Los locos 20, ahora la censura es buena

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Hace unos días, Mark Zuckerberg, dueño de Meta, anunció que iba a dejar de usar a la legión de verificadores que tenían contratados para evaluar las noticias e informaciones que se publican en Facebook, Instagram y WhatsApp. De inmediato, al unísono, toda la prensa, la clase política y la castuza de tertulianos se lanzaron a degüello contra el CEO. Lo consideraron una bajada de pantalones frente a Trump tratar de coexistir pacíficamente durante el mandato que ahora comienza o que era una especie de intento de emular a Elon Musk y sus políticas de visión de contenidos en X-Twitter. Pero, sin duda, donde más ha incidido la caverna mediática es en pronosticar la conversión de Meta en el paraíso de las fake news y del peligro de ascensión de la extrema derecha a su amparo. Esa parece haber sido la consigna dictada a diestra y siniestra.

He de reconocer que, personalmente, no comprendo la actitud de determinada prensa, sobre todo de esa que se denomina progre. Cuando leí la noticia de Zuckerberg la consideré un movimiento lógico, algo que deseaba oír desde hace mucho tiempo y que debería ser imitado por otras plataformas, especialmente por  el gran hermano Google. Es obvio que hoy, cada cual puede vivir en su propia burbuja virtual rodeado de correligionarios y permanecer casi sin contacto alguno con otra burbuja de diferente registro; pero confieso que también es complicado —sobre todo muy cansado— tener las cosas tan sumamente claras mientras ves cómo el resto del mundo piensa exactamente lo contrario que tu.

Quienes nos movemos en temas de comunicación sabemos que primero Facebook y luego Meta montaron una serie de algoritmos que, tal y como reconocieron sus responsables —a medias— perjudicaban especialmente a las entradas consideradas políticamente como “de izquierdas”. Al tiempo, fueron obligados por el gobierno de EEUU a rebajar la visibilidad de los posts que replicaban noticias puras para evitar que el público usara las redes como alternativa a los medios de comunicación. Poco después se supo que habían contratado los servicios del Atlantic Council para asesorar con la censura de los contenidos de Facebook fuera de Estados Unidos. 

Esta fundación es un Think Tank vinculado a la OTAN y a la promoción del atlantismo, pagado por gobiernos proimperialistas y donantes multimillonarios. Sus paneles y grupos de trabajo están repletos de militares norteamericanos y responsables del Departamento de Defensa y el Departamento de Estado. Hay que resaltar que, recientemente Facebook se convirtió en uno de los mayores donantes del Consejo Atlántico.

Entre sus directores han estado gentes como James Cartwright, Wesley Clark, Mark Esper, Henry Kissinger, James Baker, Robert Gates, James Mattis, León Panetta, Colin Powell, Condoleezza Rice e incluso nuestra Ana Palacio. Un manojito de criminales contra la humanidad, de lo peor de lo peor de la historia reciente de este mundo. Si este personal va a perder la capacidad de censurar nuestros artículos, escritos o los reposteos de noticias, creo que es motivo para estar satisfecho y no para anunciar el fin del mundo.

¿Se va a convertir entonces FB el paraíso de las fake news como dice la prensa? Eso es realmente una estupidez. Por poner un ejemplo reciente relacionado con Venezuela. Maria Corina, la líder de la extrema derecha de la República Bolivariana denunció el día de la toma de posesión de Nicolás Maduro que había sido detenida, retenida, secuestrada, inmovilizada… por la policía del país. Pero resulta que todo fue un montaje para concitar un poco de atención mediática, ya que no había conseguido convocar mas que a un puñado de seguidores en su demostración de fuerza frente al oficialismo vencedor de las elecciones y el inmundo se quedo dando vueltas por el mundo esperando que sus amos lo dejen ya jubilarse de una vez. ¿Qué hicieron los medios corporativos del Estado español? ¿Contrastaron la información como se estudia en primero de periodismo? Todo lo contrario, hicieron de altavoces de la oposición venezolana, repitiendo sin más las mentiras de Corina. Hablando en plata, los medios oficiales, los que se dicen adalides de la verdad, los que se rasgan las vestiduras cuando se anuncia la retirada de la censura de Facebook, son las principales plataformas de difusión de mentiras. Podríamos poner miles de ejemplos más, hablar por ejemplo del blanqueo occidental de al-Qaeda, desde que ha tomado el poder en Siria, una vergonzosa operación de relaciones públicas, barbería y estilismo. Así podríamos seguir hasta la eternidad. Para las gentes de bien, las mentiras corporativas son verdades y las verdades incómodas son fake news. 

