


¡No a la Guerra! Claro que no a la guerra, es una pura obviedad. Ninguna persona de bien y en sus cabales querría la guerra. Bueno, quizá salvo los dueños de las empresas de armamento, salvo los líderes de países imperialistas, salvo aquellas naciones que viven de robar los recursos naturales de otros estados para mantener su nivel de vida, etc. Si lo vemos así, en realidad no son tantos los que están contra las guerras. Probablemente sólo el pueblo, que es quien pone los muertos… al menos mientras no les laven el cerebro con propaganda belicista, le insuflen por vía venosa sobredosis de ardor guerrero o les creen enemigos más o menos ficticios para nublarles el entendimiento.
Pero ¿acaso Putin no ha comenzado una guerra y ha violado el derecho internacional? —nos dicen a menudo estos días.
Efectivamente, eso es lo que podría parecer a simple vista o lo que nos cuentan los medios de comunicación de masas. La cuestión es que esta guerra, por mucho que traten de encubrirlo, mintiendo o cerrando medios de comunicación, no comenzó en 2022, sino en 2014. Sí, la guerra comenzó en la plaza Maidan de Kiev por orden de Estados Unidos. Había que acabar con un gobierno democrático porque quería una Ucrania neutral y eso en Washington lo consideraban algo peligroso, muy peligroso.
El gobierno y el régimen salidos del golpe eran, obviamente, proOTAN y estaban plagados de neonazis (mucho de ellos en los ministerios). Pronto el ejército se nutrió de las fuerzas paramilitares fascistas entrenadas previamente por la propia OTAN para ejecutar la asonada. Ahí comenzó la guerra. Una guerra contra dos repúblicas que vieron amenazada su propia existencia porque el gobierno nazionalista iba, literalmente, a por ellos. Durante estos 8 años, la guerra se ha cobrado alrededor de 15.000 muertos entre miembros del ejército ucronazi y las milicias populares del Donbass. Pero como siempre suele suceder, la inmensa mayoría de los muertos civiles los han puesto los agredidos que, no obstante, han logrado detener el avance de las fuerzas ucranianas —mucho mejor armadas— durante todo este tiempo a un enorme coste humano.
Esa guerra ha sido y es espantosa. Sin embargo, nadie nos ha querido hablar de ella para que, simplemente, no existiera en la opinión pública internacional. Es lo que ocurre siempre que los agresores genocidas son de occidente o son sus aliados regionales. Pensemos por ejemplo en Yemen, la mayor catástrofe humanitaria que asola el planeta en estos días, ¿qué grandes titulares ha copado en los medios de comunicación? ¿ninguno, verdad?
Por eso, cuando vemos a las izquierdas disparar a donde apunta el tío Sam, muchos nos llevamos las manos a la cabeza ante tanta demagogia, tanta ineptitud y falta de visión. Se supone que los simples consumidores de información puedan ser fácilmente manipulados, pero que políticos críticos caigan en la trampa, conocedores de los entresijos del mundo y cómo funciona el poder es, sencillamente, impensable. Más bien parece que se han rendido y que su tradicional «no a la guerra» es, en realidad, folklore, una asunción del discurso otanista y belicista. Ya sucedió en Libia, en Siria y en tantos otros lugares donde el imperio puso sus garras recientemente. De facto, se alistaron en el frente en todos esos conflictos.
Gritar solo no a la guerra de Rusia contra Ucrania, es apoyar la brutal guerra de Ucrania contra su población, mucho más cruenta que la primera, al menos hasta la fecha. Obviar que en Ucrania gobiernan los nazis, es justo lo se hizo con la ascensión al poder de Hitler hasta que ya fue demasiado tarde. La campaña de Zelensky la ha financiado el mismo que lo hace con el hitleriano batallón Azov, Igor Kolomoisky. Decir sólo no a una guerra, es ser cómplice de la gran guerra que se juega entre bambalinas en el mismo escenario. Es asumir como propia la estrategia de la OTAN. Si ese es el discurso del pacifismo, no puede ser más belicista.
Siendo rigurosos, podríamos afirmar que el origen de la guerra está en los años 90, cuando EEUU decide apartar a Rusia de Europa porque eso podía suponer un freno a su hegemonía. La conquista militar del Este de Europa, la instalación de bases militares y escudos antimisiles en la frontera de Rusia es un acto de guerra y no precisamente de baja intensidad. Para ello, la OTAN no ha dudado en bombardear países, ha organizado golpes de estado y todo lo que ha considerado conveniente para implementar su plan. Un plan decidido desde hace mucho y reafirmado en 2019 como recoge el informe de la RAND Corporation. Por eso, quien piense que EEUU va a dar marcha atrás por las buenas en un proyecto estratégico del estado profundo norteamericano es un iluso.
Así que No a la Guerra de Ucrania contra Rusia, sí. Pero también No a la OTAN y fuera bases de la OTAN de Europa del Este, No a la Guerra de Ucrania contra el Donbass. Fuera Nazis de Ucrania y Autodeterminación de Donetsk y Lugansk. Afirmar y apoyar todo eso es estar del lado de la paz y no ser un instrumento del imperialismo.