¿Verdes políticos o políticos verdes?

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Reflexiones sobre la incorporación de los verdes a la política partidaria

Desde los inicios del movimiento verde en el Estado Español allá por los años setenta, se puso de manifiesto la existencia de profundas contradicciones y divisiones en su seno. Por aquel entonces ya se hablaba de “pajaritólogos” para definir a los puramente conservacionistas y de “energéticos” para los que creían que los cambios necesarios para lograr la imprescindible armonía del hombre con su entorno pasaban por propuestas sociales, políticas y cuasi filosóficas dentro de una visión más global y acorde con el concepto de biosfera o ecosistema planetario.

Todavía hoy, a las puertas de los noventa se repiten los esquemas y, pese a muchos intentos de coordinación, las cosas siguen como estaban: conservacionistas por un lado y ecologistas (atendiendo a su estricto significado) por otro. Las relaciones ente ambos no son ni mucho menos lo fluidas y cordiales que se podían esperar de colectivos más o menos afines y con algunas luchas comunes. Por el contrario, muchas veces se llega incluso al enfrentamiento directo y público.

Pero con la llegada de los verdes al mundo de la política, surge una nueva dimensión en las disensiones del movimiento ecologista. Una vez conseguida la fusión de los numerosos grupúsculos políticos iniciales dentro de Los Verdes-Lista Verde (de las demás formaciones, VERDE y Los Verdes Ecologistas, mejor ni hablar por tratarse de maniobras confusionistas), comienzan los problemas derivados de la búsqueda de apoyos de organizaciones ecologistas fuertes con cierta implantación territorial.

Muchos de ellos, así como ecologistas independientes, se han desmarcado de este proyecto aduciendo tres tipos de razones:

En primer lugar, las relativas a que Lista Verde no ha contado en muchas ocasiones con los grupos de base para la confección de listas y programas, crítica admitida por uno de los líderes de esta formación a nivel estatal, Manuel Valero, quien opina que la ecología de base está aún lejos de la ecología política.

En segundo lugar, se rechaza esta participación desde posiciones de independencia y pluralismo, de convertirse en un grupo de presión como mejor forma de influir en los partidos ya existentes y ecologizarlos.

Por último, porque muchos grupos creen que los cambios hay que hacerlos desde abajo, desde la opinión pública, no desde una silla por muy bien situada que esté.

Desde los movimientos y no desde los partidos es donde se pueden lograr cambios reales y duraderos. Y parece ser que Lista Verde, lejos de ser un movimiento, se convertirá en un partido al uso en la línea europea.

Juan Luis González Pérez
15/10/89

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