Es un tópico ya hablar de la imaginación y la alegrÃa del pueblo cubano para sortear los problemas derivados del embargo y de la delicada situación económica que atraviesan por la falta de medios materiales para afrontar la vida diaria. Cualquiera que haya viajado a la isla sabrá lo que digo.
Pero a veces es el propio gobierno el que tiene que hacer uso de ese esfuerzo imaginativo. Acá en España muchos periodistas se mofaron have bien poco de las ollas rápidas a presión que se están introduciendo en Cuba a marchas forzadas; y lo mismo están haciendo ahora con otra medida adoptada por Fidel Castro para combatir los eternos problemas energéticos: se trata de la prohibición de la importación de bombillas incandescentes para sustituirlas por fluorescentes, también conocidas aquà como de bajo consumo.
Y no es para tomarlo broma. A pesar de que pueda parecer algo insignificante, lo extraño es que no se haya hecho antes en Cuba y en todo el mundo. Cuando estamos hablando tanto de Kioto y del efecto invernadero, cuando EEUU y el grupo de los paÃses del carbón pretende presentar una alternativa que logre descafeinar aún más aquel acuerdo, Cuba, atenazada por la necesidad y los apagones, alumbra al mundo y marca un camino a seguir al resto. El camino de la eficiencia, del negavatio, del ahorro energético. No creo que sea necesario recordar —aún asà lo haré— que una sóla de estas bombillas puede ahorrar en su vida media unos 137 litros de petróleo o 156 kg de carbón si la comparamos con una convencional.
En el estado español se ha anunciado un tÃmido programa de subvenciones a las bombillas fluorescentes, que aún son bastante caras inicialmente en comparación con las que inventó Edison. No obstante, en una casa occidental con 20 luminarias de estas, pueden ahorrarse al año unos 200 euros al año en la factura de la luz. Cada una de ellas sale al final de su larga vida útil 60 euros más barata, además de evitar la emisión de grandes cantidades de CO2 a la atmósfera.
La obsesión de Estados Unidos lleva a aplicar sanciones y amenazas económicas a tres empresas mexicanas que planearon vender ese menaje a la Isla
El gobierno norteamericano pone en marcha una cruzada para impedir que Cuba pueda importar las famosas ollas arroceras
Pascual Serrano
Rebelión
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Durante esta primavera fue noticia comentada en los medios la decisión del gobierno cubano de distribuir ollas de presión y ollas arroceras entre la población. Desde sectores anticastristas del primer mundo se intentó ridiculizar la medida, incluso algunos insistían en afirmar que hasta entonces estaban prohibidas en Cuba, prohibición que ahora se ha visto sólo está en los planes de Estados Unidos.
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Es lo que ha sucedido con tres empresas mexicanas que no han podido vender la materia prima necesaria para que Cuba fabricase los tres millones de ollas previstas.
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Se trata de la firma VAFE S. A. DE C.V. que no pudo exportar el producto FENOL, que se emplea en la fabricación. Esta empresa, después de iniciar su oferta en 2005, se vio obligada a suspenderla, debido a que el material era de procedencia norteamericana.
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Se decidió entonces cambiar la tecnología utilizando el POLIPROPILENO. Se solicitó a la firma INDELPRO S. A. una oferta de este material. Se recibió una propuesta, pero posteriormente sería cancelada al conocer que el destino era Cuba.
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Seguidamente se procedió a firmar contratos para la compra de 185.000 unidades de la marca EKCO. Se realizó la transferencia del dinero a través de MOTOINSA al banco mexicano BANAMEX, filial del Banco norteamericano “CITYBANK”. La operación fue frustrada, como consecuencia de las presiones de las autoridades norteamericanas.
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Parece que uno de los temas de política de Estado del gobierno norteamericano, tanto como la guerra de Iraq o la reconstrucción de Nueva Orleans, es impedir a toda costa que Fidel Castro pueda distribuir ollas a las familias cubanas.
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Si les parecía absurdo a columnistas de derechas y políticos occidentales que un gobierno distribuya este menaje entre las cocinas de sus ciudadanos, más absurdo les deberían parecer los intentos norteamericanos para prohibir la exportación a la Isla de las famosas ollas desde terceros países.