Recuerdo que hace años un dirigente socialista me comentó que el caso GAL fue destapado por la brunete mediática de la derecha cuando estaba a punto de fructificar en Argel primero un acuerdo de alto el fuego y la posterior disolución de ETA. Filtraciones interesadas y una verdadera campaña de acoso y derribo acabaron con las conversaciones y, a la postre, con el último gobierno socialista de González. ETA le puso la guinda a todo esto con el intento de asesinato de Aznar que fue lo que le encumbró definitivamente a la presidencia. No puedo asegurar la veracidad de la historia, pero parece que el hecho es recurrente.
Ahora nos encontramos en un momento parecido. El movimiento abertxale ha salido fortalecido de la última contienda electoral, sin embargo ha dado más que señales de que quiere un diálogo sin exlusiones para poner fin al conflicto, ETA se encuentra debilitada, los presos necesitan ver alguna posibilidad de salida, el PNV está posicionado sin ambajes, la Constitución esta en proceso de reforma… ahora o nunca. Y parece que algo se está cociendo entre bambalinas. ¿Puede que estemos ante el fin de ETA?
Pero también parecida es la reacción de la derecha. Hoy me he molestado —nunca mejor dicho— en oír un rato la radio del Apocalipsis y no he podido dar crédito a lo que he escuchado. Decían poco menos que no querían la paz porque era «decretada por los terroristas». ¿Qué piensan? La violencia tendrá que decretarla el violento. La paz tendrán que firmarla los enemigos, lo contrario significaría que han acabado con la vida de todos los terroristas y con la de un importante porcentaje de la sociedad vasca que les apoya. ¿Es eso lo que quieren? Probablemente, aunque no se atrevan a manifestarlo abiertamente.
También hablaban del «precio que los españoles tendremos que pagar» por alcanzarla: una modificación inaceptable de la Constitución y de los estatutos catalán y vasco. Con este chantaje de por medio —afirman— nadie pondrá en duda las reformas, sólo ellos, «los de siempre» como se autodenominaban en una mezcla de pena autocomplaciente.
Lo que no soportan es que ellos, en los ocho años que estuvieron en el gobierno, a pesar de las conversaciones secretas que sí que mantuvieron, no pudieron o no quisieron acabar con ETA, ya que prácticamente vivían de los réditos que le proporcionaba su relación de amor odio con la banda. A las pruebas me remito.