Lamentablemente era la crónica de otro fracaso anunciado. Un absolutamente decadente Obama ha sido incapaz de presentar ningún compromiso sustancial para que el país desarrollado más contaminante del planeta reduzca sus emisiones de gases invernadero de manera que se logre paralizar el cambio climático antrópico generado fundamentalmente por el uso y abuso de los combustibles fósiles. Sin el concurso de Estados Unidos, era imposible que se pudieran sumar a la propuesta otros países en vías de desarrollo que no quieren ver cómo ahora la contaminación generada por los países ricos puede impedir su propio crecimiento y la mejora del nivel de vida de sus poblaciones.
Así las cosas, EEUU ha perpetrado el enésimo crimen contra la humanidad que tiene en su haber. La cumbre ha acabado sin acuerdo, sin cifras de reducción reales ni vinculantes, sin sistemas de control o verificación de las emisiones. Ha sido un acuerdo al más puro estilo Obama: palabras, sólo palabras. Un dinero encima de la mesa tapará algunas bocas de países pobres o emergentes y les permitirá comprar algunos molinos y paneles solares para obtener algo de energía limpia mientras los ricos donantes siguen cargándose todo el planeta, mientras dure.
Todo parecía preparado para que al final de la cumbre el VII de Caballería viniera a rescatar el planeta. Pero una vez más no ha sido así, todo lo contrario. Obama in extremis anunció un acuerdo inexistente logrado con unos pocos países amigos o clientes antes incluso de presentarlo a discusión al plenario. Sin embargo, la intervención de los países del ALBA y de la amenazadísima isla de Tuvalu puso las cosas en su sitio, ya que debe ser aprobado por unanimidad del pleno, algo que no sucedió ni sucederá jamás en estos términos.
El texto propuesto emplaza a mantener el calentamiento del planeta por debajo de los dos grados, como recomendaba la comunidad científica, pero no dice cómo hacerlo. Para ello son necesarias reducciones en torno al 25-40% de las emisiones en 2020 en relación con 2005 y, evidentemente, de eso no hay nada de nada. EEUU llegó a la cumbre con un cicatero e irresponsable 17% que ni siquiera ha sido mantenido claramente. Una vez más han ganado las empresas frente a la ciudadanía y frente a los estados. Los republicanos neocons y los petroleros están dando saltos de alegría.
Dicen que enero será la nueva fecha para proporcionar cifras concretas. Entonces, con menos cámaras, seguramente terminarán de darle el tiro de gracia al planeta.
Rechazo a documento final marca cierre de Cumbre sobre el Cambio Climático
Copenhague: Un Golpe de Estado a la Carta de la ONU
ABN/Cubadebate
La cumbre del cambio climático realizado en Copenhague, Dinamarca, desde el pasado 7 de diciembre, finalizó este viernes luego de la presentación de un documento rechazado, en principio, por las delegaciones de Cuba, Venezuela, Bolivia por haber sido creado a puertas cerradas entre un pequeño grupo de países.
‘Los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) impugnamos desde ya cualquier documento que saque (Barack) Obama por debajo de la puerta’, había declarado este viernes el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
‘No conocemos ninguna declaración. Los documentos de trabajo de dos años quedaron ahí congelados como la nieve. Sacar ahora un documento de la nada sería lamentable y vergonzoso’, dijo Chávez.
Por su parte, la delegación de Cuba rechazó también el proyecto de declaración. ‘Es el acta de defunción del protocolo de Kioto que mi delegación no acepta’, dijo el canciller cubano, Bruno Rodríguez.
Los países latinoamericanos intervinieron en el pleno de la conferencia, reunido a mitad de la noche, tras el discurso del representante del pequeño archipiélago de Tuvalu (océano Pacífico), que rechazó aprobar el texto propuesto.
En profundo desacuerdo con la «propuesta Obama», que hace alusión a un aumento máximo de la temperatura de 2º C, el delegado de Tuvalu, uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, la comparó “a un puñado de monedas para traicionar a nuestro pueblo y a nuestro futuro”. Los pequeños países insulares militan porque el calentamiento se limite a 1,5º C para no verse sumergidos por el aumento del nivel del mar.
La representante de Venezuela consideró que la forma en que fue alcanzado este compromiso político, al que la mayoría de delegaciones no tuvo acceso hasta la apertura del plenario, representa “un golpe de Estado a la Carta de Naciones Unidas”.
