Para seguir de cerca la actualidad política en España es necesario tener una buena predisposición al masoquismo. El abuso de las mentiras, las manipulaciones, los eufemismos y el neolenguaje en la cosa pública acaban indefectiblemente, más temprano de tarde, por exasperar al más flemático de los observadores. Y es que, si de verdad existe una marca de la casa es que tenemos una de las castas dirigentes menos capacitadas y más incapaces de todos los países de nuestro entorno. Aquel «que inventen ellos» se diría para los científicos y técnicos españoles, pero no tiene cabida en este crucial sector de la sociedad. De los laboratorios de I+D+I de nuestros partidos han salido desarrollos tan geniales como la reinvención de la rueda, sobre todo de la rueda de prensa sin preguntas, con circuito cerrado de TV y con el entrevistado, en actitud orwelliana, escondido en la habitación de al lado frente a una cámara. Todo un logro.
Los políticos de vieja escuela, los pata negra, jamás reconocerán un error, jamás se equivocan, son seres superiores. Como mucho pueden asumir «errores de comunicación», aunque se trate de aplastantes y palmarios hechos incontestables de la talla de una ambulancia en servicio potencialmente infectada de ébola, por poner un ejemplo reciente. Parece que en los masters de politología clásica se les adiestra para el escurrir el bulto mediante el uso de coletillas del tipo «palabras sacadas fuera de contexto» o «errores de interpretación» por muy meridianas que fueran las ideas expresadas y no estuviesen sujetas a diferentes explicaciones. ¿Qué es lo que no se ha entendido correctamente en la frase «no contrato a mujeres que pueden quedarse embarazadas?». Todo vale con tal de no asumir la responsabilidad de un error. Como máximo, en el peor de los casos con un «lo-siento-mucho-me-he-equivocado-no-volverá-a-suceder» creen que puede bastar para expiar las culpas, se les nota el deje católico a la legua. Quizá sea ese el problema que ha llevado a situar la corrupción en esos niveles tan insoportables, bueno, la desfachatez del meapilas «arrepentido» junto con la impunidad en la que se desenvuelven.
Lo que no les enseñan jamás en esas escuelas es la conjugación del verbo dimitir. Es algo coherente dentro de su distorsionado discurso. Si se es incapaz de asumir públicamente una equivocación, no se pueden afrontar consecuencias derivadas de ella. Eso te pone en manifiesta evidencia. Mientras que en cualquier país europeo se dimite por usar una tarjeta de gastos de representación por adelantar unos pocos euros reintegrados a las pocas horas para satisfacer una emergencia doméstica, aquí se reciben sobres de sobresueldos ilegales en dinero B sin que ninguno de los afectados se plantee un segundo si quiera abandonar su puesto al supuesto servicio de lo público. Aquí un presidente apoya vía SMS a un delincuente encarcelado por corrupción y, tras una leve marejada política y mediática, se cierra el caso como si nada hubiera pasado. En una democracia de calidad, este gobierno estaría literalmente diezmado y varias cúpulas del Partido Popular estarían entre rejas o inhabilitadas para ejercer cargos públicos, del mismo modo que lo estaría buena parte de la oposición.
Pero la partitocracia inunda y corrompe muchos aspectos —demasiados— de la vida de nuestro país, hasta el punto de que la separación de poderes es poco menos que un chiste con muy poca gracia que impide cambios sustanciales en este pútrido régimen surgido del entente con las fuerzas de la dictadura. El poder omnímodo es lo que tiene, que crea espacios de impunidad, sentimientos de inmunidad y aviva la corrupción. No podemos esperar que ellos mismos inicien el cambio que la sociedad española necesita. Los partidos políticos han sido y son el problema y de ellos jamás vendrá una verdadera solución. Como mucho, podremos esperar leves cambios cosméticos para que todo siga igual, para que la casta sea más presentable para los de abajo y sigan así disfrutando de privilegios otra buena temporada, pero nada más.
La corrupción sistémica, que ha anidado en todos los niveles del estado, no se atajará sin una catarsis refundacional que sacuda hasta los cimientos más profundos del estado. Hay que ponerse manos a la obra, tenemos que acabar entre todos y todas con esta malhadada transición, redactar una nueva constitución y cambiar muchas de las leyes fundamentales del país, entre ellas las electorales, acabar de una vez con la partitocracia y facilitar una democracia mucho más plena, participativa y transparente. Pero no nos equivoquemos, ni PSOE ni PP van a asumir ese reto, entre otras cosas porque iría contra sus propios intereses. No se elige a un zorro para cuidar de las gallinas. Vistas las cosas, sólo los movimientos sociales, algunos partidos no mayoritarios y otros de de nuevo cuño serán capaces de estar a la altura de las circunstancias. Que cada cual escoja su sitio en esta causa, pero que nadie se quede fuera de esta empresa. Es ahora o nunca.
[…] España – Es ahora o nunca. Reiniciemos el estado español. […]
Reiciar el Estado espaol se llama III REPBLICA, y lo dems es seguir el juego del PPSOE.
Salud
Sea!!!!