Wolfowitz y la Hermenéutica

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Andaba yo enfrascado la pasada semana con la lectura de un libro sobre mitología griega cuando me detuve en la figura de Hermes. Inmediatamente me vino a la mente por pura asociación neuronal otra figura, también endiosada pero mucho más terrenal. Se trataba de Paul Wolfowitz, actual presidente del Banco Mundial y antiguo padrino de las guerras coloniales de Bush en las que aún se encuentra empantanado el imperio hasta que éste reconozca las derrotas que tozudamente se niega a admitir.

¿Qué tiene que ver este neocon con la deidad griega? —me dije. Obviamente era un simple cruce de caminos psicopatológico aderezado con un toque de actualidad mediática: Hermes era el dios del comercio y mensajero de los dioses, Wolfowitz fue el heraldo de la guerra y la muerte imperial y es el número uno de una institución de nombre tan ostentoso como el BM, donde se le envió (cual si de un campo de refugiados se tratara) cuando la opinión pública usamericana impelió al presidente a prescindir de sus servicios por el evidente fracaso de las guerras «contra el terrorismo».

Pero no acaban ahí los paralelismos. Hermes, como dios del comercio, era también protector de las fronteras y los caminos por los que circulan los productos que se intercambian, compran o venden de manera legal e incluso fraudulenta, por eso se situaban bajo su protección, entre otros, los ladrones y los estafadores. En sacrificios se les entregaban las lenguas de las víctimas, ya que era un maestro de la elocuencia, los estafadores pues, eran también adoradores de Hermes.

Relación con su nombre tiene el movimiento ocultista, asociado a veces a una sola persona, denominado como Hermes Trimegisto (Hermes Tres Veces Grande) del que procede el hermetismo o la interpretación de lo sagrado, de lo oculto, de lo no revelado, del conocimiento exclusivo para iniciados.

¿Qué mejor deidad del panteón del Olimpo para asociar con un ladrón, mentiroso y conspirador como Wolffowitz? A veces, revelaciones casuales nos llevan por caminos insondables… 😉

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  1. La crisis del lobby sionista

    Wolfowitz y la irremediable decadencia de los halcones USA

    Sábado 12 de Mayo,
    IAR Noticias /
    Por Manuel Freytas*

    Con el eclipse de Wolfowitz, la desaparición de Rumsfeld, el deterioro creciente de Cheney, y la caída estrepitosa de la credibilidad y aceptación de Bush, el liderazgo del lobby sionista impulsor del ataque a Irán y de la «solución militar» en Medio Oriente ingresó en un cono de sombras.

    Para los expertos resulta imposible creer que Paul Wolfowitz considerado el «cerebro» del lobby sionista-judío que controla la Casa Blanca; uno de los planificadores de las invasiones a Irak y Afganistán; ideólogo, junto a Rumsfeld y a Cheney, del proyecto de «remodelación del Medio Oriente», se haya transformado en el mismo funcionario que pide disculpas con cara de vencido por haber gestado un vulgar acto de corrupción en favor de su amante en el Banco Mundial (BM) que todavía conduce.

    Considerar que Wolfowitz, con sus pergaminos de genocida intelectual y abultado curriculum imperial, resulte expulsado de la presidencia del BM por un acto de corrupción vulgar (aumentarle el sueldo a su novia), es una muestra indiscutible de la indetenible decadencia de la banda de halcones sionistas que tomaron el control de la política exterior norteamericana desde el ascenso de George W. Bush a la presidencia de EEUU.

    Curiosamente, el hombre que preside el Banco Mundial (una institución clave de la política exterior estadounidense controlada por el lobby judío) , con una cartera de préstamos de unos US$ 20.000 millones anuales, y una plantilla de 10.000 empleados distribuidos en oficinas en más de 100 países, está al borde de ser expulsado de su puesto por haber impulsado un aumento de sueldo para su novia.
    En este escenario, la «noticia» no es que Wolfowitz haya fraguado un ascenso de su amante en la institución financiera, sino la estatura que tiene este personaje en la pirámide del poder sionista que controla los resortes decisivos del Imperio estadounidense.

    La trilogía conformada por Cheney (desde la vicepresidencia de EEUU), Rumsfeld (desde la jefatura del Pentágono), y Wolfowitz («cerebro» del equipo de asesores y planificadores exteriores de la Casa Blanca), diseñó y planificó las invasiones militares a Irak y Afganistán, y puso en marcha el proyecto (hoy en carpeta) de remodelación del Medio Oriente, cuya puntada inicial sería el ataque militar a Irán y Siria.

