Siria: la guerra de los lobbistas

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Esta mañana me he desayunado con unas declaraciones de Obama que me han dejado patidifuso. Decía el sheriff del mundo que iba a presionar a los lobbys del Congreso de EEUU para recabar los votos necesarios para que aprueben su iniciativa de ir a la guerra contra Siria. Afortunadamente, sus pretensiones iniciales de atacar sin el beneplácito de la cámara han sido abandonadas y dan un cierto respiro para que los opositores a la guerra podamos tratar de parar esta barbarie o, al menos para desenmascarar la enésima mentira justificativa de la enésima injerencia supuestamente humanitaria de los Estados Unidos. Pero hay otra razón más, atacar directamente sin el apoyo del Congreso serviría para equiparar públicamente a los rebeldes de al Qaeda con sus propias fuerzas armadas. Todos sabemos que es así, pero admitirlo públicamente ante el mundo es mucho más de los que cabría esperar. Y es que Estados Unidos puede atacar directamente cuando es atacado. Pero invocar legítima defensa para saltarse garantías legales ya rozaría el escándalo.

Pero volvamos al principio. El problema de Obama, en nuestro país no sería tal, si tienes mayoría absoluta, es cuestión de ni si quiera pararse a pensar en nada más. Si no es así, basta llamar al secretario general de un partido con el que se pueda sumar los votos necesarios, negociar un texto y voilá, votación solucionada. Pero en Estados Unidos no es así, la disciplina de voto partidaria no existe y se estila el voto de conciencia. Esto podría ser hasta un síntoma de madurez democrática. Sin embargo, es todo lo contrario, los congresistas tienen que obedecer a aquellos que les han pagado la campaña, por eso el presidente hablaba con tanta naturalidad del contacto con los lobbys para hacer que estos influyan en el voto de sus protegidos, sus vasallos o como queramos llamarlos.

Por tanto, para prever el sentido del voto de la “incontrolable cámara” es necesario conocer cuáles son los grupos de poder más poderosos del Congreso. Obviamente, no es algo fácil de comparar, pero en los listados suelen coincidir los siguientes: el complejo militar industrial, el lobby petrolero (o energético), el de Wall Street, el lobby sanitario y el tecnológico. Sin embargo, en Washington hay un lobby que no necesita apellido que lo defina, es «el lobby» por excelencia. Se trata de la AIPAC, el lobby que defiende los intereses de Israel en Estados Unidos, el mismo al que Obama rindió pleitesía cuando ganó las primarias ante Clinton para tener sus favores ante su primera campaña electoral por la presidencia del país.

Así que, en principio, la cosa pinta realmente mal. Si no hay nuevos factores que impidan el desarrollo de esta nueva fase del conflicto (como un informe de la ONU negativo, la pérdida total del apoyo de la opinión pública, la divulgación mediática de los rebeldes como verdaderos autores del ataque químico o la disuasión militar que puedan ejercer los aliados de Siria), todo apunta a que tendremos guerra tras el 9 de septiembre.

Pero aún no está todo dicho, en una semana los acontecimientos pueden virar en cualquier dirección y todas las posibilidades siguen sobre la mesa. Aún podemos hacer mucho por defender una solución pacífica y política en la conferencia internacional de Ginebra II a la que EEUU no quiere acudir a no ser que pueda imponer a priori toda su agenda geopolítica, algo que no puede hacer con el actual estado de las cosas sobre el terreno y las derrotas de los mercenarios de al Qaeda en todos los frentes.

3 Comentarios

  1. Es increible que un premio nobel de la paz lleve a cabo estas acciones blicas, y tambin es inacceptable que un genocida totalilario como Al Asaad masacre a su propio pueblo. Personalmente, los metera en una habitacin cerrada a los dos «lderes» y les hara inhalar gas sarin hasta que escupieran espuma por la boca.

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