Coherencia

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Cada vez que llegan estas fechas y recibo el bombardeo informativo de la semana santa católica, por pura reacción, me suelo poner bastante irreverente. Uno tiende a respetar todas las creencias, pero si te las meten hasta en la opa e invaden por doquier tu ámbito privado es cuando llega a molestar y tiende a sacar el lado más burro de uno. Y es que cuando no puedes aparcar donde siempre, cuando veo a un montón de frikis vestidos del Ku Klux Klan, dándose latigazos, paseando a muñecos al ritmo de marchas militares y del himno nacional es como poco muy fuerte. Como cantaba La Polla Records en Lucky Man: si esto es vivir en serio, preferimos hacer el indio.

Invariablemente se me viene a la mente una anécdota que me contó un antiguo político gaditano sobre su padre durante el periodo de postguerra. Este señor se encontraba en la cárcel por causas políticas hasta que el generalísimo dictó una especie de amnistía y salió, imagino que contra su voluntad, a la calle durante las fiestas de semana santa. Ni corto ni perezoso se fue a su casa, esperó a que pasara una cabalgata por debajo de su balcón, se sacó la churra y orinó sobre el paso. Ni que decir tiene cómo acabó la cosa y dónde durmió el interfecto esa noche… y unas cuántas más.

Se podrá decir lo que se quiera sobre el caso, pero nadie podrá negar que a este hombre le faltaba valor o coherencia, dos cualidades que generalmente hoy escasean en nuestras modernas sociedades.

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