No, no voy a hablar de dos de mis libros favoritos, ni del de Chomsky ni del de Erich Fromm, sin embargo, ambos servirían para explicar lo sucedido estos días en Grecia, el primero más desde el punto de visto político y el segundo desde el psicológico, tanto en el plano individual como en el social. El sainete de la convocatoria y posterior desconvocatoria de un referéndum sobre el plan de rescate —por llamarle de alguna manera— europeo al país heleno es uno de los episodios más tristes y, a la vez, más esclarecedores de la historia reciente de Europa. Incluso si se tratase únicamente de un amago de Papandreu con objeto de arrancar algunas concesiones a los duros prestamistas y usureros de la UE, la reacción de Merkel, Sarkosy y muchos de sus homónimos europeos han puesto de manifiesto que la democracia no es sino un estorbo para nuestros dirigentes políticos y que ni en Grecia ni en ningún país de Occidente gobiernan los pueblos como nos han intentado hacernos creer sino que son los mercados los que dirigen la cosa pública en función de la consecución de sus propios intereses.
Papandreu pretendía hacer cómplice a la población de las «bondades» del plan de rescate impuestas por el eje franco-alemán. Como dirigente se había quedado sin margen de maniobra y tenía que enfrentarse a la adopción de medidas impopulares que contravenían promesas y compromisos anteriores. Tenía dos opciones, obedecer las órdenes del duo Merkosy u obedecer el mandato de su propio pueblo, sufridor a la postre de las consecuencias nefastas de la austeridad presupuestaria sobre el ya mermado y precario estado de bienestar heleno. Optó, en el país que alumbró la democracia, por la opción más coherente, consultar a la población. Inmediatamente, el poder de los mercados cayó sobre Grecia. Papandreu era dibujado como un desagradecido egoísta que sólo pensaba en salvarse a sí mismo aún cuando arrastrase tras de sí a toda la Europa del euro y casi a todo el sistema capitalista. Pero también recibió duras críticas desde la izquierda por preguntarle a su pueblo. Me molestó especialmente un artículo de el socialista El Plural donde se comparaba la consulta con la voluntad popular judía que eligió ajusticiar a Cristo y salvar al ladrón Barrabás, un símil muy apropiado para un analista de izquierdas. Algunos miembros del PASOK abandonaron el barco, de motu propio o quizá comprados con las sucias artimañas de los mercados. Finalmente Papandreu consiguió salvar in extremis su gobierno aunque tuvo que renunciar a actuar como un demócrata y es probable que tenga que convocar elecciones anticipadas que den el poder (¿?) a la derecha que sumió al país en el estado tan lamentable en el que se encuentra en la actualidad. Una vez más mercado versus demokratia en estado puro.
Y lo peor de todo es que el rescate de Grecia va a servir únicamente para solventar de manera momentánea los problemas de liquidez del estado pero va a sumir a la población a medio y largo plazo en un agujero del que no podrán salir en muchos lustros. Mayor enfriamiento de la economía, menor capacidad de gasto, hundimiento del consumo, menor recaudación de impuestos, deterioro de los servicios públicos, privatización de servicios básicos rentables, pobreza, desigualdad, represión…son algunas de las consecuencias de la aceptación del rescate europeo, que parece más destinado a salvar a los bancos franceses y alemanes que a la población helena. Una de las virtudes que tenía el referéndum griego era poner en crisis la política de austeridad y adelgazamiento de lo público impuestas en la UE en la que ya no cree nadie, empezando por las autoridades económicas de los EEUU. El shock que hubiera provocado un no en la votación podría haber tenido como consecuencia la de obligar al más que necesario cambio de rumbo en la política económica europea. Desgraciadamente, ha sido una oportunidad perdida.