    La caída en desgracia de Bush (cuenta con sólo un 18% de apoyo en las encuestas) arrastró a estos tres funcionarios claves de la política imperial estadounidense a una debacle indetenible, y arroja una sombra sobre los planes militares de ataque a Irán impulsados por el lobby sionista.

    Cheney puede ser llamado a declarar como imputado directo en el escándalo del CIA-gate (lo que impulsaría su juicio político), Rumsfeld tuvo que renunciar a la secretaria de Defensa luego de la derrota republicana de noviembre pasado, y Wolfowitz está al borde de ser expulsado del Banco Mundial acosado por una interminable lista de pedidos de renuncia.

    La primavera de los halcones
    Hasta antes de ser nombrado presidente del Banco Mundial, en marzo de 2005, Paul Wolfowitz, como segundo de Rumsfeld en el Pentágono, comandaba un grupo de funcionarios y tecnócratas de la derecha fundamentalista cristiana y judía, en cuyas manos estaba el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.
    Wolfowitz (junto Rumsfeld y Cheney) fue el principal instigador de la invasiones a Irak y Afganistán tras el 11-S, y uno de los principales impulsores del llamado proyecto estratégico de «remodelación del Medio Oriente», que tiene en los ataques militares a Irán y Siria, su columna vertebral.

    El hoy presidente del Banco Mundial fue el creador (junto a Rumsfeld y Cheney) de la disuelta Oficina de Planes Especiales desde donde se «fabricó» la argumentación justificatoria de la invasión y ocupación de Irak.

    Wolfowitz siempre estuvo señalado como uno de los principales operadores de las empresas del lobby judío que actúan en el negocio de las guerras y de la «reconstrucción», y se lo sindicó como uno de los más firmes impulsores de las técnicas de tortura en la prisiones iraquíes de la ocupación.

    Durante el primer tramo de la administración Bush, Wolfowitz fue una pieza central entre el núcleo de expertos y tecnócratas que manejaban las estructuras estratégicas del Pentágono (la guerra) y de la Casa Blanca (la política exterior) y que provenían principalmente del lobby sionista de Israel, la derecha cristiana, los think-tanks, las fundaciones y los grandes consorcios mediáticos -diarios y cadenas televisivas y radiales- que integran la logia empresarial contratista del Complejo Militar Industrial y los grandes consorcios financieros de Wall Street
    El lobby, dirigido políticamente desde la Casa Blanca por el vicepresidente Dick Cheney, y liderado en la secretaría de Defensa por su entonces titular, Donald Rumsfeld, representaba en esencia el interés de las armamentistas, las petroleras y los consorcios financieros y de servicios que operan contratos millonarios con el Pentágono estadounidense.

    La conquista petrolera
    Tras el 11-S, Bush y los halcones del lobby judío (conducidos por la trilogía Cheney-Rumsfeld_Wolfowitz) se erigieron en cruzados de una operación de conquista militar capitalista en alta escala disfrazada de «guerra contraterrorista».
    En su fundamento económico (el único fundamento real de las cruzadas militares del Imperio USA) las guerras preventivas contra el «terrorismo» tenían (y tienen) como misión principal la de asegurar abundante petróleo para la rentabilidad de la petroleras, engordar a las armamentistas y a los consorcios financieros de Wall Street, y posibilitar enclaves de dominio económico-geopolítico-militar para la supervivencia del Imperio.

    Con su clásico «estilo directo» Bush siempre dejó en claro que EEUU no dudaría en utilizar su poder militar para provocar cambios de regímenes políticos en los países gobernados por «tiranías» (situadas en países petroleros) que amenacen la seguridad del Imperio norteamericano

    Según la particular visión de Bush y de los halcones sionistas, la libertad y la seguridad de EEUU están íntimamente ligadas a que haya «libertad y democracia en otros países», y si no la hay (al menos en los términos que entiende Washington) los marines, los tanques Abrams y los misiles de última generación están para aplicarla donde sea necesaria.

    La «Operación Libertad Iraní»
    En ese escenario, y luego de la ocupación de Irak y Afganistán, Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz (antes de su pase al Banco Mundial) trazaron las primeras puntadas del plan militar de ataque Irán.

    Después de planificar la invasión a Afganistán (bajo el pretexto de destruir a la red «Al Qaeda»), y de la ocupación militar de Irak (bajo el pretexto de terminar con las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein) Wolfowitz y los halcones norteamericanos, fortificados por la reelección de Bush, y contando con la sumisión de Europa a la «guerra contraterrorista», pusieron la mira en tres países claves: Siria, Líbano e Irán.

