los mandatarios occidentales culpan invariablemente a Rusia y al demonio de Putin de estar detrás de los acontecimientos. Todos los medios lo repiten cual papagayos sin contrastar la información y sin conocer prueba alguna, será cuestión de fe pascual o prueba de ingenuidad de periodistas pardillos. Por contra, hoy se han hecho públicas declaraciones del máximo responsable de la inteligencia militar europea en sentido inverso. Pero da igual, Rusia mueve los hilos. Para algunas televisiones españolas —presumiblemente de izquierdas— los pro rusos, los rusos étnicos ucranianos y los rusos de la madre patria son lo mismo, confundiendo deliberadamente a la opinión pública de manera zafia con un sentido político propagandístico evidente. La injerencia de la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos fue absolutamente notoria y pública durante los disturbios que llevaron al golpe de estado. ¿Ya se les olvidó este hecho a nuestros esforzados periodistas con memoria de pez? ¿es quizá otro olvido selectivo y deliberado? ¿por qué no se equiparan ambas injerencias al menos?

Si Rusia mueve un sólo soldado dentro de sus fronteras cerca del este de Ucrania constituye un hecho enormemente grave. Sin embargo, para nuestros desnortados periodistas, el envío de buques de guerra norteamericanos a la zona no es un hecho reprobable, tampoco el refuerzo los efectivos de la OTAN junto a las fronteras rusas o la realización de patrullaje y maniobras. ¿Cómo se puede ser tan parcial? Sólo se puede entender tal doble rasero desde posiciones partidarias e incluso belicistas. De hecho son parte crucial de la ofensiva contra Rusia en esta especie de reedición de la versión 2.0 de la guerra fría, del mismo modo que fueron cómplices necesarios de la agresión contra Libia o lo son hoy contra Siria. No creo que sean mecanismos conscientes en la mayoría de los casos pero sí que son una mezcla de autocensura, de seguidismo cómodo del mainstream, de la simple repetición de noticias de agencias o de notas de prensa de gobiernos, etc., etc.

Lógicamente, tenemos el precedente de Crimea para extrapolar a las provincias orientales del país y tratar de demonizar a Rusia como antaño. Sin embargo, hay diferencias fundamentales. Entre otras cosas, allí existía una presencia militar rusa importante que permitió que el pueblo  pudiera votar en unas elecciones de autodeterminación democráticas, cosa que no sucede en el Este donde, además, los porcentajes de grupos étnicos están mucho más parejos. Pero la prensa tampoco ha sido muy proclive a la cruda realidad con el referéndum. ¿Alguien ha explicado por qué buena parte de los tártaros y los ucranianos votaron por la reunificación? Los números cantan por soleá. Si los rusos eran, grosso modo, menos del 60% ¿cómo es posible un respaldo del 80% de la población de la península? ¿Qué ha llevado a esos grupos a preferir estar bajo el paraguas de la dictadura rusa que en la nueva Ucrania democrática europeísta? ¿nos lo han contado? Creo que no, podríamos preguntarnos el por qué y pisar terrenos que a algunos no les interesa que se exploren.

Aún hay más, en el caso de que olvidemos cómo se llegó a la situación actual, aunque sea determinante para explicar lo que sucede, tenemos un ejecutivo en el que hay seis ministros y varios altos dirigentes que pertenecen a paridos neonazis. ¿Cómo se explica que este hecho no se nombre en ningún análisis? Los partidos ultranacionalistas ucranianos, relacionados por ejemplo con Amanecer Dorado, ocupan carteras vitales en el gobierno. Muchos ucranianos han manifestado que quieren seguir siéndolo pero no bajo un gobierno fascista en el que se sentirán, no ya sólo incómodos, sino incluso amenazados. ¿No es un hecho suficientemente determinante para esconderlo de la opinión pública?

En el ámbito de lo curioso, que normalmente suele gustar tanto a la prensa, está la celebración del aniversario de la II República española en las barricadas durante el pasado 14 de abril, mediante la colocación de carteles y pancartas de mano con el archiconocido lema NO PASARÁN, como ya vimos en Crimea. Los manifestantes tienen muy claro del lado en el que están, cuáles son sus referentes ideológicos y su militancia antifascista. Airearlo supondría concitar bastantes simpatías para con los rebelde en nuestro país y poner en solfa el argumentario propagandístico tan sumamente trabajado con el que nos llevan machacando desde noviembre. Así que han optado por obviarlo con el convencimiento —erróneo— de lo que no se publica, no existe.

Occidente ha agitado un avispero tras el fracaso electoral de la revolución naranja y lo está intentando de nuevo con todos los medios a su alcance. Sin embargo, Rusia es ahora una potencia emergente que no va a seguir permitiendo que la rodeen de bases militares como viene sucediendo desde la caída del muro de Berlín a pesar de multitud de acuerdos firmados en contra de tal doctrina. Esa es la diferencia. Una base de la OTAN en Sebastopol donde colocar además más piezas del escudo antimisiles es más de lo que estaban dispuestos a soportar. No podemos olvidar la geopolítica del gas y quiénes están dispuestos a beneficiarse de la crisis de abastecimiento que puede llegar a la UE. La situación económica de Ucrania, en pura bancarrota, también es imposible de obviar en todo este rompecabezas. Tampoco la batalla entre los sectores productivos del este y del oeste, ni las diferencias de nivel de vida entre uno y otro lado. Los presuntos beneficiados y damnificados por una futura integración en Europa son factores a tener en cuenta en cualquier análisis medianamente serio de la cuestión. Subiendo a otra escala, está en juego el surgimiento de un mundo multipolar, cosa que EEUU intenta evitar a toda costa como actual único gallo del gallinero. Pero desde luego, los maniqueismos superficiales, la propaganda o la desinformación no conducen nada más que a posturas viscerales, infantiles y hasta peligrosas, incompatibles con el raciocinio y la superación pacífica de los conflictos. Esa es la responsabilidad de los medios de comunicación «libres» de occidente y una tarea que debieron olvidar hace tiempo.

Siguiendo con el símil cinéfilo, los medios de comunicación padecen una mezcla de los olvidos —aunque selectivos— de Memento y la sobrecarga de información que sufría Johnny Mnemonic, que le podía incluso provocar la muerte. Así que nada, sigamos con el fútbol, las procesiones, el amarillismo y la prensa del corazón, que son las noticias realmente relevantes de nuestra época, ¿verdad?. Después se quejan de las pérdidas de ventas, credibilidad y audiencia…