521 y la reconquista de al Andalus

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Hace unos días se celebró, en una deslucida conmemoración, la Toma de Granada por los Reyes Católicos, un acto que cada vez pasa más desapercibido entre los andaluces y andaluzas y, por ende, entre los habitantes del Estado Español. Antaño una fiesta de exaltación del nacionalismo españolista más casposo, las también conocidas como Capitulaciones de Santa Fe, la rendición del rey granadino Boabdil a los ejércitos cristianos, cada vez cuenta con menos adeptos. Hoy día se considera un acto racista, belicoso y la celebración de un momento nefasto para la historia de nuestro país, pues supuso el comienzo de la destrucción de la cultura más brillante que jamás la Península Ibérica ha ofrecido al mundo durante toda su historia, un retraso material en muchas facetas de la vida cotidiana o la llegada de un periodo de intolerancia brutal que acabó con la expulsión de decenas de miles de andaluces sefardíes y moriscos a países de nuestro entorno.

Sin embargo, el ostracismo creciente de la Toma de Granada contrasta con la especial atención que la efemérides suscita en otros lugares del mundo. Si preguntamos por aquí cuántos años han pasado desde aquel infausto suceso, prácticamente nadie podría decirlo con certeza. Por el contrario, si se hace esta pregunta en algunos países árabes, particularmente en círculos islamistas o salafistas, puede sorprender el porcentaje de gente que responda: 521. Cuenta la web «Monitorización del yihadismo y el salafismo«, indispensable para conocer qué se cuece para aquellos complejos lares, que en Egipto se ha llegado incluso a organizar una pequeña manifestación, en la plaza Safenex de El Cairo, recordando a Al Andalus e instando a su pronta recuperación para el Islam. En internet se han creado banners para destacar en las webs islamistas, se han cambiado las imágenes de perfiles en foros, Facebook y Twitter o se han modificado las cabeceras de muchas páginas webs para lucir en forma destacada el susodicho 521. No es la primera vez que al Andalus aparece en los comunicados de grupos salafistas o incluso en comunicados de al Qaeda. Parece que la «pérdida» de Andalucía es considerada por algunos como una de las peores afrentas que el Islam ha sufrido en toda su historia y su recuperación es una cuestión vital para su fe.

Resulta curioso comprobar cómo coinciden, una vez más, los islamistas más radicales con los cristofrikis patrios, cómo no están tan lejos ni en su cosmovisión ni en la interpretación de los hechos históricos. aquí acaecidos Aún diría más, ambos se retroalimentan y así lo han hecho durante muchísimos años. Del mismo modo que la supuesta invasión de España por tropas árabes en el año 711 no existe más que en el imaginario árabe que defiende que en una cabalgada milagrosa express se hizo con todo el Maghreb y la Península Ibérica en unos pocos años, tampoco existe la «reconquista», una guerra de resistencia cristiana que, desde el norte de España, consiguió expulsar a los invasores ocho siglos después.

Ambos  yerran profundamente. Sin entrar en profundas disquisiciones más propias de una tesis doctoral que de una entrada de un blog, se puede afirmar que «Los Árabes Jamás Invadieron la Península Ibérica«, la invasión del 711 fue de unos pocos visigodos asentados en el norte de África, hablaban en lengua latina y eran cristianos. Obviamente, vinieron árabes a al Andalus, pero hubo muchos más bereberes y, en cualquier caso, eran una minoría en relación a los habitantes de la Hispania supuestamente plagada de árabes. Si por algo se conoce al mundo andalusí es por la cohabitación de las religiones cristiana, musulmana y judía bajo una única cultura tolerante y abierta (obviamente con muchos altibajos durante tantos siglos), hasta tal punto que las invasiones almohades y almorávides se justificaron de alguna manera precisamente contra ese clima de tolerancia que imperaba en Al Andalus, nada comparable a la visión sesgada, limitada y excluyente del salafismo.

Los católicos vendieron a posteriori su cruzada como la expulsión de los infieles del país y se inventaron un solar vacío que repoblaron de cristianos viejos norteños y puros, dejando a unos pocos moriscos conversos que fueron expulsados posteriormente. De nuevo obvian a la mayoría de los habitantes de Andalucía+, que admitieron sin más la nueva administración impuesta o incluso que muchos de los invasores eran de ascendencia andalusí. Incluso el mítico Cid parece una leyenda tomada prestada de los supuestos invasores árabes, desde el nombre —sidi—, hasta su estructura literaria épica. Por mucho que a algunos les guste la idea de la aldea gala que resiste al invasor, no deja de ser un cuento para niños.

A Andalucía le falta aún por hacer un ejercicio de desagravio y reconocimiento a los miles de habitantes que huyeron expulsados fundamentalmente al norte de Marruecos (sus descendientes son casi 3 millones), aunque algunos llegaron hasta Tombuctú (Mali), en cuyas bibliotecas se atesora buena parte de la historia desconocida de nuestro país escrita en perfecto árabe. Los descendientos de aquellos moriscos, algunos todavía con apellidos tan «árabes» como Torres o García, aún atesoran parte de la cultura, la música, la artesanía o la gastronomía andalusí, casi desconocida en nuestro territorio, borrada por la fuerza de las armas y las inquisisciones varias.

Esto es Andalucía, nada que ver, desde luego, con árabes salafistas que pretenden recuperar algo que jamás fue suyo. La reivindicación de Andalucía en base a la religión actual de un grupo humano es un disparate que no se sostiene desde el punto de vista histórico, es un delirio religioso de la misma barbaridad que la construcción del estado de Israel en base a una religión practicada por diferentes pueblos de muchos lugares del mundo. De haber continuado la cultura andalusí viva hasta nuestros días, seguramente los salafistas estarían llamando a la guerra santa para acabar con ella y con los infieles cristianos, judíos… y con los musulmanes.

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