Venezuela: ¿un paso atrás para coger impulso?

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Después de esta larga e intensa noche detrás de unos resultados oficiales que nunca llegaban, con las inestimables noticias que nos proporcionaba el pana Antonio, de «Bájate de esa Nube», toca hacer balance de los resultados que nos deparó el referéndum constitucional de Venezuela.

Para comenzar, me gustaría hacer una mención a aquellos que manifestaban que en la República no existía una verdadera democracia, para aquellos que con la connivencia o el patrocinio de EEUU y la iglesia venezolana se postulaban como la oposición al bolivarianismo. ¿Habrían hecho lo que el gobierno si loa situación hubiera sido a la inversa? ¿habrían reconocido los resultados? Evidentemente no, muchas informaciones de todo tipo, incluso vídeos grabados en los templos, planteaban desconocer el resultado de la consulta si no lograban sus propósitos. A todos ellos, al mundo entero se les ha propinado una lección de respeto a la voluntad popular que no sólo no debería olvidarse, sino todo lo contrario. Baste si no volver la vista al norte y detenerse en lo sucedido en el país de los «guardianes de la democracia» durante el proceso electoral en el que Bush usurpó el poder para recordar lo que digo.

El primer análisis que salta a la vista es que la oposición se ha mantenido en sus niveles de siempre mientras que la izquierda oficialista no ha sabido movilizar a los suyos. Alrededor de tres millones de almas no se han sentido llamadas a participar en las votaciones. Obviamente no se trataba de unas presidenciales donde probablemente sí se hubieran implicado, pero para el chavismo ha debido ser un auténtico jarro de agua fría que deberá hacerle replantear muchas cosas si pretende revertir la situación. Obviamente, en la oligarquía y en las clases altas el PSUV nunca cosechará votos, los esfuerzos futuros para reconducir la situación deberán ir destinados a ilusionar a los sectores más populares y a recuperar a buena parte de las gentes de las clases medias que creían amenazado su bienestar desde la puesta en marcha del proyecto bolivariano.

La llegada al poder de un nuevo colectivo social suele llevar aparejada la generación espontánea de multitud de rémoras que se arriman a él, pero que a pesar de no compartir su proyecto se colocan en puestos intermedios y básicos. Salvando las abismales distancias existentes podemos pensar en lo que sucedió en nuestro país cuando el PSOE ganó las elecciones en el 82 y la izquierda llegó al poder tras 40 años de dictadura fascista. Esos arribistas son la verdadera cara del proyecto frente a la población. Si sus planteamientos fallan, si su proyecto de vida no tiene nada que ver con los valores que representan, todo el entramado se puede venir abajo fácilmente a las primeras de cambio. Es necesario que se trabaje profundamente en escoger o reforzar los cuadros del PSUV y sus representantes en las diferentes administraciones del estado. En la mayoría de las ocasiones serán, para bien o para mal, el referente del gobierno y del partido en el poder.

Una revolución como la bolivariana no puede sustentarse en una sola persona, un proyecto de integración sudamericana es mucho más que un líder por muy carismático que resulte a los pueblos de la región. Habrá indefectiblemente una era post Chávez y los principios de la misma deberán sucederle; como tales deben estar por encima de cualquier individuo. Esta verdad de auténtico perogrullo no parece tener reflejo en la realidad. Quizá esta fallida reforma constitucional podría ser parte del legado histórico de Hugo Chávez, pero no todo son leyes; revertir un proceso de mejoras sociales interiorizadas y participadas de abajo a arriba nunca es tarea fácil para las fuerzas de la reacción. Ese es el camino. El papá estado no lo conforma una vanguardia de líderes preclaros que deciden sobre el futuro de millones de personas, o se potencia la participación en todos los niveles o todo el tinglado puede ser sólo flor de un día.

Pero además de problemas más o menos estructurales, la derrota en el referéndum hay que relacionarla también con el contenido mismo del texto de la reforma. Personalmente me parece oportuna bastante de su filosofía y contenidos, aunque es obvio que o no le ha satisfecho a un sector del bolivarianismo (tanto a izquierda como a derecha del propio movimiento), o no se ha sabido explicar suficientemente bien o ambas cosas.
Es hora pues de seguir ahondando en el proceso de reformas, sirva este pequeño varapalo para demostrar al mundo que el camino se recorrerá de la mano de la voluntad popular, como no puede ser de otra manera. Pero estudiense todas las formas posibles para lograrlo dentro del actual ordenamiento y, si se aborda un nuevo texto constitucional, hágase con la vista y los oídos puestos en el pueblo soberano, sobre todo en los más desfavorecidos, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tras la lección de democracia dada por el «tirano» y su gobierno, una pensada –popular–, una fuerte toma de aire y a coger suficiente impulso como para emprender un nuevo salto con renovados bríos. Derrota tras derrota hasta alcanzar la victoria. Todavía queda por delante mucha legislatura, mucho tiempo para hacer pedagogía, para demostrar las bondades del proyecto, para organizar desde las bases, para separar el grano de la paja… en suma, para recuperar los apoyos perdidos con los que avanzar en el proceso de creación de una nueva Venezuela y una nueva Latinoamérica.

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