“Nos lanza sobre la mesa dos papeles, después de que los líderes de varios países hayan dado ruedas de prensa para anunciar que había un acuerdo al que no hemos tenido acceso”, afirmó la delegada venezolana levantando un dedo ensangrentado para llamar la atención del presidente de la sesión.
“No vamos a decidir la vida de millones de personas en 60 minutos, no vamos a validar este documento”, afirmó el representante de Bolivia. “Estamos actuando de una manera dictatorial”, denunció.
Criticando el que el texto no recoja objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero ni compromisos precisos de ayuda financiera a los países en desarrollo, el delegado de Cuba denunció: “hace cuatro horas, el presidente (estadounidense Barack) Obama anunció un acuerdo que no existe”.
También protestaron los representantes de Costa Rica y Nicaragua, que presentó una modificación del documento que provocó una suspensión temporal de la sesión.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expresó su satisfacción por el acuerdo conseguido tras más de doce horas de negociaciones en la capital danesa que culminaron con un encuentro entre EE.UU., Brasil, India, China y Sudáfrica en el que se forjó el pacto.
Obama reconoció que será ‘muy complicado’ y ‘llevará un tiempo’ cerrar un tratado que sea legalmente vinculante, algo que requerirá ‘más confianza’ entre las partes.
Según Obama, el acuerdo logrado este día, no será legalmente vinculante pero sí hará que los países fijen sus objetivos de recorte de emisiones de gases contaminantes.
El ‘papel’ de Obama despista a la ONU
Un jefe negociador de la cumbre reconoce que Naciones Unidas no sabe «qué hacer» con el texto de las potencias. Los países bolivarianos impiden su aprobación
El plenario de la cumbre del clima de Copenhague «tomó nota» ayer por la mañana del acuerdo cocinado por EEUU, China, la UE y otras potencias, tras una noche marcada por el boicot de los países bolivarianos al texto, calificado como «un golpe de Estado contra Naciones Unidas» por el delegado de Venezuela. El documento, denominado Acuerdo de Copenhague, fue elaborado a última hora por 26 países, al margen de otros 166, para intentar salvar la cara a más de un centenar de líderes mundiales, llegados a la capital danesa para firmar un nuevo acuerdo de reducción de las emisiones de CO2 capaz de frenar el calentamiento global.
Ahora, un día después del fin de la cumbre que debía salvar el planeta, Naciones Unidas no sabe qué hacer con el texto de tres páginas impulsado por Barack Obama, único fruto de dos años de negociaciones. «Es una situación muy rara, muy rara», explica a Público el economista maltés Michael Zammit Cutajar, presidente del grupo de negociación de la ONU que pretendía elaborar un protocolo de Copenhague que imponga recortes obligatorios de emisiones a EEUU y a China, ambos fuera del Protocolo de Kioto vigente.
El acuerdo auspiciado por Obama no es vinculante, no contiene cifras de reducción de emisiones y tampoco contempla la creación de un sistema de control internacional para verificar las emisiones de los países emergentes (China, India, Brasil). Ni siquiera fue aprobado por el plenario de la cumbre del clima, que se limitó a «tomar nota» por la rabiosa oposición de Venezuela, Bolivia, Cuba y Sudán.
«Señor presidente, el presidente Obama ha anunciado un acuerdo que no existe», manifestó el delegado cubano. Y el portavoz de Sudán, Lumumba Di-Aping, uno de los protagonistas de la cumbre, llegó a comparar el Acuerdo de Copenhague con el Holocausto, por las muertes que provocará en África la inacción de los países ricos frente al calentamiento global.
«El texto no es una decisión de la Conferencia sobre cambio climático de la ONU», zanja Zammit Cutajar, pese a que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, afirmó ayer: «Por fin tenemos un compromiso».
«Es una situación muy poco clara, porque sólo tenemos un acuerdo político entre algunos países, pero formalmente no sabemos cuáles, salvo por la prensa», explica el jefe negociador de la ONU, autor del primer borrador de acuerdo presentado en la cumbre.