Ya basta. Es imposible saber qué va a pasar con las redes sociales a futuro, pero si la censura desparece es una gran noticia para la defensa de la libertad. Personalmente donde más he sido censurados es en Youtube, decenas de mis vídeos han sido borrados y he sido apercibido de expulsión total y permanente. Pero peor aún es el acoso sufrido por nuestro canal colectivo Antiimperialistas, que ha sido eliminado completamente en más de 15 ocasiones, con lo que conlleva la desaparición de miles de vídeos y la pérdida de decenas de miles de seguidores. 

Ese tipo de comportamientos deberían estar regulados por leyes estatales y las multinacionales sometidas al derecho a la libertad de expresión so pena de multas millonarias o incluso a la imposibilidad de operar donde se produzcan atropellos liberticidas como los que están acostumbrados a perpetrar sin posibilidad de defensa o arbitraje alguno. La indefensión de los creadores o los opinadores es absoluta, la tiranía de los propietarios de las redes indecente y atentatoria contra los principios más elementales de la democracia. Esa sí que debería ser la preocupación de los medios corporativos, que dicho sea de paso, son de los menos creíbles de todo el mundo occidental y donde la población prefiere especialmente las redes para informarse. Pero posiblemente ese sea su verdadero miedo…

1 Comentario

  1. Así valora la IA el artículo:

    El texto presentado es un análisis crítico sobre la decisión de Meta de retirar a los verificadores de contenido de sus plataformas, y cómo esto ha generado reacciones polarizadas en la opinión pública, los medios de comunicación y los sectores políticos. A continuación, se ofrece un análisis del contenido, sus argumentos principales, sus implicaciones y algunos aspectos a considerar en torno al debate planteado:

    Resumen del Texto
    El autor argumenta que la decisión de Meta de dejar de utilizar verificadores de contenido es positiva para la defensa de la libertad de expresión, en oposición al discurso dominante en los medios de comunicación, que califica este movimiento como un riesgo para la proliferación de fake news y el ascenso de la extrema derecha. El texto señala que los sistemas de verificación anteriores han sido herramientas de censura utilizadas para limitar la difusión de información alternativa, especialmente contra voces disidentes, y cita como ejemplo la colaboración de Facebook con el Atlantic Council, un think tank ligado a la OTAN y financiado por intereses atlantistas.

    Además, el autor critica la hipocresía de los medios corporativos, que en muchas ocasiones han difundido información falsa sin someterla a un riguroso contraste. Se mencionan casos específicos como el tratamiento mediático de la oposición en Venezuela y el blanqueo de organizaciones terroristas en Siria, argumentando que los medios tradicionales han sido cómplices de operaciones propagandísticas y desinformación masiva.

    Finalmente, el texto reclama una regulación estatal más estricta sobre las redes sociales para garantizar el derecho a la libertad de expresión, sancionando las prácticas liberticidas de las plataformas digitales y protegiendo a los creadores de contenido de la arbitrariedad de las empresas tecnológicas.

    Análisis Argumentativo
    1. El debate sobre la censura y la libertad de expresión

    El texto plantea una cuestión fundamental: ¿es la censura en redes sociales un mecanismo necesario para combatir la desinformación, o un peligroso instrumento de control que limita la pluralidad de voces? El autor defiende la segunda postura, argumentando que las herramientas de verificación de contenido han sido utilizadas principalmente para censurar narrativas incómodas para los intereses políticos y económicos de las élites.

    El vínculo entre Meta y el Atlantic Council se presenta como una prueba de que la censura no es neutral, sino que responde a intereses geopolíticos específicos. Al asociarse con un think tank alineado con la OTAN, Meta habría estado favoreciendo una narrativa proimperialista, lo que plantea dudas sobre la imparcialidad de sus sistemas de verificación.