    El nombre que el Pentágono le asignó a la operación en gran escala de ataque a Irán en lista para ser ejecutada lo dice todo: «Operación Libertad Iraní».
    La «Operación Libertad Iraní» (cuya planificación está denunciada por distintos expertos militares y medios de EEUU y de Europa) combina a sus vez varios escenarios con sus respectivos objetivos tácticos:

    Escenario doctrinario: el combate contra el fundamentalismo islámico iraní productor de «terrorismo islámico»

    Escenario político: cambio de régimen en Irán, con la sustitución de los ayatolas por los «reformistas»,

    Escenario militar: Terminar con el plan nuclear y abortar el proceso de fabricación de una bomba.

    Escenario económico: controlar el estrecho de Ormuz y el petroleo de Irán, antes que los rusos.

    Escenario geopolitico regional: terminar con la hegemonía del liderazgo de Irán en Medio Oriente, y preservar la existencia del Estado De Israel.

    Las ideas fuerza de «democratizar» y «liberar» a Irán y Siria «cerraban» con el plan madre del sionismo judeo-norteamericano de atacar militarmente a esos países antes de que Bush deje la Casa Blanca.

    El punto suspensivo
    Pero la decadencia y la crisis que aquejan a Bush y a los halcones sionistas se adelantaron a esos planes, y ponen por lo menos -según la estimación de analistas y expertos en Washington- un punto suspensivo sobre la concreción de las operaciones militares contra Teherán previstas para cuando fracasen las negociaciones en la ONU.

    Con el eclipse de Wolfowitz, la desaparición de Rumnsfeld, el deterioro creciente de Cheney, agregados a la caída estrepitosa de la credibilidad y aceptación de Bush, el liderazgo del lobby sionista impulsor de la «solución militar» en Medio Oriente ingresó en un cono de sombras.
    Desde enero del 2006, la mayoría de los medios, analistas y expertos militares de EEUU y Europa vienen coincidiendo en que EEUU, Gran Bretaña e Israel, ya tienen preparado un plan de ataque contra Irán, que se lanzaría luego de agotada la «opción diplomática» en el Consejo de Seguridad de la ONU.

    Pero, creer que la irremediable crisis de legitimidad de los halcones del lobby sionista va a terminar con el proyecto estratégico de destruir al régimen de los ayatolas y controlar el petróleo iraní, también resultaría una equivocación.
    El plan de ataque a Irán nunca fue un proyecto «personal» de Bush, Cheney, Rumsfeld o Wolfowitz, sino un proyecto estratégico del lobby sionista que controla la Casa Blanca tanto con administraciones republicanas como demócratas.
    Si la administración Bush no ordena el ataque Irán, la próxima administración, ya sea republicana o demócrata, lo hará indefectiblemente.

    La resolución de un ataque militar de EEUU a Irán no está determinada por el «capricho» eventual de Bush y los halcones, sino por una compleja trama de intereses en los que se mezclan el petróleo y recursos estratégicos de supervivencia, tanto para EEUU como para Irán.
    La inevitable confrontación armada EEUU-Irán detonará como producto de una resolución de intereses estratégicos y de supervivencia, y no de un capricho temporal de eventuales administradores o partidos políticos en el gobierno.
    En primer lugar, el desenlace militar se hace inevitable porque Irán es una pieza clave en el gran tablero de la guerra por el control geopolítico y energético mundial entre EEUU y Rusia.

    En segundo lugar, Irán es una llave estratégica para el dominio y control militar de la región del Golfo Pérsico y del llamado «triángulo petrolero» (Mar Negro-Mar Caspio-Golfo Pérsico).

    Y en tercer lugar, el surgimiento de Irán como potencia nuclear-petrolera-islámica pone en peligro la supervivencia misma del Estado de Israel y la hegemonía del control imperialista del lobby sionista EEUU-Israel.

    La cuestión se resume en una ecuación: el desarrollo nuclear-militar de Irán es directamente proporcional a una amenaza a la existencia del Estado de Israel y a la supervivencia de los intereses capital-imperialistas de EEUU en la región.
    En este escenario, la crisis terminal de los halcones ultraderechistas del lobby sólo puede poner puntos suspensivos (y un posible retraso) a un desenlace militar que se torna inevitable en Medio Oriente.

    Bush, Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz ya son pasado, pero los planes estratégicos del lobby judío que controla la Casa Blanca y el Imperio estadounidense son siempre presente.

    (*) Manuel Freytas es periodista, investigador y analista, especialista en inteligencia y comunicación estratégica.

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