¿Echarlos al mar?

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El conflicto palestino israelí descansa sobre una serie de mitos que son permanentemente agitados para concitar apoyos a los invasores o para desacreditar a las víctimas de la ocupación, el racismo, la limpieza étnica, el genocidio o el robo permanente y descarado de la tierra, el agua y los recursos palestinos. Como en otras ocasiones, los medios de comunicación y muchos estados evitan utilizar una terminología acorde con la verdadera naturaleza y magnitud del problema, dulcificando la realidad con eufemismos y palabrería huera. Como dijo un conocido estadista, quien en momentos de un conflicto desigual toma una actitud neutral no está sino apoyando al agresor. Eso es lo que hacen la mayoría de los estados en relación a la ocupación israelí de Palestina y sus políticas racistas y neonazis.

No obstante, muchas veces los políticos —que en Israel ello quiere decir demasiadas veces los militares— tienen que despojarse de los disfraces que usan frente a la opinión pública externa o a dignatarios extranjeros y mostrar la realidad con toda su crudeza obviando las recomendaciones del Manual del Buen Sionista que siguen a pies juntillas para aparecer políticamente correctos y civilizados, aunque al someterlos a un mínimo análisis riguroso está claro que no pueden ni siquiera aspirar a ser. Usando un elenco más o menos conocido de frases de altos responsables del gobierno de Israel, ya sean civiles o militares, trataré de desmontar esos mitos y leyendas que se interponen deliberadamente para complicar el panorama y pretender hacerlo ininteligible para la mayoría de la población.

El primer mito promovido en los últimos años es la posibilidad de tener dos estados viables en la zona que convivan en paz. El estado sionista hace tiempo que no contempla esa posibilidad a menos que considere que un estado viable son unos cuantas cárceles gueto rodeadas de alambradas, muros y militares fuertemente armados, sin acceso al agua, sin libertad de movimientos, sin tierras de labor ni nada que se parezca a una vida humana digna de ser llamada como tal. La avidez del sionismo por la tierra puede resumirse en dos frases de Ariel Sharon, que pronunciadas en cualquier contexto occidental sorprenderían por su brutalidad:

Todo el mundo debe moverse, correr y arrebatar cuantas colinas pueda para incrementar los asentamientos, porque todo lo que tomemos ahora será nuestro…Todo lo que no arrebatemos será de ellos.

Es evidente que arrebatar significa robar a sus legítimos dueños, evidentemente por la fuerza, no creo que sea necesario explicarlo. Pero la cita que sigue es si cabe más reveladora de las verdaderas intenciones del invasor:

Es el deber de los líderes israelíes explicar a la opinión pública, claramente y con coraje, un cierto número de hechos que con el tiempo se van olvidando. El primero de ellos es que no hay sionismo, colonización ni Estado judío sin el desahucio de los árabes y la expropiación de sus tierras.

Desahucio de los árabes significa —obviamente— la expulsión de sus tierras una vez robadas, una deportación en toda regla por mucho que traten de evitar esa palabra de duro significado para muchos judíos europeos al ser una práctica nazi usada contra ellos mismos. Es por eso que entre ellos suelen preferir la palabra transferencia, no vaya a ser que los comparen con Hitler y los suyos, a quienes en última instancia deben su estado neocolonial, cosa que explotan hasta la saciedad, sobre todo desde la guerra del 67 en lo que muchos llaman «la industria del holocausto».

Por si quedan dudas de los métodos para robar la tierra, todo lo que contiene y expulsar de allí a sus legítimos habitantes, algunos no se cortan enunciando los expeditivos métodos para lograrlo:

Debemos utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación de tierras y el corte de todos los servicios sociales para expulsar de Galilea a su población Árabe. Israel Koenig, «The Koenig Memorandum»

Creo que no queda ningún fleco sobre las pretensiones finales de los sionazis por mucho que traten de ocultarlo, suavizarlo o camuflarlo entre el metalenguaje político o diplomático de siempre. Si ello no bastara, veamos qué les espera en el futuro a los palestinos si la comunidad internacional no pone coto a las ansias expansionistas y racistas del estado hebreo.En esta ocasión la perla pertenece a Rafael Eitan, jefe de las fuerzas de defensa israelíes:

Cuando hayamos tomado su tierra, todo lo que los árabes podrán hacer será escabullirse alrededor de una botella, como viles cucarachas…