    2. La hipocresía de los medios corporativos

    Un eje central del texto es la crítica a los medios de comunicación tradicionales, que son presentados como los mayores difusores de desinformación mientras señalan a las redes sociales como el origen del problema. El autor menciona casos concretos, como la cobertura mediática de la oposición venezolana, para ilustrar cómo los medios replican información falsa de manera acrítica cuando esta beneficia a ciertos intereses.

    La relación entre los medios tradicionales y el poder económico y político también está implícita en el análisis. Según el autor, los medios corporativos atacan a las redes sociales porque estas representan una amenaza para su monopolio de la información y para el control de la narrativa pública.

    3. La indefensión de los creadores de contenido

    El texto también aborda el impacto de la censura en las redes sociales desde la perspectiva de los creadores de contenido. Se destaca cómo las políticas arbitrarias de plataformas como YouTube han resultado en la eliminación de canales completos y la pérdida de material valioso, afectando a colectivos como Antiimperialistas.

    El autor aboga por una mayor regulación estatal de las plataformas digitales para proteger la libertad de expresión y garantizar que las empresas no puedan actuar como jueces absolutos del discurso público. Este enfoque propone un contrapeso a la «tiranía» de las grandes tecnológicas, aunque deja abierta la pregunta de cómo equilibrar la intervención estatal con la protección de la pluralidad en línea.

    Aspectos Críticos y Reflexiones
    1. El papel de los verificadores y la censura

    Si bien el autor denuncia la censura ejercida por las plataformas digitales, sería relevante considerar los desafíos reales que plantea la desinformación en el contexto actual. Las fake news han sido utilizadas para manipular procesos electorales, fomentar teorías conspirativas y dividir a las sociedades. Por tanto, un debate equilibrado debería incluir cómo enfrentar estos problemas sin caer en mecanismos de censura que restrinjan la libertad de expresión.

    2. La responsabilidad de los medios tradicionales

    El texto señala con acierto la hipocresía de los medios corporativos al criticar las redes sociales mientras replican desinformación en sus propias plataformas. Sin embargo, sería útil explorar en mayor profundidad las razones estructurales detrás de este comportamiento, como la influencia de los anunciantes, la presión por obtener clics en un entorno competitivo y las alianzas políticas de los grandes conglomerados mediáticos.

    3. El papel de los estados en la regulación de las redes

    La propuesta de regular las redes sociales para proteger la libertad de expresión plantea importantes interrogantes. ¿Quién establecería los límites de lo que se considera censura? ¿Cómo evitar que los estados utilicen estas regulaciones para controlar aún más el discurso público? Estas preguntas son clave para diseñar políticas que respeten los derechos fundamentales y garanticen la diversidad de opiniones.

    4. La polarización del debate

    El texto adopta un tono combativo y polarizador, lo que puede limitar su alcance a audiencias que ya comparten su visión. Si bien esto es comprensible en un contexto de denuncia, sería interesante plantear puntos de encuentro que permitan construir consensos más amplios en torno a la defensa de la libertad de expresión.

    Conclusiones
    El texto ofrece una crítica contundente y bien argumentada sobre la relación entre censura, desinformación y libertad de expresión en el ámbito de las redes sociales. Señala con acierto la hipocresía de los medios corporativos y las implicaciones geopolíticas de las políticas de las plataformas digitales. Sin embargo, el debate sobre cómo enfrentar los retos de la desinformación y garantizar un entorno informativo plural sigue abierto.

    Para avanzar en esta discusión, será necesario explorar soluciones que equilibren la lucha contra las fake news con la protección de la libertad de expresión, evitando tanto la censura arbitraria de las plataformas como la manipulación mediática de los grandes conglomerados de comunicación. La democratización del acceso a la información y la promoción del pensamiento crítico deben ser prioridades en este proceso.

    El texto, aunque polémico, es un llamado a cuestionar los mecanismos de poder que controlan la información en la era digital y a defender un espacio público verdaderamente libre y plural.

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