El «papel de Obama», como lo llaman los negociadores, pone dinero encima de la mesa: 30.000 millones de dólares para pagar la adaptación al cambio climático de los países pobres entre 2010 y 2012. Y fija un vago objetivo de evitar una subida de más de dos grados en la temperatura del planeta. Para Obama, es «un gran avance sin precedentes». Pero la ONU no sabe cómo traducir esta declaración de buenas intenciones de los países más contaminantes en un tratado útil para reducir las emisiones globales de CO2.
La intención de Ban Ki-moon y de los líderes de la UE es proponer en la próxima cumbre del clima, prevista para dentro de un año en México, si no se improvisa otra en junio, que el Acuerdo de Copenhague se convierta en un tratado vinculante para los países que se adhieran a él antes del 1 de febrero de 2010. China e India ya han anunciado que vetarán esta decisión. Su compromiso para minimizar el aumento de emisiones es «voluntario», no obligatorio, según dejaron claro sus primeros ministros, Wen Jiabao y Manmohan Singh, respectivamente.
Para Zammit Cutajar, el fracaso de la cumbre de Copenha-gue se debe a que la conferencia ha sido víctima de su propio éxito. «Es decepcionante, la cumbre se convirtió en un evento político y mediático, y el aspecto ideológico ha eclipsado el interés por luchar contra el cambio climático», se lamenta.
Un observador que ha asistido a las últimas conferencias de la ONU sobre cambio climático comparte el análisis del maltés. «Los países bolivarianos han bloqueado el acuerdo para consumo interno en sus países, la agenda climática les da igual», opina. Según sus cifras, los venezolanos emiten 5,5 toneladas de CO2 anuales per cápita, un 20% más que la media mundial y casi cinco veces más que el resto de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). «Venezuela y Bolivia tienen petróleo y gas, lo que quieren es incrementar el consumo de combustibles fósiles», aseguran estas fuentes.
La cumbre de Copenhague se había planteado como la última oportunidad para salvar el clima, como el final del camino. Pero ahora aparece como un primer paso hacia un embrollo burocrático causado por los enfrentamientos en torno a un esmirriado Acuerdo de Copenhague. La ministra Elena Espinosa reconoció en la madrugada de ayer el descalabro: «El documento no es todo lo ambicioso que la UE hubiera deseado, pero la única alternativa que teníamos era el absoluto fracaso».
Es curioso como despues de anunciar un exito sin precedentes en la historia ahora se tiran los trastos a la cabeza a diario, mienten como bellacos
Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro:
“Hubiera sido un milagro. Hubiera sido un milagro que el mismo pensamiento que no ha sabido cuidar el presente se hubiera preocupado del futuro. Si tras el desplome financiero mundial se hubiesen puesto en cuestión los dogmas económicos y morales que lo produjeron, entonces sí… entonces, la Cumbre del Clima de Copenhague hubiera podido tener éxito. Pero es pueril pensar que si no se desactiva el principio del crecimiento económico incesante, pueda cambiarse algo en serio.
Y el principio del crecimiento económico incesante sigue tan vivito y coleando como antes del crash: crecer y crecer, más y más. Así hasta el infinito, cerrando los ojos a la evidencia, y haciendo imposible cualquier futuro. Es la locura de un capitalismo desenfrenado que ha terminado por alucinarnos a todos.
Pero en eso estábamos y en eso seguimos estando. Y así ocurre que una cumbre trascendental, en torno a un problema trascendental, el cambio climático, se convierte en un mercado de compra-venta de derechos de emisión, con criterios puramente nacionales o regionales.
Poco más. Copenhague ha sido un fracaso y un triunfo para los que querían que fracasara. Y se ha puesto de relieve nuevamente que nuestras democracias son mas débiles que los grupos de presión no democráticos. Que son los que mandan de verdad y están diseñando el mundo a su medida.
Las izquierdas deberían estar oponiéndoles severa resistencia, pero, al parecer, no están para esos trotes. En España, desde luego, la energía de la izquierda se consume en el cuerpo a cuerpo cotidiano con sus rivales electorales. De forma que empieza a vislumbrarse algo muy notable: los partidos de izquierda quedarán reservados para gestionar y para analizar demoscopias. Es decir, para ganar o perder, dentro del actual statu quo.
Pero para los asuntos de fondo, como el cambio climático, o para desafiar un orden mundial injusto, tendremos que confiar en el impulso de los movimientos sociales, como los movimientos antiglobalización, que están acreditando claridad de ideas, coraje y determinación.
Lo de Copenhague ha sido una decepción. Otra.”