Muchos se preguntarán que si la cosa está tan clara en Israel qué hacen pues con tantas negociaciones, planes, conferencias y demás actividad diplomática. Es bien fácil, los palestinos pretenden frenar y dar marcha a la imparable colonización de su tierra, mientras que Israel trata de ganar tiempo para seguir conquistando más y más terreno pretendiendo que todo el mundo mire para otro lado. Basta si no comprobar cómo la famosa Hoja de Ruta nació muerta por las inabordables exigencias a la Autoridad Palestina o cómo los acuerdos de Oslo fueron pasados por alto una y otra vez. A veces la comunidad internacional obliga al estado sionista a aceptar ciertos límites en sus políticas genocidas y expansionistas que invariablemente se quedan en papel mojado. Fue Rabin quien dijo que

Les haré negociar veinte años sólo para superar el primer paso

Eso es lo que les espera a los palestinos pragmáticos con el actual status quo, no habrá luz al final del túnel, es bien fácil, ya lo dijo un miembro del gabinete del alcalde de Tel Aviv:

Tenemos que matar a todos los palestinos, a menos que ellos se resignen a vivir aquí como lo que deben ser: esclavos!

Frente a la evidencia, ¿qué les queda sino la resistencia?. Hace unos pocos días se abrió una ventana, una conjunción planetaria de esas que cada decenio permiten abordar una solución definitiva que trajera paz a la zona. ¿Cuál fue la respuesta de Israel? Aún no estamos preparados. Añadía en los biTs que el problema es que es pronto para que Israel culmine el ilegal muro del apartheid, los planes urbanísticos en el gran Jerusalén étnicamente limpio de población árabe y la consolidación de las nuevas colonias en suelo palestino. Cuando consideren que ya no queda más nada de valor para robar, será el momento de afrontar un proceso de paz definitivo.

En esta tesitura no puede esperarse nada bueno de aquella región. Guerra y más guerra. Israel dará otro beso de la muerte a Abbas para que sea repudiado por los palestinos que aún le apoyan. Hamas concitará más simpatías en Cisjordania, no habrá nadie con quien negociar porque aquí entra en juego otro peligroso mito alrededor del que pivota esta fase del conflicto, el del reconocimiento del estado de Israel. En las relaciones internacionales el principio de la reciprocidad debe presidir el proceder diario. ¿Qué sucede con el reconocimiento del derecho a existir de Palestina? Si Israel lo aceptara de veras hace decenios que existiría un estado independiente y soberano y no hay nada en el horizonte que pueda hacer pensar en ello salvo las oníricas —o etílicas— alucinaciones divinas de Bush o la estéril palabrería sionista. ¿Por qué entonces se ha castigado colectivamente a Palestina por haber votado a Hamas? ¿dónde está la equidad? ¿no será que el verdadero problema es que siguen confiando en el legítimo derecho a la resistencia para expulsar al invasor? Fijaros en lo que opinaba sobre el tema David Ben Gurión, ex primer ministro de Israel:

Si yo fuera un líder árabe, nunca firmaría un acuerdo con Israel. Es normal; les hemos quitado su país. Es cierto que Dios nos lo prometió a nosotros, pero ¿qué les puede importar eso a ellos? Nuestro Dios no es el de ellos. Ha habido antisemitismo, los nazis, Hitler, Auschwitz, ¿pero ellos tienen la culpa? Ellos no ven sino una cosa: hemos llegado y les hemos robados su país. ¿Por qué deben aceptar eso?

Esa es la triste realidad con toda su crudeza de boca de un líder hebreo. Contra esa rotundidad poco vale la retórica dulcificadora de la realpolitik, la diplomacia o la falsa equidistancia contemporizadora occidental. Pero a veces los «deslices» lingüísticos van mucho más allá que el puro reconocimiento de los hechos y rayan la depravación propia del régimen sionista y sus líderes. Para ilustrarla, dejo una cita del actual primer ministro Ehud Olmert:

Matar civiles palestinos es justificable; lo inmoral es atacar Israel… no hay equivalencia moral entre ellos y los ataques contra Israel

Bajo esta aseveración subyace un arraigado sentimiento racista e islamófobo de la segunda personalidad política de Israel tras el dimisionario y violador presidente, otro dechado de virtudes reflejo de un país enfermo. Oyéndolos es fácil imaginar cómo serían las de otros miembros de la Knesset que no necesitan guardar las formas ante la opinión pública extranjera. Es en este contexto general es donde hay que enmarcar los mitos occidentales del conflicto palestino, otro de los cuales, quizá el más socorrido, es el de que los sanguinarios palestinos pretenden echar al mar a los pobres y pacíficos israelíes al mar, justamente lo que no dejan de hacer los hebreos con los árabes desde hace muchas muchas decenas de años. ¿Curiosa proyección, verdad?