Ya tenemos dictada la última medida de “seguridad” tomada por los Estados Unidos para prevenir la piratería aérea de tintes suicidas. Su gobierno ha decidido ampliar la iniciativa de fichar a todos los viajeros que ingresen en su país por vía aérea. Hasta la fecha la norma sólo era aplicable a aquellos visitantes provenientes de países para los cuales era necesaria la solicitud de esa, en palabras de Ramonet, auténtica mordida de visado. Dentro de poco, todos los extranjeros, incluidos sus fieles aliados y/o vasallos, pasarán este molesto trámite.
Lula, el familiar presidente de Brasil, para enfrentar la vejatoria medida, lo ha tenido muy claro: exigir los mismos requisitos para los norteamericanos que vayan a Brasil, lo que ha provocado las airadas quejas del gobierno Bush y, lo que es más importante, nos ha abierto el camino sobre cuál debería ser la respuesta más adecuada que correspondería dar a la Unión Europea. No en vano la reciprocidad ha sido y es moneda habitual de cambio en las relaciones diplomáticas. Por otro lado, la decisión no es una pataleta infundada, tal y como ha demostrado Chomsky, los EEUU son un auténtico santuario para terroristas de todo el mundo, aunque preferentemente encuentran refugio en ese país aquellos que operan en Latinoamérica; Guatemala, Cuba, El Salvador, Haití, Venezuela, etc., etc., etc.
Si ya tenía pocas ganas de visitar la metrópoli del imperio, sobre todo por algunos viajes episódicos que realicé a países considerados dentro del ahora conocido como “eje del mal”, ahora sí que no me queda ninguna. Con su pan se lo coman.