La Guerra es Terrorismo

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Manipulación informativa y guerra en Afganistán

Uno de los muchos efectos colaterales de la cruzada contra el terrorismo en la que actualmente estamos envueltos es la creación de una generación de escépticos. El espectáculo ofrecido en esta gran producción de Hollywood ha sido tan burdo que no ha conseguido calar en buena parte de las mentes de este lado del charco. La desconfianza hacia nuestros dirigentes políticos y hacia los medios de comunicación de masas es tal, que será difícil que pueda ser reestablecida a medio plazo. El modelo propagandístico puesto en marcha ha funcionado de manera tan evidente que poca gente cree ya en las motivaciones de la guerra esgrimidas por el gobierno norteamericano, que cuenta con la complicidad de los principales premieres de occidente y de no pocos líderes árabes excesivamente dependientes de los fondos occidentales o excesivamente asustados como para proclamar abiertamente opiniones discrepantes.

Pero comencemos por el principio, ¿por qué se lucha en Afganistán?. Parece una pregunta de perogrullo, pero no tiene fácil respuesta. Oficialmente es porque el desaparecido gobierno talibán daba refugio a Bin Laden, principal sospechoso de haber cometido los atentados de Nueva York y Washintgon el fatídico y desconcertante 11-S. Pero no es así de simple, sobre todo si se echa un vistazo a las hemerotecas y se comprueba cómo los talibanes estaban dispuestos a entregar al hombre más buscado del planeta si se aportaban pruebas que demostraran su culpabilidad y si se juzgaba en un tribunal internacional como el de la Haya, que ahora procesa a Milosevic, o procesará en un futuro a Sharon (insha allah) y que nunca los EEUU ha querido reconocer. Pero las pruebas de aquel entonces fueron mostradas en secreto a un pequeño ramillete de líderes mundiales que afirmaban indefectiblemente que eran irrefutables y que sólo Tony Blair se atrevió a mostrar al mundo haciendo un espantoso ridículo que intentó arreglar como pudo más adelante. En tono jocoso, las pruebas de Blair eran del tipo siguiente: Laden es malo, Laden tiene dinero, Laden odia a EEUU y ha dicho que pagarán por los pecados cometidos contra el Islam, por lo tanto no hay duda, Laden es culpable del 11-S. Seamos serios. Si esas pruebas bastan para arrasar un país ya destruido y matar impunemente a decenas de miles de personas, nos estamos poniendo a la altura de los terroristas en esta especie de GAL universal como algunos han bautizado a esta guerra sin sentido. Ahora, cuando la película toca a su final aparece como por arte de magia la confesión del malo que espera ser ejecutado, y a pesar de que afamados traductores no atisban a oír nada inteligible, los increíbles medios técnicos de los americanos consiguen traducir la cinta autoinculpatoria sin que nadie se atreva a dudar ni de su autenticidad, ni de su contenido.

Si seguimos ojeando las hemerotecas, o mejor aún, las informaciones oficiales de Internet («Alá tenga en su seno muchos años»), veremos cómo los muyaidines afganos y de muchas otras nacionalidades (los que ahora bautizan como Al-Qaeda) han sido creados gracias al patrocinio estadounidense. Sobre ello nadie manifiesta duda alguna, todo lo más existen matices sobre si la intervención de la CIA fue directa o sólo a través de la agencia de inteligencia paquistaní. Por otro lado, pocos meses antes de los atentados, el gobierno integrista afgano había recibido una generosa donación de los EE.UU, por su contribución a la lucha contra la producción de drogas, donde la Alianza del Norte “a pesar de unas magníficas declaraciones de Blair en sentido contrario” ostentaba el monopolio de los cultivos de adormidera y su principal fuente de ingresos.

Pero disgregada la Unión Soviética y reducida a cenizas su influencia en el Tercer Mundo en ese Fin de la Historia cantado por Fukuyama y denostado por tantos, los talibán ya no eran necesarios. Todo lo contrario, suponían un obstáculo para los planes del imperio. Dos años antes de la guerra, la empresa multinacional petrolera Unlocal escribía que para llevar a buen término sus planes de construcción de la red de oleoductos y gasoductos hacia el mar de Omán en Pakistán, necesitaba un gobierno amigo en Afganistán. Las reservas de ambos paises son importantes, pero no tanto como las de las repúblicas cetroasiáticas ex-soviéticas y la región transcaucásica, que están consideradas como las segundas en importancia del planeta. Existen dos opciones seguras para la evacuación de ese petróleo, bien a través de Rusia «lo que no interesa mucho a occidente», bien a través de Afganistán, que ha sido la opción por la que se ha apostado con las consecuencias que ya conocemos.

No nos inventamos nada, sólo basta hilar un poco y observar como el semianalfabeto de Bush procede del mundo del petróleo, al igual que su vicepresidente, que afirmó sin tapujos en 1998 que «No me viene a la cabeza ningún otro momento en el que hayamos asistido a la aparición, así, de pronto, de una zona tan importante, desde el punto de vista estratégico, como el mar Caspio».

Si colocamos junto a los petroleros a algunos militares en el gabinete de Bush junior, tenemos uno de los cócteles explosivos más peligrosos de las últimas décadas. En el contexto de una charla sobre libre comercio en una Universidad de Kentucky, uno de los políticos uniformados, Colin Powell, manifestó que la guerra «creará nuevas oportunidades para dar un uso al poderío y al liderazgo norteamericano que permita hacer del mundo un lugar más seguro, más libre, y más próspero». Viendo así las cosas, desde el punto de vista del coste/beneficio, parece que todo son réditos en esta cara guerra. Sospechoso, ¿no?.

