A pesar de Fukushima y Chernobyl, el lobby nuclear tiene aún capacidad para manejar muchas conciencias y comprar muchas voluntades. No tenemos que ir muy lejos para comprobar la validez esta afirmación. En nuestro país su poder llega a niveles incluso vergonzosos, sobre todo en la ultima y oscura época política que sufrimos en el estado español. Mañana se cumplen dos años del desastre de Fukushima en Japón. Todavía hay centenares de miles de personas que no han podido volver a sus casas y muchas hectáreas inservibles para acoger ningún tipo de vida con garantías de una mínima salobridad. Los flujos de dinero público para hacerse cargo del desastre nuclear causado por empresas privadas constituyen en sí mismos otro verdadero tsunami. La efemérides abrirá por unos días el debate nuclear en medios de comunicación en un momento negro para los defensores de este tipo de energía tan sumamente peligrosa. En la mayoría de los países del mundo se han producido parones nucleares de consideración mientras que las energías renovables han ido comiéndoles el terreno a pasos agigantados.
Aunque hace sólo una década podría parecer el sueño húmedo de un militante ecologista, en el preciso instante en que escribo esta nota (10/3/2013 14:50H) , la producción de energía eólica en nuestro país es de un 37,6%, mientras que la nuclear aporta a nuestro mix energético sólo un 25,4% del total producido en España, según los datos en tiempo real de Red Eléctrica. Si la derecha ahora desgraciadamente en el poder no hubiera consolidado el zarpazo que le ha propinado a las renovables y si se hubiera desarrollado como debiera el sector eólico off shore podríamos llegar a niveles muy superiores y reducir enormemente la dependencia tanto del combustible nuclear como de los combustibles fósiles.
Sin embargo, una anunciada revolución nos espera a la vuelta de la esquina, se trata del autoconsumo energético instantáneo con los llamados solardomésticos. El PSOE , con su cobardía y tibieza acostumbrada, espero al tiempo de descuento para hacer un decreto que regula por primera vez la autoproducción energética justo en el momento en que su gobierno se encontraba en funciones y sin ninguna posibilidad de ser refrendado en las elecciones. Así que traspasó el marrón de enfrentarse con las multinacionales del sector al Partido Popular, aún más proclive que los socialdemócratas a plegarse a los intereses de los poderosos aunque contravengan al interés general. Ha pasado más de un año y el PP aún no se ha dignado a dictar una norma técnica que permita el despegue definitivo del sector. Así las cosas, muchos ciudadanos se han lanzado por su cuenta a montar instalaciones llamémoslas alegales. Alguna marca ha acuñado el término guerrilla solar para referirse a los solardomésticos plug and play. Todo consiste en poner una placa solar en un tejado y conectar su cable a cualquier enchufe de la casa que tengamos libre. Desde ese momento, sin necesidad de hacer nada más, estaremos evitando que entre cierta cantidad de electricidad desde fuera de la vivienda. Si en vez de una placa, instalamos más de una decena, probablemente durante el día (si es soleado) no necesitaremos importar ninguna energía del exterior. El negocio para los 5 grandes productores puede verse así gravemente amenazado y los oigopolistas andan muy preocupados para no perder la posición de privilegio que ostentan en uno de los países más pobres de la Unión Europea que, por contra, paga una energía de las más caras de la eurozona. Así que, en vez de subvencionar la instalación de solardomésticos, están presionando para que el gobierno se saque de la manga un nuevo impuesto por el uso de la red general eléctrica, ya que acusan de insolidarios a los que se producen su propia energía porque contribuyen menos con su abultada cuenta de resultados. El problema es que, como el consumo es instantáneo, es necesario recibir cierta cantidad de energía de la red general los días en que no hay sol y, obviamente, toda la consumida durante la noche; así que, de momento al menos, podrían seguir teniéndonos amarrados durante algún tiempo.
Se supone que la legislación que desarrolle el decreto tendrá que establecer un pago por los excedentes producidos en casa. Imaginemos que durante un magnífico día soleado, nuestra casa ecológica está vacía y sólo consume lo que gasta un frigorífico eficiente y poco más. Si la instalación está diseñada para que soporte una media del consumo diario de la vivienda, en ese momento se producirán excedentes que se verterán a la red general y será consumida, por ejemplo, por el vecino al lado. La compañía eléctrica, en este caso, cobrará a los vecinos por los kw consumidos sin haber tenido parte en la generación de esa energía. En otras palabras, nos roban la energía, se la venden a otro y quieren incluso gravarnos por pagar poco en el recibo de la luz con un nuevo impuesto.
Esto debería cambiar con las políticas de balance neto que operan ya en bastantes países. La idea es que las compañías eléctricas paguen por la energía que reciben de las viviendas solares y compensen a los usuarios productores (proconsumidores) por lo que ellos gastan durante la noche o por los extras que necesiten durante el día. En algunos países se paga al mismo precio que lo que cobran las compañías, mientras que en otros incluso se premia a los ciudadanos productores pagando 2 o 3 a uno para incentivar así un rápido despliegue de placas fotovoltaicas. Está por ver lo que hará el Partido Popular en nuestro país cuando por fin se decidan a hacer algo que no sea recortar derechos o inversiones públicas, pero si actúan con miras de estadistas, apoyarían a las renovables para tratar de equilibrar la balanza comercial del país y reducir el déficit de nuestras cuentas. Si actúan, una vez más, a favor del oligopolio de las eléctricas, sólo contribuirán a retrasar lo inevitable; cada vez son más las pequeñas empresas y los particulares que se deciden a instalar su pequeña planta fotovoltaica alentados por el desorbitado precio de la energía y su escalada alcista sin límites. Los expertos predicen que en 2015, la instalación de paneles será un producto financiero apetecible por su réditos a corto plazo. La avidez recaudadora y la ilegítima deuda del estado con el sector, lo que llaman déficit tarifario, habrán contribuido a ello.
En Japón han apagado o se han fundido 52 de las 54 centrales nucleares existentes antes del tsunami y han logrado adaptarse —o lo están haciendo— a la nueva realidad. Estos días se han producido numerosas manifestaciones para pedir el abandono definitivo de la energía nuclear en todo el país. La alternativa de los manifestantes pasa por la autoproducción a gran escala. Incluso el gobierno se ha pronunciado en favor de esa medida para compensar el cierre de las plantas por boca de algunos de sus ministros y está ofreciendo incentivos a través de la compra de la energía producida que han provocado que decenas de miles de familias se lancen al autoconsumo instantáneo y las empresas a instalar huertos solares de gran tamaño. Se estima que Japón se va a convertir en el segundo mercado solar del mundo. Probablemente sea el mayor laboratorio del planeta donde se ponga en marcha la autoproducción solar a gran escala. Habrá que seguir de cerca la evolución de las renovables en el pueblo nipón y extrapolar su experiencia en la medida de lo posible a nuestro país. Aunque le pese a los populares más impopulares, es un camino de no retorno.