La actitud del PP de estos días me recuerda al famoso hoax de Ricky Martín, una fan fanática y su amaestrado y hambriento perrito del mismo nombre. El bulo fue noticia en muchos medios de comunicación y el tema favorito de conversación de los españolitos durante bastantes días. Posteriormente, el caso fue objeto de múltiples análisis sociológicos que investigaban la conducta de las masas o el papel de los medios de comunicación.
Pero, a pesar de lo conocido del caso, todavía tengo una fantasiosa compañera que afirma que pudo ver la tórrida escena aunque sólo fuera de refilón. La pobre chica no quiere dar su brazo a torcer porque fue una de los más activos vectores de transmisión del embuste en su círculo de amistades. Los que la conocemos dimos rápidamente el caso por perdido, una mirada cómica y cómplice de los interlocutores bastaba para perdonarla y no volver a sacar el tema en su presencia. Claro que ni el asunto era relevante ni mi amiga tiene responsabilidad pública.
Justo lo contrario que el portavoz de exteriores del PP, Gustavo de Arístegui hace un par de días en el parlamento. Es inaudito cómo un señor que ha ostentado y ostenta responsabilidad y que se supone que no ejerce de cómico puede afirmar con toda tranquilidad que el hecho de que no se hayan encontrado armas de destrucción masiva en Irak no quiere decir que no las hubiera cuando se comenzó la invasión. No se si es la desvergüenza, la obediencia debida al caudillo Aznar, el orgullo o si se creen sus propias mentiras, pero el caso es que no dan marcha atrás y no reconocen la evidencia como ya hicieron Bush y Blair: que lo de la existencia de las AMD fue, cuando menos, un cúmulo de errores de inteligencia.
Cuando se han encontrado pruebas irrefutables de que la invasión estaba decidida muchos meses antes de la promulgación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, los peperos aún pretenden engañar a la opinión pública como si fueran un grupo de pardillos. Esa es una de las razones por las que van perdiendo día a día más apoyos populares. La mentira tiene las patas muy cortas y los mentirosos una breve carrera política o una larga estancia en la oposición.