Aunque ha conseguido por tercera vez la mayoría absoluta, Tony Blair ha sufrido la pérdida de más de sesenta diputados con respecto a las anteriores elecciones. Aunque se puede considerar como una victoria histórica —nunca un líder laborista consiguió ganar 3 veces consecutivas— la bajada de votos ha sido realmente considerable. Pero claro, se supone que Blair era la izquierda y si alguien estaba en contra de la guerra no iba a votar a los conservadores como alternativa, mucha gente se ha quedado, pues, en sus casas.
Como siempre ha triunfado la abstención, sólo han votado el 57% de los británicos, la participación más baja desde principios del siglo pasado. También ha sido la victoria más ajustada de toda la historia de su democracia. Así que Blair gobernará con el 36% de los votos, alrededor del 20% de los posibles sufragistas. Una pasada de representatividad acrecentada por un sistema de reparto de los escaños diseñado para favorecer un descarado bipartidismo. Pero es que además, muchos de los diputados elegidos son contarios a la incondicional alianza de su líder con Estados Unidos, no creo que sea un gobierno fuerte. Muchos ya hablan de que no agotará la legislatura y que cederá el testigo a su sucesor, Gordon Brown.