Sus duras palabras en la nota de suicidio, llenas de ira, de dignidad y de razón, deberían ser un ejemplo para muchos:
«El Gobierno de ocupación de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945».
Tsolakoglou fue un ministro griego que colaboró con los nazis en 1941, lo mismo que están haciendo los últimos presidentes de gobierno españoles. Nuestro país, con los recortes y las reformas laborales va directamente por el mismo camino de Grecia, metido en una espiral en la que no se atisba ningún tipo de salida. La Hitler de hoy, salvando las distancias, también vive en Alemania y está llevando a la ruina a millones de personas a costa de un endeudamiento a coste cero para su propio estado y el fortalecimiento infinito de las divisiones de panzers financieros que están asaltado Europa. Nuestros líderes son tan culpables como ella. Todo el mundo sabe que los recortes sólo van a provocar más y más paro, menos consumo, más deuda pública, más impuestos, más recesión y más recortes. O nos salimos del remolino antes de que sea demasiado tarde o nos deglutirá irremisiblemente hacia un abismo del que no saldremos en décadas.
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