Israel hace descarrilar el acuerdo nuclear con Irán

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Puede parecer increíble que un país tan insignificante sea capaz de condicionar la agenda política mundial, pero es así. Israel ha hecho descarrilar —al menos por el momento— las esperanzas de paz que se habían puesto en el último proceso negociador de un conflicto que lleva muchos años amenazando con prender la mecha de Oriente Medio y hacer estallar el polvorín en que las políticas neocoloniales han convertido a aquella región. El mundo se las prometía muy felices el pasado fin de semana cuando Kerry y Lavrov bajaron a la arena para rubricar un más que seguro acuerdo.

¿Que pasó pues, para que todo se viniera abajo en cuestión de minutos? Pues que Francia, convertida en portavoz de Israel, se echó para atrás en el borrador de texto ya consensuado y cruzó todas las líneas rojas cuestionando, como pedía el estado sionista, los derechos soberanos de Irán como país y como estado firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear. Pero lo peor de todo es que ha arrastrado a Estados Unidos que, ante la tesitura de aparecer como moderado a los ojos del electorado más conservador, ha optado por repetir hasta la saciedad el manido y desafortunado slogan de una conocida cadena de grandes superficies de productos tecnológicos.

Algunos medios difundieron el rumor de que Israel había amenazado con atacar unilateralmente a Irán si se firmaba el borrador previamente acordado. Sin embargo, más allá de la verosimilitud que pueda poseer tal información, no cabe duda de que posee una fuerte carga exculpatoria al lamentable rol jugado —una vez más— por los sionistas neonapoleónicos en su vuelta hiperactiva a los escenarios de la geopolítica en el convulso Medio Oriente. Suena, por tanto, a operación de lavado de imagen ante la pérdida de credibilidad de ver a un gobierno supuestamente de izquierdas postrado a los pies de un Israel  gobernado por racistas, fundamentalistas religiosos y peligrosos ultraderechistas.

En cualquier caso, toda la crisis iraní se basa en un burdo montaje. En 2007 la NSA, la CIA y otras 14 agencias de inteligencia norteamericanas ya dijeron pública y simultáneamente que la República Islámica había renunciado a su programa nuclear militar en 2003 y que no había prueba alguna de que se hubiese retomado. Se trata, por tanto, de un cúmulo de suposiciones y conjeturas interesadas carentes de la más mínima prueba real y, por tanto, de un verdadero imposible de desmentir una vez que la carga de la prueba se invierte con el inestimable apoyo del poder mediático e intoxicador de los gobiernos de occidente.

Irán tiene derecho a enriquecer uranio a niveles no militares, o sea por debajo del 20% (los verdaderamente militares tienen una pureza por encima del 85%) y nada ni nadie puede conculcarle ese inalienable derecho. Exigir lo contrario es pretender hacer fracasar a sabiendas las negociaciones. Esa es la agenda de Israel, abocar al mundo a una guerra eterna en la región mientras incumple impunemente decenas de resoluciones de la ONU y posee un arsenal nuclear de los más importantes del mundo al margen de los tratados internacionales, de los inspectores de la AIEA y de cualquier tipo de  controles internacionales como a los que se está sometiendo a Irán.

Pero la vergüenza y el ridículo para las potencias occidentales es ver cómo se han plegado públicamente a los intereses espurios de Israel. Es justamente por eso por lo que han iniciado una campaña de relaciones públicas con la que culpar a Irán del fracaso de la pasada ronda negociadora de Ginebra. Obviamente no todo está perdido, en una semana se volverá a reunir la comisión negociadora y es posible que se retomen los puntos acordados por todos antes de la intromisión del sionazismo internacional. La República Islámica ya ha demostrado que puede acordar con el G5+1 una salida aceptable para ambas partes, aunque ello no será posible si es Israel quien mueve los hilos entre bambalinas. Con Israel+G5+1 sólo es previsible una salida militar como por la que llevan apostando años y años para socavar el poder y la influencia regional de Irán con la excusa de la existencia de un programa nuclear militar del que sólo hay evidencias de que es de carácter exclusivamente civil, energético y médico.

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