Revival

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Nos han echado a las calles

Es bien sabido que las modas son fenómenos cíclicos. Cual plagas bíblicas, cada cierto tiempo vuelven los pantalones de campana, los estampados de flores o la minifalda. Pero en estos días el revival no sólo parece afectar a las pasarelas. Los cantautores afinan sus guitarras, los actores se ocupan de otras cosas diferentes a su quehacer diario, las tricolores ondean por doquier. También las fuerzas del desorden machacan manifestantes, se prohiben canciones, y la demanda de paz se convierte en un factor de subversión revolucionaria… algo gordo está pasando.

… A muchos les recordará a la efervescencia política que se vivió cuando se convocó el largamente ignorado referéndum de la OTAN, a algunos más mayores al empacho democrático de la transición española en su lucha contra la reacción involucionista de los restos de dictadura. A los más experimentados estos días sin duda los transportan a aquellas revueltas del 68 que pararon una guerra y alzaron a golpe de nota musical, una nueva forma de ver el mundo y las relaciones humanas.

En la enésima guerra de Fumanchú para dominar el mundo, ahora en un planeta unipolar donde nadie puede plantar cara al imperio, el monstruo norteamericano ha sido completamente desnudado ante los ojos de la opinión pública mundial.

Los eufemismos indecentes en la era de las nuevas tecnologías de la información ya no sirven para adormecer las conciencias de la mayoría, en todo caso, sólo parecen tener efecto en las masas de descerebrados consumidores que componen buena parte de la sociedad norteamericana, allá donde la máquina de lavado de cerebros funciona a pleno rendimiento.

Básicamente, los ilustrados habitantes de la vieja Europa, al igual que el mundo árabe y algunos afortunados habitantes de los Estados Unidos, saben que las operaciones militares son quirúrgicas sólo porque mandan mucha gente a los hospitales. Que las bombas son inteligentes no porque se vuelvan y estallen contra los que las lanzan, sino porque matan a la mayor cantidad de gente posible. Saben que los daños colaterales no son pequeños errores de cálculo, son niños con la cabeza reventada por los cowboys cabezas huecas que han marchado de turismo a Irak. Son maternidades destrozadas, familias enteras desaparecidas bajo los escombros o la metralla. Son niños gimiendo quemados o mutilados sin fuerzas ni para llorar.

La ayuda humanitaria española se programa para prestarla sólo a los militares norteamericanos heridos en la invasión. Cuando nuestro líderes hablan de liberación quieren decir muerte. Hasta ahora miles y miles de iraquíes ya han sido liberados, los sirios lo serán muy pronto. La paz de Bush y Aznar es la paz de los cementerios, la paz de los humillados, la paz de Guantánamo.

Los analistas indican que vamos camino de una recesión mundial por causa de esta ilegal guerra que acaba —dicen— de terminar. Los daños los pagaremos todos con recetas conocidas: contención salarial, recortes sociales y flexibilidad laboral. Los beneficios, como siempre, serán sólo para unos pocos: las empresas petroleras y armamentísticas que tienen el control del gobierno de los Estados Unidos, una pseudodemocracia en la que se puede ganar unas elecciones con poco menos del 19% de los votos.

Los señores del PP nos han echado a la calle. Y aquí estamos. Salimos a luchar por una nueva transición a la democracia que la derecha ha herido de muerte. Hartos de la cruzada jacobina, hartos de decretazo, de la manipulación infame de los medios de comunicación, de los modos autoritarios de los herederos ideológicos y genéticos del franquismo. Hartos de mentiras, de odios, de sangre.

Salimos a la calle porque no queremos ser partícipes de nuevas guerras coloniales con modos que creíamos desterrados a las cavernas de la Edad Media, tan profundas como las cuevas de Tora Bora, esas que nunca se atrevieron a enseñarnos. Hemos salido a las calles de todo el mundo pensando y demostrando que otro mundo es posible. Siempre hemos sido mayoría, otrora silenciosa, hoy gritona, irreverente e iconoclasta.

Y ya no nos callaremos. Aunque esta guerra no hayamos conseguido pararla, con la invasión de Irak no habrán terminado los planes de dominación del mundo de las multinacionales de la muerte y sus serviles politicuchos. Tenemos que decirle a Ánsar y al asesino de Bush, a ese que abrazó al dios de las Cruzadas y del Antiguo Testamento para dejar su alcoholismo, que nos tendrá siempre enfrente. Que aquí en Andalucía sabemos disfrutar de la vida con un vaso de vino en la mano. Que a pesar de los que hoy nos gobiernan, nunca compartiremos con ellos su proyecto de muerte y destrucción.

Copyleft Juanlu González

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