La ley del oeste

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Primero dispara, después pregunta. Diez mil muertos, un país al borde de la guerra civil, el terrorismo ha tomado nuevos bríos, nuevas excusas y un caldo de cultivo fenomenal. El trío de las Azores podrá estar satisfecho. Un estado soberano ha desaparecido y no hay qué lo sustituya. Tres comunidades secularmente enfrentadas están luchando entre ellas. Shiies, suníes y kurdos pueden acabar rompiendo el país en tres porciones y desestabilizando toda el área. Una jugada maestra.

Pero sobre todo, el poco crédito que podían tener en la opinión pública mundial, ha sido dilapidado. A la población europea nunca la habían logrado engañar, pero la mayoría de los cándidos e inocentes norteamericanos habían tragado el anzuelo de las armas de destrucción masiva y ahora es cuando comienzan a dudar, algo muy peligroso en campaña electoral. La cantinela de que viene el lobo, ha sido usada tantas veces que apenas si surte efecto. Cada semana se anunciaba una emergencia terrorista en bloques de pisos de la costa oeste, en centrales nucleares, en avionetas de fumigación, etc. Nunca pasó nada, nunca se detuvo a nadie, aquellos presuntos terroristas que tenían zapatos explosivos, bombas sucias, anthrax y otras lindezas están en la calle sin cargos. El propio jefe de los inspectores militares recién dimitido recomendó una urgente acción del gobierno norteamericano si pretenden continuar con las guerras contra Irán y contra Siria. De lo contrario, nadie volverá a creerlos.

La verdad es que el grado de cinismo raya el ridículo más espantoso. El propio Powell inicialmente se negó a leer el informe sobre las ADM que le prepararon los halcones en el Consejo de Seguridad de NNUU. Al final aceptó de mal grado, pero se comentaba que la razón de la negativa es que el escrito estaba lleno de falsedades y todo el mundo lo sabía. Bueno, todos menos Anita Palacio y Aznar, que se está ganando a pulso el título de gran mentiroso del reino (menos mal que tenemos las hemerotecas escritas y sonoras). Pues bien, la comisión de investigación ha sido aceptada tras las presiones demócratas, aunque no la dejarán emitir su dictamen hasta que no pasen las elecciones presidenciales. Sea como fuere, los políticos se han blindado. Para que no les salpique el escándalo, verterán las culpas sobre los servicios de espionaje, como ya hicieron el 11S.

Pero no escaparán fácilmente al veredicto popular. La agenda oculta tras la guerra se irá conociendo poco a poco. El petróleo se acaba, la producción tocará techo en unos diez años. De ahí en adelante, este mundo se irá pareciendo a la película Mad Max. Esto no ha hecho sino comenzar.

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