Pero no son las únicas ventajas para Occidente de la invasión afgana, la receta de una guerra para salir de la recesión y conquistar nuevos mercados tampoco es novedosa, se ha empleado desde los tiempos del imperio romano. La máxima de la política exterior de los USA que dice que para vender Mcdonalds a veces tenemos que mandar a la Macdonell Douglas, también es recurrente e ilustrativa.

Sin embargo, ahí no acaba todo, contra el fenómeno de la globalización están surgiendo de manera espontánea en todo el mundo importantes focos de resistencia que están convergiendo en sus objetivos con las demandas de los paises en vías de desarrollo. Con la excusa de luchar contra el terrorismo se están aprobando leyes que recortan ostensiblemente los derechos civiles de extranjeros y residentes. Estados Unidos ya ha publicado su Ley Patriótica para la creación de tribunales militares, detener a sospechosos sin causas abiertas y sin atención letrada, interrogar a extranjeros sólo por el hecho de serlo, y espiar toda comunicación que pueda entablarse por cualquier medio. Desde su nombre a su contenido, la Ley Patriótica da realmente miedo, suena a la instauración del facismo pero con la anuencia de buena parte de su población, lo que lo convierte en algo tremendamente peligroso con paralelismos recientes de nefastas consecuencias en la historia europea del pasado siglo.

El descubrimiento de la existencia de la red Echelon, motivó al Parlamento Europeo pedir la codificación todas las comunicaciones realizadas a través del correo electrónico, ya que además de para combatir al terrorismo y la insurgencia, se estaba usando para espionaje en favor del complejo militar e industrial norteamericano «Airbus y Thomson saben de qué estamos hablando».

De Echelon ya no habla nadie. Del Carnivore, un programa del FBI que se instalaba en los servidores de internet con el mismo propósito tampoco se oyen voces que lo cuestionen. Ya está instalado en los principales servidores de correo del mundo. A Microsoft le han pedido que dejen ciertas puertas traseras que “parece que ya existen” en sus sistemas para poder acceder a los ordenadores personales del 90% de los usuarios de estas maquinitas, además ya han facilitado todos los correos en árabe que han pasado por su Hotmail.

En el Reino Unido, esa suerte de portaaviones de la VI Flota varado ante las costas europeas, no han tardado mucho en seguir esa política. Como no podía ser de otra manera, Echelon Europa se controla desde UK a través de una red de satélites y otro material fijo de telecomunicaciones de última generación. Por si fuera poco, acaba de derogar la Convención Europea sobre Derechos Humanos para aplicar medidas excepcionales contra el terrorismo. Canadá ya ha hecho lo propio. Son otros efectos colaterales de la guerra de Afganistán, que insistimos, a muchos les ha venido de perlas en todos los frentes.

Así que nos aseguramos que el petróleo siga en nuestras manos, controlamos cualquier conato de resistencia externa e interna y le damos un empujón a la maltrecha economía. Magnífico, ¿pero a costa de qué?. Pues a costa de masacrar a uno de los pueblos más pobres del planeta, si después de la primera semana de bombardeos ya no había objetivos de destruir ¿qué han estado bombardeando entonces?, la respuesta es bien simple: personas. Para ello se han usado las peligrosas bombas de racimo, cuyo prohibición ha sido recomendada por la ONU y la Cruz Roja; se han usado las bombas margarita que a pesar de su nombre son las más mortíferas armas no nucleares, así como otras lindezas que se irán conociendo/confirmando con el paso del tiempo. Los muyaidines en Kandahar afirmaban estar deseosos de enfrentarse con los norteamericanos, pero tuvieron que marcharse de la ciudad para no aumentar la cifra de 10.000 muertos civiles que se barajan tras los cobardes bombardeos. Esa es la guerra del siglo XXI bien ensayada en las postrimerías del milenio pasado: el genocidio aéreo. Pero para determinadas operaciones terrestres hacía falta la incorporación de efectivos terrestres, para ello teníamos a nuestros aliados de la Alianza del Norte, un grupo de bandidos con historial de violaciones continuas de los derechos humanos «sólo diferenciados de los talibanes por la barba» en palabras de una dirigente de una asociación de mujeres afgana. El saldo de brutalidad de nuestros aliados es terrorífico, sobre todo en lo que a los combatientes extranjeros se refiere, pelotones de fuilamiento, masacres como las de Mazar-i-Sharif, prisioneros asfixiados en contenedores y otras barbaridades a veces denunciadas por Amnistía Internacional. Pero son nuestros aliados y esto es una guerra, en vez de llevarlos ante los tribunales, los encumbramos al poder. Así se escribe la Historia y así se la hemos contado.

¿Y ahora que?. Parece que la guerra contra el terrorismo será larga. Los movimientos alternativos tenemos dos tareas contínuas que hacer. De un lado, la defensa de los derechos civiles conculcados en aras a la preservación de las libertades y conquistas derivadas de luchas emancipatorias de los últimos siglos. Por otro, la continua denuncia de la doctrina impuesta como única religión verdadera mediante actividades de contrainformación y análisis crítico de las noticias vomitadas por las dos o tes agencias que las monopolizan. Por último, pero no por ello menos importante, debemos seguir con la protesta en la calle, se preparan otras guerras contra Irak y contra otros paises disidentes de la religión del mercado para imponer la Pax Romana. En estos momentos los palestinos mueren a manos de Israel, un país invasor “filonazi” con armamento norteamericano porque también son considerados terroristas, la carrera armamentista cobra nuevos bríos, los tratados conta las armas biológicas son saboteados sistemáticamente por los EE.UU.

Tenemos una ardua tarea por delante. Que no decaiga!


Juan Luis González Pérez, Ecologistas en Acción-Cádiz para el “Pregonero Verde” del invierno 2001-02
Publicado en Rebelión, Pangea, Gato Encerrado y Gente Alternativa